Crónica

Los olivos mendocinos y su centenaria historia de muertes y resurrecciones

Hablar de olivicultura es evocar a generaciones que cuidaron de esos árboles y entre sus sombras amaron, crecieron y hoy resisten al embate inmobiliario

"Uno piensa que los días de un árbol son todos iguales. Sobre todo si es un árbol viejo. No. Un día de un viejo árbol es un día del mundo", escribió Haroldo Conti en una de sus páginas más hermosas. Y hablaba de los álamos, que viven más o menos un siglo; pero la idea tal vez les calce mejor a los olivos, cuya existencia puede durar milenios.

En Mendoza quedan algunos. Como si sus raíces fueran antenas invertidas que captan mensajes profundos de la tierra, contar la historia de estos olivos es conectar con generaciones que plantaron, cuidaron, vieron crecer y morir a esos seres venerables.

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Nuevas y viejas generaciones. Los olivos llegaron a Mendoza con los españoles y hoy siguen brotando.

Nuevas y viejas generaciones. Los olivos llegaron a Mendoza con los españoles y hoy siguen brotando.

Cada árbol una historia

El periodista Ander Izaguirre investigó a la cultura alrededor de los olivos milenarios en Castellón (Valencia, España) y entre charlas con la gente que los protege se hizo una de esas preguntas que ya nadie intenta y sin embargo son fundamentales:

¿A quién pertenece un árbol que tiene tantos, tantísimos años?

¿A su dueño formal?

¿A quien lo cuidó personalmente a través de heladas, pestes y sequías?

¿A toda la comunidad?

El planteo aplica para Europa, pero -salvando las distancias- también para estos pagos. De tarde en tarde, el mendocino atento que sale a caminar o pedalea en bici encuentra rugosos coterráneos que llevan siglos de existencia y que, aunque casi nadie se dé cuenta, son parte del patrimonio local.

Quizá se los ignora porque son modestos, de flor humilde. Aunque vivos, en ocasiones están casi tan olvidados como la mano anónima que los plantó.

Aquí, dos ejemplos muy distintos:

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Un olivo cuatricentenario en la zona de Tres Esquinas (Maipú). Fue traído durante la evangelización jesuítica, alrededor del siglo XVII, y se ubica en una finca que perteneció a la familia Zurli-Giraud Billoud. Hoy subsiste a pesar de algunas podas extremas, como la que se ve en la foto. Imagen: gentileza.

Un olivo cuatricentenario en la zona de Tres Esquinas (Maipú). Fue traído durante la evangelización jesuítica, alrededor del siglo XVII, y se ubica en una finca que perteneció a la familia Zurli-Giraud Billoud. Hoy subsiste a pesar de algunas podas extremas, como la que se ve en la foto. Imagen: gentileza.

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El resguardado ejemplar conocido como el

El resguardado ejemplar conocido como el "olivo histórico" en una plaza del departamento de San Martín. Está ubicado -se supone- cerca de lo que fue la chacra que el Libertador tuvo en la zona.

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El largo camino de la uva y el olivo

Antes de brotar en Cuyo, el olivo y la vid -compañeros inseparables- estuvieron entre las primeras plantas cultivadas por los humanos. Hace 3.000 años ya había olivicultura en Siria, Irán, Palestina; y desde ahí se extendió al resto del Mediterráneo.

Hacia 1520 empezaron a introducirse las primeras estacas de olivo en América. Hubo que encontrarles hogar, porque en las Antillas no prosperaban a causa de la humedad y el terroir inadecuado: la especie se siente cómoda aproximadamente entre los 30 y 34 grados latitud norte y los 30-40 latitud sur, una franja similar a la de la uva.

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Desde la antigüedad, el olivo es símbolo de nobleza y resiliencia.

Desde la antigüedad, el olivo es símbolo de nobleza y resiliencia.

En la década de 1530 ya llegaban órdenes religiosas y conquistadores con olivos bajo el brazo. En 1560-61, Don Antonio de Rivera introdujo los primeros en Perú: 100 estacas de Sevilla que bajaron en Colombia y siguieron por tierra hasta Lima. Sólo 3 quedaron en condiciones de enraizar.

Y sobrevuelan varias teorías sobre cómo la planta terminó en Mendoza. Una habla de una expedición guiada por Francisco de Aguirre que llegó a Chile y pasó por estas tierras rumbo a lo que actualmente es Santiago del Estero y La Rioja.

Otro español, Cristóbal de Contreras, también aparece en el relato, al igual que Francisco de Alvarado. Como sea, terminaron llenando de olivos lo que luego sería la Argentina. Incluyendo Aimogasta, en La Rioja, donde a la postre se consolidó la variedad Arauco, reconocida como símbolo de la olivicultura nacional.

Alrededor de estos pocos nudos históricos las leyendas abundan. Una dice que ante el crecimiento de la producción americana, Carlos III (1716-1788) ordenó talar los olivos de ultramar. No quería que el aceite criollo compitiera con la producción ibérica.

En realidad parece que la real cédula indicaba simplemente no plantar olivares en algunas comarcas de América y no reparar los que se fuesen acabando. Esto fue interpretado erróneamente por ciertos dirigentes locales, que empezaron a arrancar ejemplares y contribuyeron a que se asentara la idea del olivo como "árbol prohibido".

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Olivos en la ciudad

Domingo Faustino Sarmiento proyectó en Mendoza una Escuela Nacional de Agricultura, bajo el nombre de Quinta Agronómica. Hacia 1879, el emprendimiento ya funcionaba donde hoy están el Barrio Cívico y la Casa de Gobierno. Y lo haría hasta el siglo XX: aún persisten en torno a los edificios oficiales algunos sobrevivientes de los 144 olivos originales.

"El olivo es el asno de la agricultura", comparó el sanjuanino en alusión a la resistencia que muestra la especie ante inclemencias de todo tipo. A medida que la traza urbana crecía, la presión inmobiliaria hizo que se loteara la zona y se le diera otros usos. Otra vez olivos arrancados.

Por la misma época de la Quinta Agronómica estaban llegando a la provincia los salesianos, que se afincaron en Rodeo del Medio (Maipú), en un terreno que les donó Lucila Barrionuevo de Bombal. Justamente en ese predio está una de las cavas de vino más antiguas de la región, una cámara subterránea que data de 1880.

Y crecen, claro, los olivos:

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La bodega Don Bosco, con su torre vinaria y sus olivos.

La bodega Don Bosco, con su torre vinaria y sus olivos.

La llegada a Mendoza de inmigrantes italianos, españoles y árabes consolidó la presencia de olivares, además de acrecentar el mercado de quienes consumían aceite y aceitunas en conserva.

A pesar de las idas y vueltas económicas, las almazaras (molinos) se volvieron parte del paisaje cotidiano, al punto de que muchos dejaron de prestarles la atención.

Las sombras

El cultivo tuvo sus bemoles. En 1932 apareció la Ley de Fomento de la Olivicultura (11.643), que benefició a los productores de varias provincias y facultaba al ejecutivo para la adquisición de hasta 500.000 plantas de olivo que serían vendidas a los productores al costo.

Sin embargo, en las décadas del '60 y '70 se erradicó gran cantidad de árboles, y no solo en Mendoza.

"Hasta no hace mucho, se talaban troncos antiquísimos... ¡y se los usaba para calentar hornos de ladrillos!", lamentó una olivicultora local ante la consulta de este medio.

(En Europa, se desenterraron árboles centenarios -se cotizan de a miles de euros- y se los colocó en patios internos de bancos y oficinas como pieza decorativa, igual que animales de zoológico).

Ya en los '90 llegó otro palazo. La Nación favoreció a La Rioja, Catamarca y San Juan con beneficios impositivos, mientras Mendoza, que alguna vez fue la primera provincia en producción olivícola, pasaba al cuarto lugar.

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Cada olivo de Mendoza tiene una historia. Pero poca gente los escucha.

Cada olivo de Mendoza tiene una historia. Pero poca gente los escucha.

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Despedida o renacer

"Respeto a los árboles cuando viven entre pueblos y familias, en bosques y florestas. Y todavía los respeto más cuando están aislados (...). En sus copas susurra el mundo (...); pero no se pierden en él, sino que persiguen con toda la fuerza de su existencia una sola cosa: cumplir su propia ley, que reside en ellos, desarrollar su propia forma, representarse a sí mismos" (Herman Hesse, "El caminante").

Las plantaciones de olivos mendocinas siguen siendo, en buena parte, tradicionales, con árboles que se ubican con 8 o 10 metros de distancia entre sí, a diferencia de las modalidades superintensivas que predominan en las provincias del norte y que permiten la cosecha mecanizada porque las plantas están casi pegadas entre sí.

Pero la presión inmobiliaria no cede. Es lo que hizo que Maipú dejara de ser el departamento con más cultivo de estos ejemplares y cediera su lugar a San Rafael.

Se calcula que hay entre 11.000 y 13.000 hectáreas con olivos en Mendoza; y se cree que eso representa la mitad de las que había en 2010. Se calcula que hay entre 11.000 y 13.000 hectáreas con olivos en Mendoza; y se cree que eso representa la mitad de las que había en 2010.

Con todo, los maipucinos han empezado a valorar su linaje olivícola y cuentan, junto con San Martín, con una ruta del olivo que se consolida como atractivo turístico.

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En tanto, en Zona Este se perdió mucho: el Instituto de Desarrollo Rural habla de 2.000 hectáreas menos en una sola década. Aquí, el detalle de las hectáreas cultivadas por departamento:

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Fuente: Instituto de Desarrollo Rural.

Fuente: Instituto de Desarrollo Rural.

La cofradía del olivo y el futuro

La productora olivícola Stella Vannucci, que junto a su socio Juan Carlos García Zuloaga cuida con esmero una finca tradicional, explicó a Diario UNO lo que está ocurriendo ante el avance urbano.

"Al empezar a rodearse de barrios -analizó-, las plantaciones antiguas pueden transformarse algo inviable, porque no solamente te roban sino que cuando lo hacen te rompen las brindillas y dificultan los fructificación en los años siguientes. Por eso, en general, el productor está cansado".

Vannucci y su socio dan cursos de sommelier de aceites de oliva a través de la Fundación Seminare: tienen alumnos del país y del exterior. También fomentan desde 2005 la Cofradía de la Virgen del Olivo, creada para proteger a los árboles que quedan y fortalecer la actividad.

Y no todo es adversidad. Hubo victorias. El sector consiguió, por ejemplo, el reconocimiento de la Indicación Geográfica Mendoza, que requiere que el 20% del aceite sea de varietal Arauco.

De hecho, el Consejo Olivícola Internacional estableció que la única variedad auténticamente argentina es esa, la Arauco, muy rica en las moléculas antioxidantes estrella en esta primera mitad del siglo XXI: los polifenoles.

Por otro lado, empresas como Laur han cobrado relevancia global a fuerza de premios y reconocimientos.

Hoy se calcula que hay entre 11.000 y 13.000 hectáreas con olivos en Mendoza; y se cree que eso representa la mitad de las que había en 2010. ¿Se terminarán? Difícil. Ya los antiguos griegos amaron al olivo, entre otras cosas, por ser un símbolo de resistencia.

Acaso lleguen mejores días para estos retorcidos pero pacíficos vecinos. Es como escribió Conti: uno piensa que los días de un árbol son todos iguales, pero es un error: un día de un viejo árbol es un día del mundo. Y si algo queda claro al revisar la historia -cualquier historia, también la de estos árboles- es que las cosas siempre pueden cambiar.

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