Crónica

José de San Martín y el molino que reveló sus ansias de una vida tranquila y próspera en Mendoza

San Martín imaginó terminar sus días en la chacra que poseía en el este mendocino. El molino harinero de Junín es un jirón de aquellos sueños truncos

En Junín -a unos 4 kilómetros de La Colonia- los vestigios de un molino harinero se empeñan en existir. En torno, un viejo solar de adobe y su galería alargan los silencios de las tardes. "Molino Orfila", reza un cartel en la entrada. Pero es una simplificación: ese rincón de Mendoza tiene una historia que se remonta muy atrás; hasta los orígenes de la Patria.

A lo largo de su existencia, Don José repitió obsesivamente que quería alejarse del tronar guerrero, evitar las pompas y terminar sus días como agricultor. Cerca, de hecho, tenía su chacra de Los Barriales, ubicada en lo que hoy es el departamento que lleva el nombre del prócer y Junín. Don José planeaba desarrollar toda el área a partir de las 250 cuadras de su propiedad.

Lo concreto es que no pudo quedarse mucho. El hombre fue, liberó tres países y volvió a su terruño cuyano. E intentó vivir tranquilo, pero la Historia lo empujaba como una borrasca:

"A mi regreso del Perú (...) establecí mi cuartel general en mi chacra de Mendoza, y para hacer más inexpugnable mi posición, corté toda comunicación (excepto con mi familia, yo me proponía en mi atrincheramiento dedicarme a los encantos de una vida agricultora y a la educación de mi hija); pero ¡vanas esperanzas! (...) Entonces fue cuan­do se me manifestó una verdad que no había previsto, a saber: que yo había figurado demasiado en la revolución para que me dejasen vivir en tranquilidad" (Carta a Vicente Chilavert, Bruselas, 1 de enero 1825).

En un universo alternativo, San Martín logra hacerse chacarero, se queda en Mendoza y deja atrás el camino de las armas para potenciar su faz emprendedora. En otro, libera a tres países y luego vuelve a Cuyo, donde lo aguarda la paz definitiva. Ninguna de esas cosas ocurrió, pero sí flotaron en la mente de aquel hombre como posibilidad y esperanza. El molino harinero fue parte de ese sueño.

"Confinado en mi hacienda de Mendoza, y sin más relaciones que con algunos de sus vecinos que venían a visitarme, nada de esto bastó para tranquilizar la desconfiada administración de Buenos Aires; ella me cercó de espías; mi correspondencia era abierta con grosería; los papeles ministeriales hablaban de un plan para formar un gobierno militar bajo la dirección de un soldado afortunado, etcétera; en fin, yo vi claramente me era imposible vivir tranquilo en mi patria ínterin la exaltación de las pasiones no se calmase, y esta certidumbre fue la que me decidió a pasar a Europa" (Carta a Bernardo O'Higgins, Bruselas, octubre de 1837).

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El molino olvidado

Cuando San Martín llegó a Mendoza -en septiembre de 1814- la posta El Retamo era una de las referencias más importantes del este, por estar a la vera del antiguo Camino Real. Y el molino harinero que mandó a construir el Libertador estaba ideado para vincularse con todo ese sistema vial y comercial.

La obra terminó alrededor de 1818. Su objetivo era garantizar el pan "para la población que ha de gestarse", en palabras de la época. Como se apuntó arriba, no es descabellado suponer que el hombre pensaba retirarse por esos lares, junto a su esposa y su hija Merceditas, que había nacido en 1816.

El mecanismo funcionaba con energía hidráulica. El agua llegaba a través del río Tunuyán y -luego- por lo que se conocería como Acequia de la Patria, un cauce que todavía existe y que de acuerdo a algunas fuentes se hizo utilizando como mano de obra a prisioneros españoles.

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Una aproximación al molino de rodezno que ordenó construir San Martín, a partir de una imagen generada por inteligencia artificial.

Una aproximación al molino de rodezno que ordenó construir San Martín, a partir de una imagen generada por inteligencia artificial.

Como sea, el Libertador no pudo concretar sus bucólicas ensoñaciones. Se fue del país en 1823 y ya no pudo volver, aunque dejó a cargo a un apoderado y, según algunos historiadores, el molino -el primero de tipo hidráulico de zona este- le siguió reportando ganancias hasta que Don José lo vendió en 1846.

El relato se entrevera y a principios del siglo XX aparece en escena la familia Orfila, que aportó otra capa al profuso anecdotario relacionado con aquel aparato que funcionó algunas décadas más y finalmente se desarmó.

Hoy en Villa Orfila queda del molino una piedra simbólica, huella del San Martín industrial y chacarero. El complejo edilicio también incluye a un exgranero, una vieja fábrica aceitera y una bodega, además del conocido santuario de San Cayetano.

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Del viejo molino quedaron sólo algunos restos. Hay proyectos para reconstruirlo respetando sus características originales. Foto: gentileza.

Del viejo molino quedaron sólo algunos restos. Hay proyectos para reconstruirlo respetando sus características originales. Foto: gentileza.

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Los proyectos a futuro

La Municipalidad de Junín tiene firmado un convenio con la familia Orfila para realizar una restauración del Solar Histórico y el molino. En el arranque de 2024, en efecto, se han hecho visitas al lugar con la perspectiva de iniciar los trabajos.

Entre el equipo abocado a la recuperación patrimonial están la arquitecta Ely Martín y el investigador y gestor cultural Eduardo Guidolin, en coordinación con otros especialistas, como el historiador Pablo Lacoste.

A mediano plazo, la meta es que el molino se transforme en uno de los "anzuelos" para atraer visitantes, y hasta se piensa en la posibilidad de elaborar allí recetas de la época sanmartiniana con base en la harina molida por esas piedras.

Le espera, pues, una nueva vida al molino. Porque -como escribió la filósofa española María Zambrano- "ruina es solamente la traza de algo humano vencido y luego vencedor del paso del tiempo".

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El interior del Solar Histórico de Junín, que espera una nueva restauración.

El interior del Solar Histórico de Junín, que espera una nueva restauración.

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