En los últimos años, el nombre de Valen Moisés comenzó a resonar mucho más allá de ella como artista, la meditación o el bienestar holístico que pregona, tanto en nuestro país como en el resto de América Latina. Su movimiento VIBRA -nacido en pandemia en Jujuy- se convirtió en un espacio que abraza a mujeres de todo el mundo.
La artista Valen Moisés creó un puente entre espiritualidad y vida cotidiana basado en la energía femenina
La artista Valen Moisés habla aquí sobre su movimiento VIBRA, la alianza con la bestseller Kathleen McGowan y el desafío de llevar la espiritualidad al cuerpo
En VIBRA, Valen Moisés articula prácticas ancestrales, investigación espiritual, neurociencias aplicadas, el arte de la música y el desarrollo personal. Y todo desde una premisa que ella repite como un mantra: “La espiritualidad debe pasarse por el cuerpo”.
Su propuesta, que ya convocó a más de 1.500 mujeres del país y el exterior con programas, retiros y peregrinaciones, se expandió por Argentina, Hispanoamérica y comunidades latinas en Europa.
Valen Moisés, jujeña por adopción y salteña de origen, combina una trayectoria artística de décadas con una formación intensa en medicina cuerpo-mente-alma, yoga, biodescodificación, tradiciones del Sagrado Femenino y escuelas de misterios egipcios.
La vida la llevó por escenarios, estudios de grabación y plataformas televisivas ya que su talento original es la música. Pero también transitó procesos personales profundos que marcaron un antes y un después en su propio camino y que hoy la define como una mentora holística.
La artista creó un movimiento que desde Jujuy se expande por el mundo
Pérdidas gestacionales, siete tratamientos de fertilidad y una búsqueda espiritual que se transformó en método, en propósito y en plataforma comunitaria.
Instalada en Jujuy desde hace ocho años, la artista encontró en la Pachamama y en la cosmovisión andina el anclaje para su mensaje.
Allí, entre montañas, ritualidad y silencio, comenzó a sistematizar lo que luego se convertiría en VIBRA, un movimiento que se asume como puente entre la información y la experiencia, entre la mente y el cuerpo, entre la energía masculina y la femenina.
Su programa insignia, "El camino de la Diosa", ya transformó la vida de más de mil mujeres y articuló peregrinaciones por Francia, Italia y Egipto, además de festivales presenciales como el VIBRA Fest en Jujuy.
Este año, Moisés selló una alianza inédita con la autora estadounidense Kathleen McGowan, referente mundial en los estudios sobre María Magdalena y autora del bestseller "La Esperada".
Cuando las mujeres "practican" la espiritualidad
Juntas lanzarán en breve "La Auténtica María Magdalena", un programa que por primera vez abrirá información histórico-espiritual inédita desde una metodología somática y experimental.
Con 45 años -próxima a cumplir 46 en Navidad-, Valen Moisés se define en esta entrevista con Diario UNO como comunicadora, peregrina y artista.
Repasa aquí su propio camino, su visión del Sagrado Femenino, el rol del disfrute en la vida cotidiana y el corazón de un proceso que -asegura- solo puede comenzar en “el metro cuadrado interno”.
El propio camino espiritual de la artista
-¿Cuál fue tu propio camino para trasladar tu carrera musical a la espiritualidad?
-Soy de Salta, pero hace ocho años que vivo en Jujuy y logré conectar más con lo ancestral y con toda la frecuencia que tiene Jujuy de la Pachamama, de volver a la tierra y al origen. Eso me ayudó un montón a poder darle forma al mensaje que quiero dar a la sociedad y poder comunicarlo.
Soy artista, soy cantante, soy actriz, y trabajé en televisión durante muchos años. Pero llegar a Jujuy fue un antes y un después: me conectó con algo que no había vivido antes. Viví en diferentes partes del mundo, pero nunca había experimentado una cultura con un vínculo tan profundo con la Madre Tierra. Y necesitaba compartirlo.
La pandemia me agarró allá. Venía a mil por mi trabajo como artista, y de pronto estar en un lugar donde casi estaba obligada a tener contacto con la naturaleza me hizo entender que no me servía de nada estar bien yo con los recursos que tenía si no podía vivirlos.
Ahí creé VIBRA, que al principio fue solo compartir los recursos que me ayudaban a surfear la ola del encierro. Veía que mucha gente la pasaba mal y pensé: “Necesito compartir lo que a mí me está haciendo bien”. Tenía que ver con meditación, yoga, apoyo personal, cosas simples.
-¿Podrías contarme un poco más acerca de este movimiento?
-Siento que el éxito de VIBRA tiene que ver con bajar la espiritualidad a lo cotidiano. Y digo “espiritualidad” entre comillas, porque es una palabra bastardeada y vaciada. Prefiero llamarlo desarrollo personal aunque sea espiritual. Es que no sirve repetir frases bonitas o meditar 15 minutos al día si después no conectamos con lo que nos pasa el resto del día.
María Magdalena, el Sagrado Femenino y el rol del cuerpo
-¿Cómo se dio tu acercamiento a María Magdalena? ¿Y cómo separar tu propuesta del Sagrado Fenemino del feminismo?
-Son dos energías distintas. Llegué a María Magdalena hace 20 años por una investigación de Kathleen McGowan, que escribió “La Esperada”. Ella tuvo el coraje de traer esta figura desde un lugar no religioso, sino como un movimiento de recuperación de la soberanía personal y del femenino denostado.
La energía femenina y la masculina cohabitan en el ser humano. A lo largo de milenios, la energía femenina fue apagada. Lo que era la frecuencia del Dios y la Diosa como una sola entidad se distorsionó. Los cultos a las diosas fueron llevados a lugares secundarios, mientras el masculino ganaba protagonismo.
Hoy estamos recuperando esa fuerza del femenino: habitar el cuerpo, conectar con emociones, con el disfrute, con la receptividad y apagar un poco el hiperproductivismo masculino en el que vivimos. No hablo solo de mujeres, sino de una frecuencia.
La experimentación es cuerpo y sentidos, eso es Sagrado Femenino. El feminismo, en cambio, fue un movimiento necesario para visibilizar el abuso de un masculino distorsionado. Pero cualquier “ismo” es una exageración. Necesitó existir, pero ahora debemos encontrar equilibrio. Y el equilibrio empieza adentro. El cambio empieza por el “metro cuadrado” interno.
Los inicios de VIBRA y el equilibrio entre lo masculino y lo femenino
-Cuando iniciaste Vibra en pandemia, ¿imaginaste este movimiento que hoy genera?
-No. En un principio no quería hablar de espiritualidad ni de María Magdalena. Lo había centrado en el desarrollo personal. El primer programa fue "Focus", 40 días para limpiar el canal creativo. Sentía que necesitábamos orden, estructura. La estructura es el masculino. VIBRA nació para ordenar ese contenedor y que después el femenino pueda fluir.
Luego empecé a compartir mis investigaciones sobre el Sagrado Femenino. Me entrené en The Mystery School of the Road, una escuela de misterios basada en el proceso iniciático de Isis y las diosas egipcias, que pude conectar con lo andino y la Pachamama. Traer a las diosas egipcias a resonar con el culto a la Pachamama era solo cambiar el nombre.
Así nació “El camino de la Diosa”, hoy el programa insignia de VIBRA. Transformó literalmente la vida de más de mil mujeres. Son seis meses basados en tres pilares: soberanía personal, propósito al servicio y abundancia.
El arte, las peregrinaciones y el nacimiento de VIBRA Fest
-En este marco surge también el festival VIBRA Fest y tu costado artístico aplicado al movimiento?
-El arte siempre fue el eje. Llevo muchos años de escenarios, cinco discos, muchas canciones. Pero recién al conectar con mi mensaje la música tuvo tanto eco. Desde mi propia soberanía y propósito, la música empezó a fluir en todos los aspectos.
Nada en VIBRA es discurso lindo: son frases ancladas en lo cotidiano. La transformación es autogestión. Nosotras damos el contenedor, pero la transformación la hace cada persona. Soy peregrina nata. La música me abrió caminos. Para escribir “El camino de la Diosa” hice muchas peregrinaciones. Compartía conciertos y me quedaba investigando en cada lugar.
Así fue que en el sur de Francia armamos “El camino de la Magdalena”, los lugares donde María Magdalena peregrinó. La comunidad me pidió organizar viajes y ya fueron más de 100 peregrinas. Llevo grupos chicos para contener el proceso. No son viajes turísticos: son retiros y peregrinaciones donde la transformación pasa en el camino.
Y VIBRA Fest nació por la necesidad de volver a encontrarnos tras tanta virtualidad. El primero fue en Purmamarca: una revolución. Mucho networking, medicinas compartidas, ritualidad andina, ceremonias de cacao, canto, cuerpo, música y talleres. Ahora estamos organizando la edición 2026, que se hará también en Jujuy, fortaleciendo alianzas estratégicas entre mujeres que vienen de Argentina y de todo Hispanoamérica.
Ahí se ve la soberanía personal: traer el propio poder, encontrar el propósito y ponerlo al servicio. Muchas mujeres hicieron cursos pero no se animaban a llevarlo a la práctica. Ponerlo en práctica es pasarlo por el cuerpo.
La violencia de género en los orígenes del movimiento
-¿Esto está relacionado con el empoderamiento de la mujer? Trabajaste con víctimas de violencia de género…
-Sí. Empoderar es recuperar el poder que dejamos afuera. La soberanía personal tiene que ver con decidir y elegir. Cuando trabajé con víctimas hace más de 15 años fue también por experiencias personales. Yo había trascendido situaciones difíciles y quería compartir mis recursos con las demás mujeres.
Mis talleres en barrios carenciados buscaban mostrar que existían espacios donde podían descansar. Mi único recurso era la música y la amorosidad. No existía el feminismo como hoy. El programa se llamó “Somos Victoria”: generar un contenedor donde sentirse su propia victoria. Las hacía cantar, bailar, contar cuentos, componer, trabajar programación neurolingüística. Luego me formé en transgeneracional, constelaciones, yoga... Esos fueron los primeros pasos de lo que después sería VIBRA.
Coherencia, pareja y el camino personal
-Esos recursos que hoy compartís son los que te sacaron de una relación tóxica…
-Sí. Y hoy pude volver a conectar con la pareja sana, con la felicidad y el amor pleno. Con ese equilibrio entre masculino y femenino. Con mi marido buscamos un hijo durante muchos años. Perdimos embarazos, hicimos siete tratamientos de fertilidad. No encontraba terapeuta que me asistiera como necesitaba, así que busqué yo las herramientas. Fueron cuatro o cinco años de formación intensiva.
Entendí que no necesitaba ser madre biológica. Pensé: “No puedo meditar, vivir en la naturaleza, ser vegetariana y querer hacer un hijo en un tubo de ensayo”. No juzgo a nadie que lo haga, acompaño muchos procesos. Pero mi coherencia iba por otro lado.
A muchas mujeres les digo que no todas tienen que dejar sus profesiones y abrir un centro holístico. El mensaje se comparte desde donde esté cada una: abogadas, maestras, odontólogas… cada cual desde su propósito.
La alianza con Kathleen McGowan para unir teoría con práctica
-Este año hiciste una alianza con Kathleen McGowan. ¿Cómo se dio?
-En mayo, presentando mi libro en Francia, ella apareció en el evento. La había encontrado horas antes en una feria. Me vio con el libro y dijo: “The book of Valen”. Ella sabía del libro sin saber quién era yo. La invité y en la presentación hice un homenaje a esta mujer que abrió caminos hace 20 años.
Kathleen fue amenazada de muerte, perseguida. Vendió más de un millón de libros. Es la referente mundial en María Magdalena, como personaje histórico, desde documentos y manuscritos.
Juntas estuvimos trabajando información inédita que nunca vio la luz, en Oxford, en los Manuscritos de Nag Hammadi, en Egipto.
Ella trae la información sagrada. Yo traigo la cotidianidad, la experimentación. Así nació “La Auténtica María Magdalena”, que arranca en enero y será online (más información en la cuenta @soyvibra en Instagram). Muchísimas mujeres ya están inscriptas. Yo llevo meditaciones, ejercicios, música, herramientas.
Abriendo espacios de transformación personal
-¿Cómo te describirías hoy como mujer?
-Soy una comunicadora. Sigo siendo artista: decodifico un mensaje y lo comparto. Desde chica supe que era buena arriba del escenario. Pero con VIBRA descubrí que mi misión es abrir espacios para que lleguen otras personas a diversificarlo.
Mi rol es transmitir el mensaje para que las personas vivan la experiencia. Acá nadie es más que nadie. Es un espacio seguro para vivir procesos de transformación. Cada una desde su soberanía, desde su propio camino.








