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Jorge Malpartida, los jóvenes y la tecnología: "Lo extraño no viene del espacio. Ya está entre nosotros"

El peruano Jorge Malpartida Tabuchi -docente, periodista y escritor- es autor de “Otras formas de ser humano” una antología editada por Compañía Naviera Ilimitada Editores

Jorge Malpartida Tabuchi es peruano, pero podría representar a cualquier joven de cualquier país. Aunque practiquen diferentes idiomas. ¿Qué los une y asimila? El uso y el lenguaje de la tecnología.

A la hora de expresar sus preocupaciones, la ciencia ficción que cultivan ya no pone el acento en futuros distópicos o en invasiones alienígenas. "El futuro ya nos alcanzó", señala nuestra entrevistado.

Jorge escribió un cuento titulado "Sabía que vendrías a buscarme", que integra la antología Otras formas de ser humano. La conforman diez relatos seleccionados por el Premio de Cuentos de Ciencia y Tecnología de la OEI (Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura).

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Desde Arequipa, Jorge habló con Radio Nihuil.

Desde Arequipa, Jorge habló con Radio Nihuil.

Desde Arequipa, la ciudad donde nació y trabaja actualmente, Jorge, periodista y docente de literatura, dialoga sobre variados temas, incluyendo el fútbol y las comidas típicas, con el programa La Conversación de Radio Nihuil.

-Jorge, tu segundo apellido, Tabuchi, nos puede sonar italiano, pero en realidad es japonés, ¿no?

-Correcto. Es un apellido nikkei. Yo tengo esas raíces también.

-¿Y por qué hay tanta relación de Japón con tu país? ¿Cuál es la explicación?

-Hubo una ola migratoria muy fuerte a fines del siglo XIX, inicios del XX, previo a la Segunda Guerra. Entonces, Perú es una de las más grandes colonias nikkei en el mundo, junto con Brasil.

-¿El hecho de ser mitad peruano y mitad japonés ha hecho que te gusten el animé y todo lo que lo rodea?

-Sí, también. El anime (pronunciado sin acento), los videojuegos y el manga.

-En febrero entrevistamos a una escritora de tu país, Karina Pacheco, oriunda del Cusco. Vos sos de Arequipa. Se trata de dos ciudades con una poderosa historia detrás, con raíces muy profundas en nuestro continente.

-Arequipa, como tú mencionas, es una ciudad del sur de Perú. Tiene una fuerte conexión con los Andes. Y, siendo una ciudad andina, hay mucha migración de zonas como Cusco, Puno, Tacna, incluso del norte. Entonces, esto está muy arraigado culturalmente.

-A Karina Pacheco le amargaba el hecho de que, siendo el Cusco y otras zonas que son cuna de nuestras antiguas civilizaciones, a muchos peruanos les avergüenza reconocer ese linaje, rechazan asimilarse a los cholos, por ejemplo.

-Tal cual lo dices, hay, como en cualquier sociedad latinoamericana, racismo, ataques de odio por el idioma, por la cuestión de cómo nos vemos en la piel. Pero, sí, está muy mezclada culturalmente la cosa y eso es lo que la hace rica también a Arequipa, ¿no?; esta mezcla del quechua, del aymara, del mundo andino. De igual modo, la herencia colonial, la herencia española, forma parte de nuestra cultura.

-Ustedes, los peruanos, son famosos en el mundo, entre otras cosas, por la gastronomía. Han logrado una identidad que nosotros envidiamos. ¿Cuáles son platos típicos de Arequipa, esos que cualquier visitante no puede dejar de probar si pasa por allá?

-Parte de la cocina tradicional de Arequipa es la picantería. Hay variados platos. Yo no soy un experto en culinaria, pero quizás el que le suele conectar más a los turistas es el rocoto relleno.

-¿En qué consiste?

-Es una especie de pimiento picante relleno de carne cortada, con una capita de queso, con papas doradas. Algunos hacen un pastel de papas. Y otro ingrediente clave es el camarón, que se hace en chupe, en sopa. Les suele gustar mucho a los visitantes.

-¿Y vos, particularmente, qué plato elegís como preferido?

-A mí lo que más me gusta son las torrejitas. Las torrejitas de verduras son algo más simple, más mundano.

-Cuando nos llegó el dato de esta antología, Otras formas de ser humano, nos pareció interesante de entrada porque permite atisbar en qué andan nuestros jóvenes, en torno a la ciencia ficción o a la ciencia a secas. Y lo que salta a primera vista es que hemos dejado atrás la preocupación por los extraterrestres y los alienígenas, para apuntar, más bien, al mundo digital, a la conexión con la máquina, a las redes en conexión con nuestra mente.

-Claro. Por ejemplo, en esta antología que se hizo a raíz del premio de la OEI, había esta preocupación acerca de cómo se está pensando el futuro desde la tecnología, desde los aparatos.

-¿Y? ¿Qué conclusiones sacamos?

-Lo que pasa es que el futuro ya nos alcanzó. Se han acelerado tanto las cosas que lo que pensábamos que iba a pasar dentro de muchas décadas, muchos siglos, ya está por acá, a la vuelta. Ya tenemos inteligencia artificial con la que interactuamos. Incluso ya no es necesario pensar que va a venir desde el espacio lo extraño, sino ya está entre nosotros. Por eso la preocupación está en lo más cotidiano, en lo más mundano.

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"Sabía que vendrías a buscarme", cuento de Jorge.

-Lo demuestra tu relato, ¿no?

-En mi cuento, "Sabía que vendrías a buscarme", la cuestión que genera la tensión es algo que ya lo podemos hacer nosotros: meternos a la red, meternos a internet a buscar información; y nos terminamos mezclando con todo ese contenido.

-Tu historia es realmente muy atractiva y cuenta la situación de una mujer que es conectada a una máquina para que pueda recuperar algunos recuerdos. Hay bastantes parentescos con la mayoría de los otros relatos y eso que entre ustedes no se conocían.

-Lo que pasa es que, a pesar de que somos de diferentes países, de diferentes espacios, en cierta medida la tecnología ya nos hermana. Estamos conectados por los mismos usos del celular, de internet, de consumo de contenido. Entonces es igual acá, en Argentina, en China, en Australia. Incluso, con diferencias de idiomas, tenemos en común ese lenguaje tecnológico. Por lo tanto, hay vectores comunes en los cuentos de esta antología, sin pensarlo.

-Hablando de estas cosas, ¿vos sos el típico nerd, metido todo el día en las máquinas, en el celular, más o menos como hacen nuestros hijos?

-(Ríe) Bueno, yo ya soy un treintón. Nací en los noventa, ya tengo treinta y cuatro años. Pero sí, soy un nerd por el hecho de que estoy muy metido en los libros y el estudio. Incluso tú mencionas que a mí me gusta mucho el anime, la cultura otaku, los videojuegos.

-¿Y en qué se traduce todo eso?

-Todo eso genera ciertas conexiones con todo este mundo. No es que esté todo el tiempo metido en las últimas novedades tecnológicas, pero sí hay mucho consumo cultural, no solo a partir de los libros en el papel, sino a través de internet: películas, streaming, series, comics, animaciones.

-Un joven de nuestro tiempo...

-Por ese lado sí están muy metidos internet y lo tecnológico en mi vida; incluso como profesor, como periodista, creo que es inevitable. Es algo positivo, pero también, a veces, medio negativo, como se puede ver en algunos de los cuentos. Es decir, cómo la tecnología toma el control de nuestras vidas.

-¿Vos estudiaste periodismo?

-Sí, yo soy licenciado en periodismo y tengo una maestría en escritura. Manejo esos dos ámbitos, lo fáctico, pero también lo ficcional.

-Los periodistas más veteranos sentimos que nuestra profesión, en los nuevos tiempos, está amenazada por las redes, por la tecnología, por la inteligencia artificial. Nos parece que ya somos menos influyentes que los youtubers o que los nativos de TikTok. ¿Cómo lo siente la gente de tu generación?

-Sin duda hay esa sensación de crisis, aunque creo que si le hubiéramos preguntando, cien años atrás, a otros periodistas, habrían tenido esa misma sensación.

-Probablemente hubiera sido así.

-La tecnología siempre genera esa tensión. Es cierto que hay esa idea de que tiene más influencia un youtuber, que está hablando de entretenimiento, que está hablando de cosas que son tendencia, pero al final yo pienso que el periodismo sigue siendo necesario.

-¿Desde qué lugar?

-Así sea un consumo de nicho, un consumo minoritario, es importante que exista este manejo profesional de la información, de las noticias, porque si no se deja la verdad en manos de un algoritmo. Y el algoritmo, al final, no tiene una cuestión humana para discernir qué es importante, qué es necesario, qué es verdadero.

-Hay futuro, entonces, todavía.

-Es cierto que hay tensión con la tecnología, pero yo no pienso que vayamos a desaparecer, al menos como profesionales.

-Este certamen de cuentos de la OEI que los seleccionó a ustedes tuvo una participación de unos quinientos escritores de diecisiete países. Resultó sumamente convocante.

-Sí, por ese lado para mí fue un gran gusto haber sido seleccionado en este concurso porque, además de la cantidad de trabajos de calidad que se presentaron, el jurado era muy bueno. Había escritores a los que admiro mucho como el argentino Martín Felipe Castagnet, Liliana Colanzi de Bolivia o Fernanda Trías de Uruguay, entre otros.

-Hay algo curioso porque, dentro de los diez elegidos de la antología, hay tres brasileños, tres argentinos, uno de Perú, uno de España, uno de Bolivia y uno de Chile. Es casi como una representación del mundo del fútbol, al menos en nuestro continente, ¿no?

-(Ríe) Claro, es como en el fútbol. Siempre en los equipos hay más de Argentina o Brasil, que son más hegemónicos. Pero, sin duda, reconozco que Brasil y Argentina son industrias donde editorialmente están mucho más avanzados, con mayores producciones, mayores conocimientos, incluso con mayor circuito cultural.

-Utilizaba una comparación futbolera porque vos tenés un libro que se llama Patato. El goleador humilde que miraba al frente. Por el título parece un cuento del Gordo Soriano. Y es una crónica sobre Eduardo Márquez, a quien no tenemos muy registrado por aquí.

-Este es un perfil periodístico, una incursión en la crónica, no en la ficción. Es el perfil de un jugador de los sesenta, setenta, en Perú, en Arequipa, del club de mi ciudad, el FBC Melgar. Allí es considerado el ídolo histórico.

-¿Cómo era su momento?

-Es de la época en que venían a jugar acá el Santos de Pelé, el River de Amadeo Carrizo, el Dinamo de Lev Yashin, la Araña Negra. Es decir, venían jugadores de ese calibre a hacer giras a Sudamérica y llegaron a Arequipa, una ciudad de provincia, donde Márquez fue la estrella.

-Justo recordaste a una verdadera leyenda de aquellos tiempos, la Araña Negra, el gran arquero de la Unión Soviética.

-A mí me llamó la atención eso. Tuve que revisar periódicos de la época, meterme en la biblioteca, buscar a periodistas antiguos. Era llamativo que vinieran jugadores de ese calibre acá. O sea, que viniera Yashin, el mejor arquero del mundo, a Arequipa, era como si hoy vinieran Courtois o el Real Madrid.

-Ha pasado el tiempo y ahora tu seleccionado no anda muy bien. ¿Quién es hoy el máximo jugador de los peruanos?

-(Ríe) No anda muy bien, es cierto. Perú está en una etapa de renovación generacional. Lo más triste es que el jugador estrella sigue siendo Paolo Guerrero, que tiene cuarenta años. Ya saldrán más.

-Volviendo a la ciencia y la tecnología, ¿vos creés que hay diferencia entre escribir desde acá, desde Latinoamérica, que hacerlo desde los países que son vanguardia mundial como Estados Unidos, Japón, China, Europa en su conjunto? ¿Cambia la temática?

-Sin duda. Incluso antes, cuando consumíamos la ciencia ficción más clásica, venía de Norteamérica, de Reino Unido, ¿no? Y hay esta idea de la tecnología como una utopía, una idea de un futuro mejor. Pero no siempre. Aparecen un poco los peligros, sin embargo, hay esta idea de la vanguardia, como tú dices.

-¿Y qué cambia a partir de ahí?

-Me gusta cómo se da el giro en nuestros países, porque hablamos de tecnología, pero es una tecnología a veces pirateada, de segundo uso, modificada, más distópica. Ese es el aporte que estamos haciendo nosotros desde nuestros territorios. Estamos utilizando la tecnología sin ser creadores, sino más bien como consumidores.

-Algo muy ajustado a nuestra realidad.

-Igual ahí hay posibilidades para la creación, para la crítica, para las nuevas visiones. Porque, al final, la ciencia ficción lo que permite, más que ser un dispositivo para generar desesperanza, es darnos algo de esperanza pese a todo lo malo que podría, entre comillas, traer. Hay posibilidades de seguir rescatando siempre un poco de humanidad en todo eso.

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Otra de las obras de Jorge Malpartida Tabuchi.

Otra de las obras de Jorge Malpartida Tabuchi.

-Venimos de entrevistar en este programa a un argentino, Michel Nieva, que trabaja en la Universidad de Nueva York y que aplica la ciencia ficción y la cultura cyberpunk para releer la historia argentina. Vos también metés la cuestión punk en tu flamante libro de cuentos, , … ¿Qué los atrae a ustedes de todo esto?

-En primer lugar, Michel Nieva es un autor al que yo leo. Admiro mucho su labor. Es uno de los autores actuales que están haciendo cosas muy interesantes. Y mi libro es un conjunto de historias sobre anime, punk, etcétera. La conexión que yo puedo encontrar es que, al final, el punk no deja de ser un material musical, contracultural, un signo de nuestros tiempos.

-¿Qué tipo de signo?

-Un signo de cómo la cultura más hegemónica o incluso que es producida en el exterior, porque el punk es un fenómeno anglosajón y también de Estados Unidos; cómo cae este mundo en nuestros países.

-¿Y? ¿Cuál es tu resultado?

-Yo al menos en mis cuentos exploro cómo se vive la música punk en una ciudad como Arequipa; una ciudad que no es una capital, donde no hay acceso a salas de grabación, a managers, a grandes conciertos. O sea, cómo se vive la contracultura en un espacio así. Por ahí se puede ir hermanando.

-Claro, en los matices de uno y otro mundo.

-Lo mismo de cómo se desarrolla la tecnología en un continente donde no se desarrolla tecnología. Digamos, cómo se vive la contracultura en una ciudad que quizás es mucho más conservadora, más cerrada, con menos posibilidades.

-Por eso mismo resulta una curiosidad hablar de punk en Arequipa porque, para nosotros, el cliché es que en Perú suene "La flor de la canela" cantada por Chabuca Granda.

-Cierto. Incluso es algo que a mí me gusta porque yo he crecido un poco con esa idea. La música tradicional en Perú está más conectada a eso, al folclore. En Arequipa está el yaraví, que es el género más oriundo, más tradicional.

-Fuiste creciendo bajo ese clima cultural.

-Yo he vivido eso. Cómo se hace punk en una ciudad como esta, de qué hablamos, de dónde conseguimos los instrumentos, cómo son los nombres de las bandas. Entonces, todo eso se cuenta en algunos de los cuentos. Lo mismo para la cultura otaku.

-Para el que no lo sepa, los otakus son los seguidores del anime, de los dibujos animados, ¿no?

-Sí, también. Es una idea cultural que viene de Japón, pero en cada país se va transformando, ya sea en México, en Argentina o en Perú. Pero al final es un consumo cultural que está muy amplificado ahora con el streaming, con plataformas como Crunchyroll y Netflix. Hay mucho consumo de anime. Y mucha gente, incluso, aunque no sabe que es anime, lo consume, lo ve y se conecta culturalmente con eso.

-Teniendo un segundo apellido japonés, Tabuchi, y siendo un otaku, con seguridad serás un seguidor de las películas de Miyazaki.

-(Ríe) Del estudio Ghibli, sí, sí, sí. Creo que es uno de los creadores que ha conectado más universalmente. Es muy popular. Tiene toda esta característica del mundo fantástico, de la inocencia y con un nivel estilístico muy alto. Incluso en mi libro de cuentos hay menciones a películas de Ghibli. Ahí se van conectando todas estas ideas, estos mundos fantasiosos.

-Decíamos, al principio, que la ciencia ficción actual ha perdido un poco el interés por los extraterrestres, pero en tu libro de cuentos hay cazadores de ovnis al pie del volcán. ¿Cómo es eso?

-Se trata, nuevamente, de jugar con las propias mitologías que tenemos en nuestros países. Así como en Otras formas de ser humano yo exploro, a través de la tecnología, cómo se podrían vivir en el futuro las inmersiones para buscar recuerdos, en este cuento, que habla de un periodista que viene a buscar ovnis a la ciudad de Arequipa, yo juego con la mitología que hay alrededor.

-¿Qué tipo de mitología?

-Así como existen el Área 51, el caso Roswell, en mi ciudad existe mitología de avistamientos, de luces. Incluso en escritos de la colonia se menciona la aparición de objetos voladores no identificados. Entonces, yo creo mi propia construcción mitológica. Hasta aparece la figura de Pedro Paulet, oriundo de mi ciudad, que es uno de los precursores de los viajes espaciales o la astronáutica.

-Un oyente de este programa pregunta cuál es tu opinión acerca de la inteligencia artificial. ¿Nos va a terminar manejando la vida o no es para tanto?

-Tendría que dar una versión en serio y otra más distendida. Pienso que, en general, es una herramienta que está ahí ya presente. No tiene mucho sentido ponerse a adivinarla o decir que no hay que usarla. Ya está ahí, sea cual sea nuestra profesión.

-Está ahí, pero ¿cómo?

-Va a estar ahí como el motor de Google, para buscar información. Entonces, en este caso, pienso que es una herramienta útil, al menos para la gente, como yo, que se dedica al periodismo, a la escritura, para buscar información, para generar materiales un poco básicos. No creo que vaya a reemplazar por este momento la creatividad, las emociones. Eso aún no lo tiene. Por ese lado tenemos que estar un poco tranquilos.

-¿Y por el otro lado?

-Por el otro lado sí podríamos preocuparnos en el sentido de recordar a Terminator y a Skynet. ¡Skynet ya se viene!, así que tratemos bien a la inteligencia artificial. Siempre pidamos por favor, despidámonos con cariño porque quizás en algún momento se van a levantar las máquinas (risas).

-Al final de la entrevista con Michel Nieva, le preguntamos cuál era su película o serie preferida de ciencia ficción. Nos mencionó Stalker, de Tarkovsky, y la original de la serie Alien. ¿A vos qué te ha sorprendido últimamente?

-Lo que me sigue fascinando siempre, cada temporada, es Black Mirror. Ahí hay un material de cómo la ciencia ficción está operando en nuestros días. Es esto de cómo el futuro ya está a la vuelta de esquina. Ya no es necesario soñar en otros mundos porque esos nuevos mundos ya están ahí. Ya nos están acechando.

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-En una entrevista, vos admitís que, bombardeado por internet, tu formación y tus consumos culturales, de verdad, son un quilombo. Como corresponde a individuo del siglo XXI.

-Sí, sí. Es algo que pasa con mi generación. Yo, incluso, he pasado un tiempo de manera analógica, porque comencé a vivir con internet recién en la adolescencia.

-¿Cómo describirías esa manera de vivir?

-Yo tengo una formación como periodista, con una formación literaria que me ordena un poco las cosas, me da ciertas bases. Pero aún es producto de nuestros tiempos ese consumo desordenado.

-¿En qué se traduce ese desorden, según vos?

-Pienso que tenemos demasiadas opciones y a veces eso, más que un alivio, es una condena. Porque nos perdemos ahí, en esa maraña, y no sabemos cómo ordenarnos.

-¿Y qué te da tu formación?

-Al menos a mí la literatura, la escritura, sí me permiten ordenarme un poco para escribir un cuento, un ensayo, un reportaje, una crónica; ordenar todo eso que tengo en la cabeza. Pero sí; creo que soy consciente de ese desorden en cuanto al consumo cultural.

-Sobre el final, nos llega un muy buen aporte de un colega y músico, Roberto Mercado, que dice: "Jorge nombró el yaraví como su música tradicional. De este género derivaron el triste y el estilo; y de estos, la tonada cuyana". Ahí tenemos todo un hilo que une tu tierra con la nuestra.

-Sí, hay conexiones, sin duda. No por nada somos un mismo continente, tenemos un mismo idioma, estamos hermanados por muchas cosas. Y qué buen dato que me has pasado. Incluso da para un relato eso, así que lo voy a explorar más.

-También nos une la cordillera. Somos pueblos de montaña.

-Claro, tenemos este hermanamiento por la cordillera e históricamente el cruce de los Andes, de San Martín, que luego llega al Perú. No sé si ustedes tendrán volcanes, pero, sí, tenemos demasiadas conexiones, así como las redes de Internet, ¿no?

-¿Cuál es el volcán más significativo de tu zona, el más cercano?

-La zona urbana de Arequipa está rodeada al menos por tres volcanes: el Misti, el Chachani y el Pichu Pichu, que están ahí, como parte del paisaje. Cualquiera que se levante en la mañana los va a ver, siempre, en especial el Misti, que es el que está en el medio. Es el más simétrico y el más emblemático porque aparece en poemas, en canciones, en fotografías. Y es al que rodean los ovnis, según mi teoría (risas).

-El hilo está completo porque nosotros también tenemos un volcán emblemático y a la vista, el Tupungatito.

-¡Ah, qué bonito! Mendoza nos transmite muchas ideas, como zona de los vinos y todo eso. Así que ya me avisarás cuál es el mejor vino mendocino que uno debe buscar.

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