¿Cómo debe tomarse la religiosidad popular? ¿Cómo encuadrarla frente a la religiosidad “oficial”? ¿Cómo se acorta la brecha entre lo sagrado y lo profano?
¿Cómo debe tomarse la religiosidad popular? ¿Cómo encuadrarla frente a la religiosidad “oficial”? ¿Cómo se acorta la brecha entre lo sagrado y lo profano?
Tratándose de un fenómeno tan extendido en buena parte de los países, sobre todo de nuestra región, María Rosa Lojo le da un marco preciso en la oportuna reedición de su libro Cuerpos resplandecientes, donde descifra el influjo de los principales santos populares argentinos.
Señala, en el prólogo, que la religiosidad popular, “entendida como resultante de situaciones de pobreza y desvalimiento, suele considerarse alienante, en tanto intenta compensar, a su modo, carencias y desprotección, sin romper las relaciones de dominio que originan dicha pobreza”.
Es apenas uno de los tantos ángulos para abordar una manifestación tan arraigada. Un punto de partida.
La principal novedad de esta nueva tirada es la incorporación de Maradona al sencillo altar donde reposa la memoria de la Difunta Correa, el Guachito Gil, Santos Guayama, Vairoleto o Gilda, entre otros, rescatados en once cuentos de plena factura literaria.
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Desde su casa de Castelar, al oeste del conurbano bonaerense, María Rosa dialoga con el programa La Conversación de Radio Nihuil.
-¿De quién fue la feliz iniciativa de reeditar Cuerpos resplandecientes? Es un libro, además de muy atractivo de leer, muy colaborativo a la hora de entender un poco mejor nuestro país.
-Esa es la idea. Yo tenía siempre la intención de reeditarlo, porque salió en 2007 y estaba agotado. Todo el tiempo me preguntaban por el libro, me invitaban a programas de radio, a veces de tele y, bueno, no había ejemplares.
-¿Y cómo se destrabó la cosa?
-Comenté esto con mi editora de Alfaguara, Julieta Obedman, a quien le gustó mucho la idea.
-Manos a la obra, entonces.
-Hacía rato que queríamos hacerlo, lo que ocurre es que pasó la pandemia, se complicaron las cosas bastante en el mundo editorial y, por fin, después de algunas postergaciones, salió este año. Tiene una hermosa tapa del artista Damián Rucci, con la imagen de Gilda, que resplandece realmente. Es una muy bella obra. Estoy muy contenta con esta remake, que tiene el prólogo actualizado.
-Ese detalle es muy significativo.
-El prólogo, justamente, es más informativo, más académico, para que la gente se entere acerca de qué es este fenómeno. Pero, después, abre el juego a las ficciones. Y el último cuento es nuevo, sobre Maradona.
-El título del libro es Cuerpos resplandecientes porque alude el resplandor de la santidad. Pero también podría haber sido "Cuerpos dolientes", porque la unción de todos estos personajes de alguna manera tiene que ver con el martirio.
-Sí, sí. Eso es lo que compensa el dolor, el martirio, las pruebas. Compensa la condición para la santificación canónica, oficial, que sería la ejemplaridad moral, la virtud heroica, que estos personajes no tienen necesariamente. Pero han sufrido, han pasado pruebas, han tenido que superar muy difíciles situaciones y eso hace que, de todas maneras, la gente los considere santos.
-Y por eso resplandecen.
-En el prólogo hablo de la cuestión del cuerpo resplandeciente. Y estos cuerpos que han llegado a la muerte a través de arduos sufrimientos se transforman poéticamente en su opuesto, en el cuerpo brillante, poderoso, ya invulnerable, del bienaventurado que goza de la vida eterna. Irradian su luz sobre nosotros.
-Tu libro se compone de once historias, algunas con más de un personaje. ¿Te costó de hacer la selección final? Pregunto porque te quedaron varios afuera, por ejemplo, cuyanos como el gaucho Cubillos y Martina Chapanay o el gaucho correntino Lega, etcétera, que son mentados solo de pasada.
-Sí, por supuesto. Tengo libros de referencia como el de Félix Coluccio, que es una enciclopedia de las devociones populares. Y hay muchos gauchos. Lo que pasa es que el del Gauchito Gil es el culto más extendido, el más emblemático. En cuanto a Martina Chapanay, yo me ocupé de ella, pero en otro libro, Amores insólitos de nuestra historia. Hay un cuento entero dedicado a Martina, que es un personaje maravilloso.
-Pero Santos Guayama sí aparece.
-A Santos Guayama no lo había puesto, pero me pareció que también debía figurar acá; sobre todo, desde el lado de su amistad tan particular con el cura Brochero.
-¿Por qué particular?
-Porque Santos Guayama había sido declarado un facineroso. Estaba al margen de la ley. Era un montonero federal derrotado, como Martina. Sin embargo, Brochero lo respetaba muchísimo. Y lo quería traer para su lado, porque lo consideraba un hombre excepcional, un gran orador y un hombre de fe. Pensaba que esa fe se podía transmitir a muchas personas, por su carisma.
-Vamos uniendo hilos de nuestro trabajo. Por ejemplo, venimos de entrevistar a Mercedes Araujo por su novela La hija de la Cabra, que está ambientada justamente en las Lagunas de Guanacache, que es el ámbito de Santos Guayama.
-Sí, claro. Ahora bien, la historia que a mí me conmueve visceralmente siempre ha sido la de la Difunta Correa. Es un personaje entrañable, universal, porque, de alguna forma, es la gran madre, la que siempre está ahí para dar la vida. Y no es un personaje pasivo. Para nada es un estereotipo femenino pasivo.
-Eso explica la devoción popular que hay por ella.
-Más coraje que el de esa mujer es difícil de imaginar. La situación en que estaba y cómo se lanzó al desierto sin nada, con un chifle, con sus poquitas cosas y a pie, con su hijito. No se entregó al vencedor. Se fue. Se fue para resistir. Es muy fuerte ese personaje, se reveló totalmente. Es una guerrera sin armas.
-La mayoría de los personajes que figuran en tu libro se volvieron más ídolos después de muertos, como es el caso de Gilda. Pero Maradona rompió ese molde, fue dios antes de morir, ¿no?
-(Ríe) Dios en vida. Maradona, como dice Gabriela Saidon, ya era superhéroe y dios en vida. El milagro era él mismo. ¡No se puede creer lo que hacía Maradona! Así está definido por su hermano, por Ardiles y por todo el mundo, ¿no? O sea, sus proezas se consideraban más que humanas. No era algo normal.
-Aunque no siempre, en materia de santidad.
-Es que, de todas maneras, Maradona en otras cosas sí responde bastante a la estructura de la santidad popular porque es un hombre que viene del pueblo; del pueblo más desfavorecido y asciende desde una situación muy precaria, muy humilde, hasta la cima de la fama y del éxito.
-Pero a veces era demasiado humano, ¿no?
-Porque representa la fragilidad y la vulnerabilidad también, por sus caídas, su autodestrucción. Y, luego, por la capacidad también de resiliencia y de rearmarse a través de todo un proceso reconstructivo, que termina mal porque Maradona, finalmente, no puede superar esa fragilidad y muere, lo que también es parte del mito de los santos populares.
-Exacto, la muerte en esas circunstancias es algo básico para su particular reconocimiento.
-Muere en una situación muy sufriente, muy difícil. Incluso, cuando fallece, sale toda esta polémica de si Maradona murió o lo mataron, porque lo abandonaron, porque no lo trataron bien, por todo lo que se sabe y que todavía anda dando vueltas.
-En definitiva, encaja perfecto en esta construcción.
-Ahí están las dos cosas, la construcción típica de los santos populares y también ese exceso que hace de Maradona como una especie de prodigio sobrenatural en vida, que rompe todos los moldes.
-En este punto, vos apelás a una cita muy elocuente de la psicoanalista Silvia Bleichmar, cuando dice que Maradona "se parece a nosotros y a nuestra historia. Los argentinos somos Diego: podemos hacer cosas sublimes y cosas espantosas". En lo pasional también, ¿no?
-Sí, sí. Creo que en lo emocional nos representa muchísimo Diego Maradona y por eso la gente lo quiso tanto. No solamente porque era un futbolista fuera de serie, un genio y un artista. Eso es algo que se le debe a él también, la reivindicación del fútbol como un arte. Él nos representa además por esa capacidad creativa y destructiva que tanto nos caracteriza como pueblo.
-Acá encontramos, tal vez, una paradoja con Messi porque, siendo un mago a la altura de Diego, es tan correcto que eso le impide ser un santo popular. Como que le hace falta pasar por el barro en algún momento.
-(Ríe) Sí, algo de eso hay. Messi se aproximaría más a la santidad normal, oficial. Un hombre de vida correcta, de vida intachable. Tendría que haber hecho, quizás, además de ser el genio futbolístico, otras cosas que lo vincularan más con la comunidad. Pero en el caso de Maradona hay un vínculo empático increíble con la comunidad, yo creo que más que el que tiene Messi, justamente a partir de esas fallas emocionales que lo vuelven cercano.
-Falla humana y empatía comunitaria, un camino de santidad.
-Eso es algo muy fuerte en los santos populares: que, justamente, no son perfectos. Tienen caídas, imperfecciones, muchos de ellos. Todos transgreden algo, pero no todos son transgresores morales. O sea, todos en definitiva somos imperfectos, son excepcionales los casos de perfección. Y por otro lado, el sufrimiento compensa la falta de excelencia en ese aspecto moral.
-Todo esto justifica plenamente la inclusión de Diego en la nueva edición de tu libro.
-Esa es un poco la paradoja de Maradona. Yo lo enfoco literariamente porque todos los cuentos son literarios y todos tienen perspectivas diferentes de construcción y de abordaje.
-¿Y cómo abordaste en particular este último caso?
-Lo hago desde algo que me pasó a mí misma. Yo quería escribir sobre Maradona y no sabía desde dónde enfocarlo. Porque justamente es un personaje polémico y difícil de reivindicar en muchos aspectos.
-¿Cuál fue la principal dificultad a la hora de construir el personaje? ¿Por qué te costó tanto?
-Porque yo me considero y soy de la generación de las feministas clásicas. Entonces, ¿cómo digerimos a Maradona? En algunos aspectos son tan difíciles de aceptar sus conductas, no fue un buen padre con algunos de sus hijos, con otras sí. Tuvo tantas ambivalencias, ¿no?
-¿Y por dónde te cerró la cosa?
-Hay una vuelta de tuerca que da el cuento, que lo toma en un momento de una consagración especial, que era la que le faltaba y que él ansiaba: la convalidación de su genialidad y de su capacidad intelectual, porque no era ningún tonto. Fue desde un podio al que él no había podido acceder nunca, el podio de lo académico.
-Y de máxima academia, por si esto fuera poco.
-Claro, Oxford. ¡Nada menos que Oxford! Y después de haber derrotado a los ingleses en el fútbol. ¿Te imaginás? Que los británicos lo llamen, le den un lugar de honor, se le conceda el diploma de Maestro Inspirador de Soñadores. Y que pueda hacer gambetas y jueguitos ahí, en el centro de la intelectualidad británica misma, después de ser el vencedor. Fue algo fascinante, increíble para él.
-Convengamos que eso también habla bien de los británicos.
-También, sí, sí, en su capacidad de aceptar a alguien genial que los había derrotado.
-Es muy simpático porque en esa visita a Oxford a Maradona lo ponés incluso al lado de Harry Potter.
-(Ríe) Sí, está esa evocación porque se parece al escenario de la escuela de magia. Y también porque es un niño prodigio como Harry Potter.
-Está lleno de evocaciones este capítulo.
-Ahí hay una figura en el sueño que podría ser como un alter ego mío, en esta atmósfera onírica que se da en el cuento, que le pregunta: ¿pero, qué pasa? ¿Qué es esto de la conexión directa que vos tenés con el Barba, como lo llamás? ¿Vos hacés realmente milagros? Y él le dice: no, no, yo no soy. Es Maradona.
-Claro, el tipo no entiende nada.
-Entonces le repregunta: ¿por eso te gusta tanto hablar en tercera persona, como si Maradona fuera otro? ¡Es que es otro! -dice Diego-. Yo soy el precio de Maradona, nada más.
-Primero lo pones junto a Harry Potter, pero aquí al lado de Borges.
-A su lado, porque Borges también expresa algo similar. Está en el epígrafe del cuento. Dice: "Yo vivo, yo me dejo vivir, para que Borges pueda tramar su literatura".
-La mayoría de los santos de tu catálogo son pecadores. Algunos eran delincuentes, otros se metían en la catrera de algunas mujeres de la época, etcétera. Pero, de todos estos, ¿cuál es el más santo, en el sentido clásico, el más bueno? ¿Ceferino, tal vez?
-Los santos claramente ya consagrados son el cura Brochero y Ceferino Namuncurá. Los dos tuvieron vidas de entrega. El cura Brochero, una larga vida de entrega. Fue un anticipado de la opción por los pobres, que después seguirían los curas tercermundistas.
-Está muy bien reflejado en tu libro.
-Él iba a ver a los más necesitados y miserables. Se enfermó de lepra porque estaba en contacto con leprosos, los asistía. Pudo tener posiciones en la jerarquía eclesiástica muy acomodadas y muy buenas, pero las rechazó. Decía, refiriéndose a sí mismo: no es esta mula para ese corral. Así las rechazó. Y vivió en la mayor humildad. Es una figura realmente de abnegación.
-¿Y Ceferino?
-También es como un símbolo de la entrega total a una vocación muy prematura que, al mismo tiempo, se pone en duda.
-¿Por qué?
-Porque en el cuento hay dos médicos que lo visitan en su agonía. Son dos personajes ficticios. Uno de ellos, incluso, Gabriel Victorica, viene de una novela mía anterior, La princesa federal.
-La escena transcurre en Italia, precisemos.
-Sí, cuando él está ya asistido ahí en sus últimos momentos. Entonces los dos debaten, el argentino, que es Victorica, y un irlandés, que va a ver a Ceferino también. Y discuten. Victorica le dice: pero este pobre muchacho, al final, ha sido objeto de un lavado de cerebro. Es como un mono que los salesianos han educado para que sea la muestra del éxito de sus prédicas.
-El irlandés no le compra el argumento...
-El irlandés le responde: bueno, más o menos. Habría que ver, porque él hizo lo único que podía hacer un hijo de grandes guerreros derrotados. No tenía más lugar sobre la tierra, pero sí podía demostrarles a los huincas, a los blancos, que él podía ser el primero en el cielo, por su sacrificio y por su ejemplo.
-Interesante contrapunto.
-Es una interpretación, ¿no?, que uno puede tomar o dejar. Por eso el cuento es un cuento, porque es una conjetura.
-Después de preguntarte cuál era técnicamente el más santo de todos, segunda inquietud: ¿la más fiestera de todos los santos populares es la Telesita?
-Y también el Gauchito. El Gauchito era muy fiestero. Por eso dicen que lo atrapan.
-Pero la Telesita es la fiesta misma.
-Sí, la Telesita es el símbolo de la fiesta. De la inocencia y de la fiesta. Esa alegría popular viene de culturas muy antiguas, porque esto transcurre en toda la zona de influencia quechua.
-Uno de nuestros calificados oyentes, Roberto Mercado, periodista cultural y músico, dice que la canción folclórica ha rescatado a estos santos populares y que la Telesita es considerada fundamental para la chacarera.
-Así es, claro que sí. Está citada en mi libro con el epígrafe del cuento de la Telesita de los Carabajal, que es un grupo que a mí me encanta.
-Este derrotero de los santos populares atraviesa una delgada línea que puede molestar, o no a la Iglesia, que ha reconocido a muy poquitos de ellos. ¿Qué dicen los curas en general? ¿Vos has hablado con ellos al respecto?
-Yo tuve el privilegio de conocer en Corrientes al padre Julián Zini antes de que falleciera. Zini era chamamecero y nunca dijo oficialmente que el Gauchito Gil fuese santo, pero sí que era un hermano que murió injustamente, que murió inocente y que puede representarnos ante Dios a nosotros. Eso es lo máximo que llegó a decir.
-¿Y más allá de esta opinión puntual?
-Había una simpatía de la Iglesia hacia él, una devoción tan extendida como la hay también hacia la Difunta Correa. No hay un proceso de canonización iniciado, que también sería difícil incluso por lo biográfico-documental.
-¿Por qué esto?
-Porque las vidas del Gauchito Gil y de la Difunta Correa en realidad nos llegan a través de versiones. Incluso las fechas son imprecisas. En el caso de la Difunta, bastante imprecisas. Hay un margen de años. Por eso hasta cierto punto son figuras legendarias. Lo mismo pasa con la Telesita.
-¿Cómo los encuadramos, entonces?
-Los cultos muy extendidos no son incompatibles, además, con el cristianismo. Al contrario, son cultos que nacen dentro de un marco cristiano-católico. Y los fieles que van muchas veces son creyentes en la religión católica. Vos ves por el merchandising de los santuarios espontáneos que estas figuras de santos populares están al lado de Jesús, al lado de la Virgen de Luján. No están peleados en absoluto, es como que se integran.
-Lo que pasa es que también en ellos se conjugan valores o cosas que pueden ser incómodas como, por ejemplo, el culto a San la Muerte.
-San la Muerte es un caso aparte. Yo por eso lo abordo en el prólogo de una manera que no estaba en el libro original y no figura como personaje, porque ni siquiera se sabe si es un personaje San la Muerte.
-¿Dónde lo ponemos?
-Se ha intentado blanquear también al culto de San la Muerte en el sentido de quitarle los aspectos más siniestros que ya no tienen que ver con la justicia, sino con la venganza y con el daño. Pero no hay tampoco ninguna documentación.
-¿Qué hay?
-Hay versiones que lo presentan como que fue un misionero de los que se resistieron a irse cuando los jesuitas fueron expulsados y que siguió en su puesto atendiendo a enfermos y por eso lo encerraron y se murió. Quedó reducido a un esqueleto. Esa es una versión que lo personaliza.
-Pero hay otras interpretaciones más alegóricas, ¿no?
-También se lo relaciona con las alegorías medievales de la muerte, con la magia negra, con los amuletos de poder que vienen de la cultura guaraní. Así que es un personaje, yo diría, de otro orden. No pertenece exactamente al mismo universo que estas figuras que protagonizan los cuentos.
-Finalmente, sabemos que vas a venir para la Feria del Libro, así que te esperamos.
-Súper feliz de haber conversado. Espero encontrarme con los mendocinos y mendocinas. Es una provincia que amo y a la que he ido muchas veces. Así que para mí es una fiesta siempre que voy.
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