El encuentro entre Marta y Gonzalo no fue mágico a primera vista. Ocurrió en 2003, durante un ensayo de la Vendimia distrital de El Resguardo, en Las Heras. Un escenario improvisado en un patio de tierra, una finca al lado, y mucha música. “Me habían llamado para hacer el personaje de agua en una zamba. Gonzalo era el tomero”, recuerda Marta. “Al principio ni nos miramos demasiado. Solo estábamos concentrados en nuestro trabajo”.
Lo que siguió fueron horas de ensayos, conversaciones al pasar, risas compartidas entre pasos y giros. “No hubo flechazo, fue más como una sensación que crecía día a día”, admite. Para aquel entonces, Marta ya era madre de un hijo pequeño y Gonzalo, cinco años más joven, se adaptaba a esa realidad. “Mis hermanos no le tenían mucha fe a la relación al principio”, confiesa.
Diferencia de edad, ella ya era madre y él se topó con su profesora, la hermana de ella: "Todo en contra"
Los obstáculos no demoraron en llegar: además de las diferencias de edad y las críticas que eso despertaba, parecía que todo estaba en contra de ellos. Para colmo, había un detalle que sumaba un condimento inesperado: la hermana de Marta —quien la había criado como una segunda madre— era profesora de Química Analítica en la secundaria donde estudiaba Gonzalo. Y justo esa fue la única materia que él no logró aprobar en todo el colegio, porque se fue a bailar a Cosquín y no rindió el examen.
El destino, caprichoso, los volvió a cruzar ese verano. Entre ensayos y largas noches de preparación, la relación empezó a crecer y, en medio de esas idas y vueltas, ocurrió una escena digna de telenovela: la hermana llegó de sorpresa un día antes de lo previsto y los encontró juntos. “Cuando lo vio, se quedó dura y le dijo ‘¡Cano!’, y él, todo nervioso, respondió ‘Profesora Morel…’. Fue como de novela mexicana, pero real”, recuerda Marta entre risas.
marta y gonzalo en pleno baila
Se cruzaron en 2003. Ella es 5 años mayor que él y ya tenía un hijo. Y él era alumno de la hermana de ella, pero nunca aprobado la materia.
Lo cierto es que, un mes después, ambos fueron convocados nuevamente, esta vez para formar parte del Acto Central de la Vendimia. Los ensayos se intensificaron y, con ellos, la atracción y la complicidad. “Nuestra pareja evolucionó en base al respeto y el cariño”, dicen.
Para Marta, la danza y la familia siempre han ido de la mano. “Bailar y compartir la vida con Gonzalo fue un aprendizaje constante. Aprendimos a apoyarnos, a escucharnos y a motivarnos”, cuenta.
Tres hijos hermosos que siguen los pasos de sus padres
Ezequiel, de 27 años; Constanza, de 19; y Julián, de 10 son sus hijos y todos siguen los pasos de los padres. La danza se convirtió en un legado familiar, y no hay mayor orgullo para ellos que verlos seguir sus pasos sobre el escenario.
“Recuerdo la Vendimia de Tupungato en 2012”, dice Marta. “Bailamos con nuestro hijo mayor y con Constanza, que tenía solo tres años. Fue un momento muy especial, lleno de emoción. Incluso en vacaciones, a veces espontáneamente toda la familia subimos al escenario. Esos momentos nos recuerdan quiénes somos y de dónde venimos”.
marta y gonzalo con dos de sus hijos (2)
Junto a dos de sus tres hijos. "Nos enorgullece que bailen como nosotros", señalan.
Marta dirige actualmente el Estudio de Danza Cano Morel, ubicado en la cuarta sección de Ciudad, donde enseña danza clásica, jazz, folclore y tango. “Es mi manera de compartir todo lo que aprendí y sigo aprendiendo”, dice. Gonzalo la acompaña en la escuela, consolidando no solo la parte profesional, sino también la pasión que los unió hace 20 años.
“El amor se construye día a día, y eso es lo que hemos hecho”, reflexiona Marta. “No hay secretos, solo respeto, paciencia y mucha comunicación. Y sí, la danza nos ayuda a mantenernos conectados. Bailar juntos es nuestra forma de decirnos lo que sentimos”.
Más allá del escenario de la Vendimia
Más allá del escenario, la Vendimia y la danza fueron el vínculo que los fortaleció como pareja y como familia. “La amamos porque es tiempo de compartir, de perfeccionarnos y de disfrutar lo que hacemos”, asegura Marta. “Pero también porque nos permite estar juntos, vivir nuestra pasión y crear recuerdos imborrables”.
Hoy, 22 años después, Marta y Gonzalo son una pareja sólida, con una historia que combina amor, arte y familia. “Se trata de acompañarse, de apoyarse y de celebrar cada logro juntos”, dice Marta. “Hemos aprendido a disfrutar los pequeños momentos, y también los grandes, como ver a nuestros hijos crecer y bailar a nuestro lado”, acota.
bailarines marta y gonzalo
"Bailo desde muy chica", dijo Marta. Y asegura que nunca creyó en encontrar el amor en el escenario.
La pareja ha sabido equilibrar la vida profesional con la familiar, creando un hogar donde la danza, el cariño y el respeto son los pilares. “Hemos construido un amor que se ve en cada gesto, en cada baile, en cada abrazo”, concluye Marta. “Es nuestra historia, nuestra manera de estar en el mundo, y estoy agradecida por cada paso que dimos juntos”.
Hoy, Marta y Gonzalo siguen bailando, enseñando y viviendo en Mendoza, su nido y su raíz. La historia que empezó en un ensayo de Vendimia hace 22 años sigue creciendo, con nuevos capítulos, hijos que aprenden de sus pasos y una pasión que no se apaga. La danza y el amor son su legado.
Para seguirlos: @estudiodedanzascano_morel