Emprendedores

La Íride, la bodega de 8 primos que se gestó en un asado y hoy exporta vinos a Corea del Sur

Se trata de una de las etiquetas más reconocibles para los mendocinos. Su origen se vincula con el recuerdo de una abuela italiana y con una charla familiar que derivó en el proyecto que se ramifica por mercados de Norteamérica y Asia

Claudio Ricciardi (52) hace las veces de guía en el viaje por la historia del emprendimiento. "Esto se gestó gracias a un tío, Oscar Giampietri, que se dedicó al armado de tanques y maquinaria para bodegas. Y La Íride es justamente el nombre de mi abuela materna, que vino de Parma a principios del siglo XX. Durante la infancia, todos los primos jugábamos en la casa de esta abuela".

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Claudio Ricciardi, uno de los fundadores de La Íride, hizo de guía a través de la historia del proyecto.

Claudio Ricciardi, uno de los fundadores de La Íride, hizo de guía a través de la historia del proyecto.

La Íride, el centro de una familia

Eran lo que comúnmente se llama "un familión": Íride y su marido Gino Giampietri tuvieron seis varones y dos chicas. Y estos, a su vez, tuvieron varios hijos.

En cada cumpleaños pululaban por ese hogar parmesano transplantado a Mendoza unas cuarenta o cincuenta personas. Entre ellas, más de una decena de primitos haciendo travesuras. "Pasamos tantos veranos jugando juntos en aquel jardín...", rememora Claudio.

Y cuando los niños crecieron, el tío Oscar -hijo de Íride-, que ya había empezado a explorar la elaboración de vino, tiró: "Che, ¿no quieren que encaremos algo? Hagamos un asado y lo charlamos".

En esa simple frase se guarda una de las posibles explicaciones detrás del éxito posterior. Porque nadie estaba obligado a ser socio de nadie, sino que de todos los que había en aquella juntada del año 2003 hubo ocho primos que -por tiempo, por ganas o por ambas cosas- eligieron armar un emprendimiento en el que cada uno de los integrantes tendría la misma relevancia.

Además de Claudio Ricciardi, se prendieron Federico Ricciardi, Oscar Giampietri, Mariano Giampietri, Pedro Giampietri, Sergio Giampietri y Eduardo Añó. Son los mismos socios que persisten hasta la fecha.

Claudio describe: "Nos juntamos en lo del tío unos 15 familiares, contamos de qué se trataba la idea y a varios nos pintó. La primera vendimia la hicimos al año siguiente, en 2004".

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Una escena cotidiana. De izquierda a derecha: Jorge Ciravegna, Jefe Operativo de la bodega, junto a los socios Marcelo Ricciardi y Osvaldo Giampietri. A la derecha, otra pieza fundamental: Hernán Calderone.

Una escena cotidiana. De izquierda a derecha: Jorge Ciravegna, Jefe Operativo de la bodega, junto a los socios Marcelo Ricciardi y Osvaldo Giampietri. A la derecha, otra pieza fundamental: Hernán Calderone.

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La vida es una sucesión de asados

Aquella primera cosecha se hizo en una finca de Villa Seca, en Maipú. "Era todo manual y me acuerdo que conseguimos sacar unos 30.000 litros", dice Claudio.

El plan original era armar una bodega boutique centrada en la exportación. "Pronto nos dimos cuenta de que los trámites eran mucho más complicados que lo que habíamos calculado. Y en 2007 surgió la opción de la damajuana para el mercado interno. Como no había mucha gente que trabajara varietales en roble y en ese formato, fue furor".

Claudio reconoce que el mejor aliado para la difusión fue la experiencia de los que probaban el producto.

El entrevistado analiza: "Siempre digo que nosotros hacemos nuevos clientes cada vez que alguien lleva un vino nuestro a sus reuniones con familia o amigos. Los cuatro o cinco que prueban, salen de ahí y van a buscar el mismo vino para llevarlo a otras reuniones. Así fuimos creciendo, casi sin publicidad, por puro boca en boca".

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Las damajuanas de La Íride, un clásico en las juntadas mendocinas.

Las damajuanas de La Íride, un clásico en las juntadas mendocinas.

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Los agentes secretos

Claudio repasa vicisitudes después de casi 20 años de éxitos y desafíos. "Te puedo contar mil anécdotas. Entre las experiencias más lindas está haber ido en asados donde nadie me conocía, que se tomara un vino nuestro y que todos lo elogiaran espontáneamente. Y yo me iba sin decir nada, pero íntimamente feliz porque la gente valoraba nuestro laburo".

En otra ocasión, alguien puso el vino de la damajuana La Íride en una botella "de etiqueta extraordinariamente cara". Todos los invitados probaron y elogiaron la bebida. "¡Los vagos entraron como por un tubo!", sonríe Claudio.

"Un colega francés me dijo: 'Tener una bodega es un gran negocio...después de los primeros cien años'" "Un colega francés me dijo: 'Tener una bodega es un gran negocio...después de los primeros cien años'"

Por estos días, la damajuana es un producto entre otros. "Tenemos un montón de variedades. Fuimos calificados por el crítico especializado James Suckling y exportamos a siete u ocho países", resume el entrevistado, antes de revelar que desde el principio del proyecto recibe emails de gente anónima que se toma un ratito para felicitar a la familia por la calidad de lo que generan.

Los socios tienen idéntica cantidad de acciones, pero cuatro son los que rondan la bodega de manera diaria.

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Marcelo Ricciardi asegura que pasó muchas noches trabajando junto a sus primos para poner a la bodega en marcha.

Marcelo Ricciardi asegura que pasó muchas noches trabajando junto a sus primos para poner a la bodega en marcha.

Emprender en Argentina

"Obviamente hemos tenido momentos duros. Pero si esperás un 'momento ideal' en Argentina, no emprendés más. Lo que hay que hacer es tirar para adelante siempre. No nos podemos dar el lujo de bajar los brazos. Cuando otros emprendedores me preguntan cómo se hace para crecer, yo les digo que jamás hay que olvidarse de que para cada problema hay una solución", reflexiona Claudio.

Y para darse a entender, jura que los primos pasaron muchas noches en vela en el interior de la bodega, ultimando detalles, reparando cosas, soñando con el futuro.

Claudio desarrolla: "Es como me dijo en broma un colega francés: 'tener una bodega es un excelente negocio...después de los primeros 100 años'. Hablando en serio: ahora que ya tenemos una historia y que la marca se reconoce, las cosas se van volviendo un poco más simples".

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Osvaldo Giampietri, otro de los primos que lleva adelante La Íride, se formó en enología.

Osvaldo Giampietri, otro de los primos que lleva adelante La Íride, se formó en enología.

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El presente y el futuro

Actualmente, La Íride cuenta con 37 trabajadores entre las fincas y las dos bodegas.

La sede original está en Villaseca y la otra en Costa Canal (San Martín). La firma fracciona 3 millones de litros anuales y exporta a Estados Unidos, Ecuador, Costa Rica, Perú, Brasil, España y próximamente también a Corea del Sur.

En Manhattan (EE.UU), un vino de La Íride puede venderse a 45 dólares En Manhattan (EE.UU), un vino de La Íride puede venderse a 45 dólares

"Lo de Corea fue muy loco. Nos llegó un mensaje de un señor de allá, que trabaja en una empresa muy importante que había recibido buenas referencias nuestras desde Estados Unidos. Nos compraron un container entero y van a lanzar nuestros vinos en agosto", apunta Claudio.

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La damajuana se comercializa en el mercado interno, mientras que las botellas y el bag in box salen con destino al exterior.

La damajuana se comercializa en el mercado interno, mientras que las botellas y el bag in box salen con destino al exterior.

Todo lo que se manda al exterior es en botella y, en el caso del mercado costarricense, se suma el bag in box. En el exterior -en Manhattan, por ejemplo- los productos de La Íride pueden comercializarse a 45 dólares.

"Nos queda bastante para crecer más allá de los 3 millones de litros. Una de nuestras bodegas tiene capacidad para procesar hasta un millón y la otra hasta 4 millones de litros anuales", se entusiasma Ricciardi, que en ningún tramo de la conversación perderá su tono franco, sencillo y sin afectaciones.

Como si todo este asunto de la bodega fuera la continuación natural de aquellos juegos de verano en la casa de la nona.

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