Las bacterias de la microbiota intestinal se desarrollan desde el vientre materno y durante toda nuestra vida. La microbiota se relaciona con el organismo de manera simbiótica: las bacterias nos protegen frente a enfermedades, agentes patógenos y metabolizan alimentos. El organismo funciona como casa u hogar de esas bacterias.
La alimentación juega un rol muy importante en el funcionamiento de las bacterias que conforman la microbiota. La flora intestinal se mantiene sana gracias a una dieta variada, equilibrada y rica en vegetales, frutas, carnes y evitando alimentos con alto contenido en grasa y azúcares.
No solo es la cantidad y calidad de la alimentación. También es importante medir los horarios en los que comemos, consumir mucha agua y evitar consumir alimentos con lactosa.
Físicamente podemos ver síntomas de una microbiota dañada o en mal estado principalmente en la piel, las articulaciones, el estado de ánimo y la energía física que puede ser símbolo de anemia.
Microbiota y salud mental ¿Cómo se relacionan?
En nuestra salud mental el estado de la microbiota intestinal tiene un altísimo impacto. La flora del intestino está directamente conectada con el cerebro por medio del intestino delgado.
Gracias a la conexión neuronal establecida por el nervio vago que conecta el intestino con el cerebro, la microbiota ejerce influencia sobre las funciones cerebrales incluido el estado de ánimo y la producción de neurotransmisores como serotonina y dopamina.
Evidencia científica demuestra que la microbiota es clave para comprender los trastornos mentales como la depresión, ansiedad, alzheimer y parkinson. Según la Organización Mundial de la Salud, el suministro de probióticos (bacterias) puede ayudar a mejorar la salud de la microbiota intestinal y contribuir al tratamiento de enfermedades mentales.