Andrés Moyano es puestero en la zona de El Chihuido, en el corazón de Malargüe. Este 26 de octubre, día de elecciones, se encuentra en plena tarea: ayuda a una cabra a parir mientras explica por qué muchos de sus compañeros de campo no pueden acercarse a las urnas.
Elecciones 2025: puesteros lejos de las urnas por la época de parición de cabras, ataques de zorros y pésimos caminos
En Malargüe, los puesteros enfrentan octubre con pariciones de cabras, caminos intransitables y ataques de pumas y zorros
“Justamente hoy, día de elecciones, me encuentro en estas condiciones de no poder votar, porque estamos con todo el trabajo… plena parición de cabras”, dice Andrés, sin levantar la mirada de la cabra que requiere su ayuda. Sus palabras revelan la compleja realidad de quienes viven en el interior profundo del departamento. Para los puesteros, octubre no es solo un mes de elecciones: es época de trabajo intenso, de pariciones que no pueden postergarse.
Pero el motivo de su ausencia va más allá de la rutina de la crianza de animales. Andrés señala que los puesteros se sienten desatendidos, olvidados por un sistema que no contempla sus necesidades. “Los pumas y los zorros hacen un desastre, matan a los animales y no tenemos apoyo”, explica con enojo. Los cabritos que nacen cada año son parte del sustento familiar y de la economía local, y cuando depredadores silvestres atacan, la pérdida se siente como un golpe doble: sobre la vida y sobre la esperanza de ser escuchados.
Puesteros que no tienen tiempo ni ganas de ir a votar
A esta problemática se suma la geografía inhóspita y los caminos deteriorados que dificultan cualquier desplazamiento. Para llegar a la escuela donde se vota, los puesteros deben atravesar kilómetros de tierra, barro y piedras, muchas veces en condiciones casi imposibles para vehículos o caballos. Esas dificultades logísticas hacen que, año tras año, la participación electoral en el campo sea mínima.
“No es solo la parición, es todo el trabajo que implica vivir en el campo y la falta de caminos accesibles”, explica Toño, otro vecino que conoce de cerca la rutina de los puesteros. “Muy poca concurrencia de votación en el campo porque justo en esta época están todos con los chivos. La mayoría ha querido siempre que les cambien las fechas de elecciones, pero nunca se logró. La mitad de ellos, nada más, logra llegar a votar”.
Los testimonios se repiten en distintos puntos del departamento. Evaristo del Carmen Pérez, agente sanitario y hombre que recorre el sur mendocino combinando su labor de enfermero, psicólogo y hasta funebrero, relata cómo en lugares como La Salinilla, El Nevado, Laguna Blanca, El Alambrado o Agua Escondida no se siente el ambiente electoral. “Ni siquiera hay conversación sobre las elecciones, realmente me da tristeza. En democracia, hemos llegado a un extremo en el que la voz del campo queda casi invisible”, asegura.
Para Andrés y muchos otros, la falta de participación no es un signo de desinterés, sino de frustración y necesidad. “Al puestero le da lo mismo votar o no votar, porque está enojado. Nadie hace nada por el daño de los pumas, de los zorros, por los caminos tan intransitables. Siempre las elecciones en este tiempo coinciden con la época de mayor trabajo. Como que no tenemos apoyo, entonces da lo mismo votar que no votar”, dice con claridad, mientras se asegura de que cada cabrito recién nacido esté estable.
La vida de los puesteros es una constante carrera contra el tiempo y la naturaleza. Durante octubre, las jornadas comienzan antes del amanecer y se extienden hasta entrada la noche. Cada cabra que nace requiere atención inmediata: limpiar, secar, amamantar y, en muchos casos, asistir el parto. Andrés describe cómo debe ir y venir entre diferentes puestos, llevando y trayendo animales, verificando que ninguno se quede rezagado o corra peligro.
La depredación constante y las pérdidas económicas
Asegura que cada pérdida de un animal, ya sea por enfermedad, depredación o accidente, representa no solo un golpe económico, sino también emocional. Los puesteros dependen de sus animales para sobrevivir, y el daño causado por pumas y zorros se suma a la frustración de sentir que su voz y sus necesidades quedan fuera del radar de las autoridades. “Llegado a la conclusión de que el puestero no tiene ayuda porque la mayoría no vota. Esto perjudica un montón”, reflexiona Toño.
En medio de este panorama, Andrés y sus compañeros muestran fortaleza. Su vida transcurre entre cabras, zorros y pumas, en un paisaje que no da tregua. Sin embargo, a pesar del cansancio y la frustración, siguen adelante, sosteniendo no solo a sus familias, sino también la memoria de una forma de vida que parece cada vez más aislada. “Es muy difícil hoy día acá porque toda la gente está en parición. Todos están dando parición, entonces hay que ir y venir varias veces entre los puestos”, dice Andrés, mostrando el esfuerzo constante que significa vivir en el campo profundo de Malargüe.








