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Manel Loureiro, las claves de un superventas: "Leer un libro tiene que ser una aventura maravillosa"

Manel Loureiro es escritor y abogado español. Licenciado en Derecho por la Universidad de Santiago de Compostela, es de los escasos autores en español que han logrado en este tiempo figurar en la lista de los más vendidos de Estados Unidos

La profesión de abogado le otorgó a Manel Loureiro el don de saber contar historias para convencer a jueces y fiscales en sus litigios.

Ese mismo talento lo probó después, como un divertimento de ficción, en un blog, que no tardó en convertirse en un inesperado suceso. Tan explosiva resultó Apocalipsis Z, su historia de zombies, que Prime Video está próximo a estrenar su versión en el streaming.

A partir de entonces, Manel entregó todas sus energías a la literatura, hilvanando un suceso tras otro.

Hoy es un superventas. Uno de los escasos autores en español que han logrado en este tiempo figurar en la lista de los más vendidos de Estados Unidos.

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Portada de Cuando La Tormenta Pase.

Portada de Cuando La Tormenta Pase.

De paso por Argentina para presentar su nueva novela, Cuando la tormenta pase, una historia de misterio y acción ambientada en el singular archipiélago de Ons, en la costa gallega, que le valió el premio Fernando Lara 2024, Loureiro demuestra también sus brillantes recursos oratorios en diálogo con el programa La Conversación de Radio Nihuil.

-Hola, Manel, buen día. Por acá te están elogiando las chicas, no solo como escritor, sino también como galán maduro.

-(Ríe) No. No tanto. Simplemente soy una persona que cuenta historias y que tiene la suerte de que hay mucha gente que quiere leerlas.

-No es sólo suerte. Tenés un don para enganchar a los lectores. ¿Dónde lo cultivaste? ¿Cómo fuiste alimentando tu fantasía desde chico para transformarte en esta persona creativa?

-Pues supongo que he hecho el mismo camino que hace toda la gente que lee mucho. Desde que era un crío me ha encantado leer, me ha encantado disfrutar de historias, me ha encantado crecer empapándome a partir de los clásicos, Julio Verne, Salgari... A medida que avanzaba en mi vida, iba leyendo cosas cada vez más entretenidas.

-¿Y de qué modo cuajó todo eso?

-Al final, hice lo que hace la mayoría de los escritores. Llega un momento en el que das el salto, en el que de repente empiezas a contar tus propias historias. Lo que no me podía imaginar, cuando yo me puse a contarlas, es que aquello me iba a acabar llevando el resto de mi vida, claro.

-Vos sos abogado. ¿Dónde te recibiste?

-Yo estudié en la Universidad de Santiago de Compostela, en Galicia.

-¿Y cómo te iba en la profesión?

-Trabajé como abogado durante unos años y pasó una cosa. Un día me di cuenta de que la literatura jurídica, eso que estaba haciendo todos los días, poniéndome la toga para ir al juzgado, porque tú sabes que en España, aparte, los abogados llevan toga, es una cosa muy formal...

-Ah, por eso dijiste "colgué la toga en 2012".

-¡Claro, efectivamente! Y, como decía, yo me di cuenta de que la literatura jurídica me estaba asfixiando. Así que empecé a escribir algo que no fuese eso. Lo hice en un blog, ¡fíjate tú qué tontería!, en el año 2005.

-¿Por qué arrancaste por esa vía?

-Los tiempos avanzan muy rápido. Entonces no había Twitter, no había Whatsapp, no existía Wattpad; Facebook era una cosa que utilizaban cuatro americanos medio chalados. El blog era la alternativa más fácil. Lo que yo no podía sospechar era que aquel blog que escribía para entretenerme yo, y si lo leía alguien, pues qué bien, se acabaría transformando en un fenómeno viral y teniendo un millón y medio de lectores en apenas tres meses.

-Un arranque explosivo, en definitiva.

-Aquel blog, imagínate, ya se transformó en un libro; el libro, en un bestseller y a partir de ahí llegó el resto de mi vida. Es un resumen muy apresurado de lo que he estado haciendo últimamente, pero yo estoy muy contento.

-Coincidentemente, en febrero entrevistamos a María Oruña, por un nuevo libro de la saga del Puerto Escondido. Ella también es abogada y le hicimos la misma pregunta: ¿cómo saltaste a la literatura? Y le pasó algo parecido a lo tuyo. Es decir, ¿esto de ser abogados los lleva a ustedes necesariamente a la literatura policial?

-El ser abogado o ser juez es verdad que muchas veces te ayuda a dar el salto a la literatura. ¿Y sabes por qué creo que es así? Porque estamos acostumbrados a tener que contar historias. A tener que contarle una historia, mejor dicho, a un juez. Y a tener que ser muy claro y muy convincente y muy ordenado a la hora de contar esa historia.

-Muy buena relación. Te entrena en el arte del relato.

-Entonces, cuanto mejor lo haces, más fácil es que las cosas vayan bien para tu representado. Y eso, al final, es como una especie de escuela que, cuando empiezas a contar historias, te enseña o te ayuda a que sean reales, a que sean vívidas, a que en definitiva cojan al lector de las solapas y lo obliguen a seguirte en ese libro.

-Impecable. María Oruña, a su vez, nos dio una frase para el título: no me gusta que me comparen con Agatha Christie, decía. A vos te comparan con Stephen King. ¿Te molestan las comparaciones?

-Creo que es una chaqueta que me queda demasiado grande. Te lo digo en serio, porque al final, cuando te comparan con un hombre que lleva setenta o setenta y cinco libros a sus espaldas -ya he perdido la cuenta-, que la mayoría se han transformado en producciones audiovisuales; que tiene cientos de millones de lectores en todo el mundo, te das cuenta de que es una comparación muy osada.

-Igual la hacen, no hay alternativa.

-Me encanta que lo hagan, por una parte, porque significa que notan algo en lo que tú escribes que les resuena a una referencia conocida; pero, por otra parte, es una comparación absolutamente temeraria. ¡Me gustaría, me gustaría! Pero, fíjate, yo, que no soy nada mitómano, no me importaría nada encontrarme un día para poder charlar diez minutos con él. Estoy seguro de que Stephen King es alguien realmente interesante.

-Una última relación con María Oruña. Ella es oriunda de Vigo y sus historias están ambientadas en la zona donde vive y que conoce al dedillo. Con vos ocurre otro tanto. Sos gallego y la historia de tu nuevo libro, Cuando pase la tormenta, transcurre en una isla, que es zona de reserva, en las costas Galicia.

-Ya que te refieres a ella, te diré que ambos nos conocemos. Somos amigos y vivimos prácticamente a treinta kilómetros uno del otro, así que es una historia que me suena muy de cerca. Y sí, utilizo muchas veces Galicia, el norte de España, como escenario de mis historias por un sencillo motivo: porque a diferencia del resto del país, es un sitio verde, húmedo, muy lluvioso, boscoso.

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Manel explicó que escribe mucho sobre Galicia.

Manel explicó que escribe mucho sobre Galicia.

-¿Cómo es, en líneas generales, ese ámbito gallego?

-El paisaje es de valles encajonados con pequeñas aldeas y pueblos que tienen cientos de años, con unos vecinos que parecen guardar un montón de secretos. Todo eso ayuda a crear un ambiente perfecto para contar thriller, para contar historias de este estilo. Ya te da el escenario prácticamente montado.

-Además de tu relación personal, ¿no?

-En el fondo, pues, es una especie de referencia emocional a un sitio donde yo he crecido, que yo conozco tanto y que tiene tanta vinculación con muchísimos argentinos, ya que estamos hablando de esto.

-¿Por qué?

-Porque tú sabes que aquí rascas un argentino un poquito y sabes que en algún momento va a aparecer una raíz gallega por alguna parte.

-Sabrás sobradamente que nosotros, los argentinos, les decimos gallegos a todos ustedes. Es probable que al resto de los españoles eso los joda, pero ¿qué pasa con ustedes, que son de Galicia de verdad?

-No. Yo creo que es porque se hizo como una especie de extensión. Pensemos que a principios del siglo XX desembarcaron en Buenos Aires cientos de miles de gallegos. Todavía hoy es una colectividad enorme en este país. A Buenos Aires, en España, en Galicia, le llaman la quinta provincia gallega de la cantidad de gallegos que hay. ¡Hay más gallegos en Buenos Aires que en algunos lugares de Galicia!

-Por otra parte, con Mendoza la relación también es muy fuerte. Somos tierra vitivinícola, como ustedes, y acá las dos grandes corrientes que han fundado nuestras principales bodegas pertenecieron a españoles e italianos.

-Sí, es una mezcla maravillosa. Nos estamos yendo del tema, ¡pero me encanta esta conversación! Y tengo que decir que los vinos argentinos están rompiendo con muchísima fuerza en Europa y están haciendo cosas absolutamente brillantes. Yo soy un fan entregado del malbec, por supuesto, que es como una especie de bandera detrás de la que vamos muchos aficionados.

-¿Y cuál de las cepas españolas es tu preferida?

-Si tuviese que decir un tinto, yo me quedaría con Ribera del Duero; y si tuviese que decir un blanco, me iría a una variedad gallega del norte que se llama godello, que es absolutamente espectacular y que está emparentada con los riesling alemanes, pero muchísimo más suave, más afrutada y con otro carácter.

-Volviendo a Galicia, en tu libro pulula una cantidad importante de personajes, pero el protagonista principal de la historia es el lugar, es el ambiente, con ese mar que rodea la isla.

-Por supuesto que sí. Cuando la tormenta pase arranca cuando Roberto Lobeira, el protagonista, un escritor que tiene un pasado como periodista, llega a la isla de Ons. Se trata de un sitio real. Está frente a la costa atlántica gallega. Y como todas las islas atlánticas, es fría, es húmeda, batida por los temporales; pero es preciosa.

-Lo cual crea un ambiente muy especial, muy propio.

-Cuando Lobeira llega allí, descubre que apenas quedan habitantes en invierno en la isla. Como en la realidad, en que apenas quedan veinte o treinta personas viviendo allí.

-Y pronto se encuentra con una circunstancia muy particular.

-Va a descubrir que esos veinte o treinta habitantes tienen un montón de secretos, de misterios y de enigmas que no son parte de él. ¡Que hay alguien más en esa isla! Alguien que le deja regalos ensangrentados en la puerta de su casa, tratando de decirle algo que él no es capaz de comprender. Y que, además, la tormenta que les mantiene aislados, arrastra hasta las orillas de la isla un fardo.

-Que no es un simple fardo.

-Cuando abren este fardo y descubren qué es lo que hay en su interior, todo se precipita, porque la isla de Ons, tanto la real como la de la novela, es un lugar que en invierno se queda incomunicado. No hay comunicación con el continente si hay tormentas. Es un sitio salvaje y cargado de leyendas y de tradiciones, además, que también forman parte de esta historia.

-Vos has contado que fuiste personalmente a la isla de Ons y estuviste solo, en invierno, durante una semana, por eso conocés tan bien el ambiente reinante. Pero, cuando vos llegaste hasta allí, ¿ya tenías la historia en la cabeza o la historia se te apareció mirando el entorno?

-Ya la tenía, por supuesto. La base de la historia estaba en mi cabeza. Pero yo necesitaba estar en la isla en invierno para captar todos los pequeños detalles, que de otra manera no sería capaz de aprehender.

-Algo fundamental para tu oficio.

-Piensa que cuando construyes un thriller, cuando escribes una historia, es muy importante que todos los pequeños detalles ayuden a envolver a los lectores y a las lectoras cuando están leyendo. Que de repente se mojen con los protagonistas, que se lluevan, que pasen frío, que sientan las mismas sensaciones. Todo esto solo lo consigues si eres capaz de coger todos los pequeños detalles y crear una atmósfera muy envolvente. Y para coger todo eso, yo me fui a la isla en pleno invierno, a mojarme un poco (ríe).

-¿Y qué descubriste?

-Descubrí la respuesta a esa pregunta que se formula tantas veces, esa pregunta retórica de ¿qué te llevarías a una isla desierta? Bueno, yo ya sé que me llevaría a una isla desierta.

-¿Qué?

-Yo me llevaría gente. ¡Me llevaría gente, porque no sabes lo terrible que es estar solo cuando no quieres! Al estar solo en una isla relativamente grande donde solo hay veinte personas, es fácil pasar todo un día sin cruzarte con nadie y la sensación es... incómoda, por decirlo de alguna manera.

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A una isla desierta. Manel llevaría gente.

A una isla desierta. Manel llevaría gente.

-Por eso es fácil de entender, sobre todo vos, que sos afecto a las historias de aventura, lo que habrá sentido Robinson Crusoe.

-(Ríe) Más o menos. Aunque, como te decía, Cuando la tormenta pase es un thriller. Es una aventura, es un misterio de descubrimiento porque hay asesinatos, hay secretos, hay intriga. También bebe mucho de las historias clásicas.

-Exacto, los parentescos se abren en distintas direcciones.

-Está esa sensación de Robinson Crusoe, como dices bien, que tiene el protagonista; o esa estructura de cuarto cerrado, como en las novelas de Agatha Christie, tipo Diez negritos, donde de repente sabes que empieza a morir gente y tiene que ser alguien de los que quedan allí delante. Pero ¿quién es? ¿Quién tiene esa doble vida? ¿Quién se está encargando de que todo eso pase?

-Sí, recursos que explican tu estilo.

-En definitiva, todo esto lleva al mismo sitio: que yo concibo la literatura como diversión, como entretenimiento, como evasión. Leer un libro tiene que ser una aventura maravillosa que te arrastre y que pierdas la noción del tiempo mientras estás leyendo. Y para eso hay que utilizar todos los resortes necesarios porque hay que conseguir que quien invierte tiempo y dinero en un libro le merezca la pena.

-Aparte, sos muy habilidoso para tender trampas, porque uno entra de tu mano a una isla encantadora y, de pronto, se empieza a transformar en un lugar tenebroso. O el escritor llega al faro donde hay buena gente y una biblioteca como para quedarse a leer toda la vida, pero también ahí todo se empieza a torcer. Una sorpresa tras otra.

-Por supuesto, porque los lectores son muy listos. Todos, las lectoras, los lectores, son extraordinariamente listos porque han leído muchos libros, han visto muchas películas, han visto muchas series de televisión. Se conocen muchos trucos, en definitiva, de cómo se cuentan las historias. Entonces tienes que hacer trampas, tienes que tenderles permanentemente señuelos para que piensen que las cosas van a ser de una manera y al final acaben siendo de otra.

-¿Qué perseguís, en concreto, con esos golpes de timón?

-Para que tengan esa sensación, eso tan bonito de que estás leyendo un libro, pasas una página y de repente haces eso de... ¡¡ah!!... por la sorpresa, por la emoción. Bueno, si consigues eso, estás haciendo magia. Y es maravilloso. Por cierto, esa biblioteca en el faro de la que hablas existe de verdad.

-¿Existe!

-Existe de verdad. Es un lugar increíble, pues créetelo. El faro está en lo alto de la isla. Es un edificio del siglo XIX. Es uno de los últimos faros habitados de Europa, porque, al estar en un lugar aislado, necesita fareros allí por si hay una avería. Y hay una biblioteca enorme. Paredes forradas de ejemplares que dan a un enorme acantilado que tiene la colección de sucesivas generaciones de fareros que han ido pasando allí a lo largo de décadas y que han ido dejando sus libros.

-Verdaderamente, un lugar de cuento.

-Es un sitio precioso, un sitio donde te apetecería pasarte una temporada, pero, claro, cuando te das cuenta de que tendrías que estar allí todo un invierno, azotado por tempestades y tormentas mientras el mar revienta bajo tus pies, a lo mejor la idea... no sé cómo decirlo... es menos atractiva (ríe).

-Quiero creer que en esa biblioteca hermosa del faro de Ons están los libros de Manuel Loureiro, ¿no?

-Hombre, espero que ahora, por lo menos, esté uno (risas).

-Volviendo a los homenajes clásicos que desparramás en tu historia, hay, incluso, uno muy expreso, a Romeo y Julieta.

-Sí. Algo que siempre me ha fascinado y que es el corazón de esta historia, son los pequeños conflictos rurales. En una gran ciudad, si tú y yo nos llevamos mal, con no cruzarnos, ya está, lo tenemos solucionado. Pero en un sitio pequeño, esto es algo que es común a todo el mundo. ¿Sabes ese dicho de pueblo chico, infierno grande? Bueno, pues esto sucede en todas las partes del mundo.

-Ni que lo digas. Está de sobra comprobado.

-Cuando de repente en esos pequeños espacios rurales hay tensiones acumuladas, a lo mejor desde hace generaciones, pasa como en Romeo y Julieta, en donde los Montesco y los Capuleto se odiaban y ya ni siquiera recordaban por qué se odiaban.

-Y se odian en serio.

-Tienen una peculiaridad las tensiones rurales: que cuando explotan, lo hacen de una forma muy violenta. Cuando explotan es diferente. En una ciudad, esa tensión puede acabar en gritos o, si quieres, con dos tipos cagándose a trompadas en la calle. Pero cuando pasa en un entorno rural y explota esa tensión acumulada, suele terminar con muertos.

-Tu libro lo escenifica en toda su magnitud.

-Es que esto empieza cuando alguien carga una escopeta y dice: hoy es el día. Siempre me había fascinado eso. ¿Qué es lo que pasa para que, de repente, un pequeño sitio rural aparezca en las noticias por una cosa de este estilo? ¿Cómo reaccionaría yo? ¿Cómo reaccionarías tú o cualquiera que nos esté escuchando de estar ahí en medio?

-¿Cómo?

-La reacción normal sería, en primer lugar, salir corriendo y después avisar a las autoridades de lo que está sucediendo. Pero, ¿y si no puedes salir? ¿Y si no puedes avisar a las autoridades? Eso es lo que le pasa a Roberto Lobeira cuando llega a Ons en Cuando la tormenta pase. Y esa es la sensación de angustia y de precipitación que van a tener los lectores cuando los acontecimientos empiecen a desparramarse sin control.

-Cuando todo se transforma en "la caldera del diablo".

-Ese es el eje de la historia. ¿Por qué, a veces, tomar decisiones correctas tiene consecuencias catastróficas? El precio de tomar decisiones, en definitiva.

Manel Loureiro foto Diario de Noticias.jpg
Dice Loureiro que

Dice Loureiro que "tomar decisiones correctas tiene consecuencias catastróficas". Foto Diario de Noticias.

-Al mismo tiempo, vas cruzando a través de distintos géneros, porque, por ejemplo, en algún momento entrás decididamente en la narconovela, ya sea mexicano o colombiana.

-Sí, tiene una pincelada de eso, porque también es una realidad que existe en Galicia. Ha sido por la configuración de su costa, muy recortada, muy llena de entradas, de salidas, de bahías, de bajíos. Es un sitio de entrada perfecto desde hace décadas para mucho contrabando, en principio, y de narcotráfico. Forma parte de la realidad diaria y va a formar parte de esta historia. Pues sí, a veces las cosas se complican de manera increíble.

-Todas las peripecias las has desparramado con una precisión milimétrica, como cronometrando las páginas. El final de cada capítulo te deja enganchado para el siguiente. Como si hubieras escrito un guion, no para una película, sino para una serie de acción. Te pregunto: ¿has hecho este libro como un novelista con alma de guionista o, al revés, como un guionista con alma de novelista?

-Es una muy buena pregunta y la respuesta es muy fácil. Al final, esa sensación audiovisual que tienes de que puede ser una película o una serie de televisión, es gracias a los lectores, gracias a las lectoras, gracias a vosotros, porque ya tenéis esas piezas en la cabeza.

-¿Cómo es esto?

-Somos hijos de la generación audiovisual. Piensa que hemos crecido merendando delante de la televisión. Que hemos crecido viendo la sesión doble en el cine, los que son más mayores, o atiborrándonos de series y películas en las plataformas, los que son más jóvenes. Todas esas piezas, toda esa manera de contar historias visual, gráfica, rápida, decidida, con esos cliffhangers al final que te dejan con el corazón en un puño y quieres automáticamente saltar al siguiente episodio para ver cómo se resuelve, ya forma parte de nuestro oficio.

-Fundamental esto, para entender los nuevos estilos narrativos.

-El mundo ha cambiado mucho y a medida que ha ido evolucionando la forma de contar historias, estas también han ido cambiando. No se escribe ahora como se escribía hace cincuenta o cien años, ni se escribe como se escribirá dentro de cincuenta años, ¡que no tengo ni idea de cómo será! (risas).

-Con la velocidad actual del cambio, no hay manera de imaginarlo.

-En todo caso, lo único que sé es que, al final, cuando tú le metes un ritmo muy visual, muy rápido y muy dinámico a las historias, obligas a que los lectores no puedan parar de pasar páginas hasta llegar al final. Y eso es excepcional, porque hace que leer un libro sea una auténtica aventura, que te caigas dentro del libro. En definitiva, ese es el objetivo final de esta historia.

-Hablando de cine y literatura, está próxima a estrenarse en la pantalla chica la adaptación de tu primer gran impacto, el que te hizo escritor, Apocalipsis Z. ¿Vos participaste del proceso?

-Sí, sí que he participado y ha sido una aventura maravillosa. Fíjate qué bonito y qué historia en sí misma. Una historia que empecé yo cuando era abogado; que empezó siendo un blog; que el blog se transforma en un libro; el libro se transforma en un bestseller, se empieza a traducir a un montón de sitios y acaba siendo una película. Es casi como una especie de sueño americano.

-¿Cuándo se podrá ver?

-Se va a estrenar en Amazon Prime Video el 31 de octubre. Se estrenará simultáneamente en 192 países. Y yo ahora tendría que decir que estoy súper contento, pero la verdad es que estoy aterrorizado. Estoy absolutamente cagado.

-¿Por qué!

-Porque de repente me levanté un día y me di cuenta de que en las primeras 48 o 72 horas, si se estrena en todo el mundo, lo van a ver millones y millones de personas. ¡Y es tu nombre el que está detrás! Entonces es una sensación pavorosa. Es decir, tengo ganas, pero al mismo tiempo me da mucho vértigo.

-¿Cómo has hecho para resultar original en esta temática con antecedentes tan fuertes por delante como los zombies pioneros de George Romero, la exitosísima serie The Walking Dead o un nuevo suceso llamado Last Of Us? ¿Cuál es tu sello propio?

-Es una pregunta que me he hecho muchas veces. Supongo que fue tratar de pegarlo a la realidad lo máximo posible. Es decir, dejar que el único elemento discordante fuese ese: oye, hay muertos que caminan. Eso no forma parte de nuestra realidad.

Manel Loureiro foto El Confidencial.jpg
Reflexión de Manel:

Reflexión de Manel: "Los periodistas tenéis una sanísima costumbre, que es preguntar y repreguntar y volver a preguntar, porque es una deformación profesional#.

-Y a partir de ese descubrimiento, ¿qué?

-Me imaginé cómo sería la reacción real de gobiernos, administraciones, personas, colectividades, si algo así sucediese. Cómo sería el desmoronamiento del sistema visto por alguien que, encima, en el caso de Apocalipsis Z, es un abogado que no tiene habilidades especiales. Una persona que no es un superhéroe al uso, que no es como estos personajes que aparecen en las películas clásicas, capaces de manejar veinticinco vehículos y son tipos duros que encajan golpes sin pestañear. No, no.

-Un abogado... una persona como cualquiera de nosotros.

-Es una persona normal y corriente como el 99% de la gente, que se ve desbordada por una situación absolutamente extraordinaria. Y lo único que tiene y que lo hace diferente, lo único que le permite sobrevivir, es su inteligencia. Y es lo que tiene que utilizar.

-¿Cuál es la clave, en resumidas cuentas, para que tu particular estilo funcione tan bien?

-Cada vez que estás viendo una película o una serie de televisión, cada vez que abres un libro, tú sabes que es mentira. Es decir, una novela se la ha inventado alguien, sabes que no es de verdad. Cuando estás viendo una película o una serie de televisión, sabes que los que aparecen en la pantalla son actrices, son actores. No es su vida de verdad. Pero, de manera absolutamente natural, todos, absolutamente todos, sin pensarlo, hacemos algo, un clack en nuestra cabeza, y nos lo creemos.

-Lo verosímil... Por eso lloramos, nos reímos.

-Sí, pero es curiosísimo, porque esa manera inconsciente que tenemos de aceptar que nos cuenten historias que nos fascina, también es muy frágil.

-¿Cómo sería ese momento tan especial?

-Está lo que se llama la suspensión de la incredulidad. Sabes que es mentira, pero es una burbuja que estás creando y que se puede romper muy fácilmente si de repente aparece algo que lo destruye porque sabes que no debería estar ahí. Es lo que pasaba en esas películas de romanos de los años setenta, cuando de pronto aparecía un legionario con un reloj Casio en la muñeca. O como cuando Charlton Heston está interpretando al Cid, que arenga sus mesnadas y aparece una furgoneta por el fondo; o cuando aparece un vaso de Starbucks en Juego de tronos (risas). Estas son las cosas que pueden arruinar una experiencia.

-Se derrumba el castillo de arena.

-Pero si eres cuidadoso y lo construyes bien, puedes hacer que esa burbuja sea tan poderosa que quien está dentro de la historia no quiera salir de ella hasta que llegue al final.

-Como un juego habitual que hacemos aquí, le preguntamos a una inteligencia artificial, a Gemini, por Manel Loureiro.

-¡Ay, Dios!

-Nos dio cinco atributos tuyos: maestría en la creación de atmósferas tensas, personajes complejos y evolutivos, trama intrigante y sorprendente, combinación de géneros y, finalmente, estilo directo y ágil. Dentro de todo esto, subraya que una de tus características es tener villanos memorables. Diseñar a los malos debe ser lo más divertido, ¿no?

-Mira, primero no sabía que la inteligencia artificial decía eso. ¡Tengo que hablar con su desarrollador para darle un abrazo y las gracias! Creo que se ha pasado mucho. Pero sí, los personajes oscuros, los personajes complejos, las némesis de los protagonistas, son divertidísimos de crear.

-¿Por qué? ¿Cuál es su atractivo, según vos?

-Si te paras a pensarlo, eso os pasa siempre. Los personajes que encarnan todo lo bueno, a veces en el fondo pecan de santurrones, ¿no? Son como demasiado blandos.

-Coincidimos.

-En cambio, un villano, al final, es alguien que encarna cosas que sabemos que están mal. Al mismo tiempo, está esa parte oscura, ese cuartito oscuro que todos tenemos dentro, cerrado con seis llaves y que no miramos nunca porque no nos gusta lo que hay dentro. Sabemos, entonces, que hay algo dentro ahí que está golpeando la puerta.

-Y nos provoca una rara atracción, ¿no?

-De vez en cuando, si tienes uno de esos protagonistas que libera esas cosas oscuras, sientes una fascinación perversa porque te imaginas siendo tú así de malvado. O sea, los personajes oscuros, si los construyes bien, son extraordinariamente divertidos porque se pueden permitir hacer cosas que nadie se puede permitir hacer.

-Por eso mismo convengamos que en las novelas y, sobre todo, en las series tipo Star Wars, los malos siempre tienen más rodaje y quedan más en la memoria que los buenos.

-Has citado Star Wars, que la conoce todo el mundo. Fíjate qué curioso. ¿El protagonista de Star Wars quién es, en teoría? Es Luke.

-Luke Skywalker, claro.

-Es el encargado de restablecer el equilibrio, es el encargado de hacer que el bien triunfe sobre el mal. Es el llamado, ¡es el elegido! Es un tipo que tiene el encanto de una acelga hervida (risas). O sea, ¡es aburridísimo! De repente, aparece un secundario como Han Solo, que es un transportista galáctico, un camionero galáctico que simplemente los tiene que llevar del punto A al punto B y le come por completo.

-Han Solo sí nos queda gravitando.

-Es mucho más interesante. Es el tipo que se lleva la chica y cuando ella le dice eso de "te quiero", él le responde: "Lo sé". ¡No se puede ser más chulo!

-(Risas) Genial.

-Pero, claro, cuando aparece el auténtico villano, que es Darth Vader, te quedas absolutamente anonadado porque te das cuenta de que hay toda una tragedia detrás de esa figura. Y automáticamente hace que sea muchísimo más interesante porque tiene muchos más dobleces, porque tiene muchas más costuras, porque tiene, en definitiva, algo que de una manera hipnótica te arrastra y te atrae y quieres saber más.

-Ahí está el verdadero gancho de la cosa.

-Construir historias que hagan que tengas esa sensación de que tú quieras saber más. Y por eso en Cuando la tormenta pase no hay uno, ni dos, ni tres, sino que hay varios villanos, cada uno con su agenda propia.

-Y casi que va apareciendo uno en cada capítulo.

-Es muy importante porque esa es la sensación que va a tener el protagonista, Roberto Lobeira, que no va a poder fiarse de nadie porque todo el mundo tiene un plan.

-El periodista de tu historia, Roberto Lobeira, que ha sido corresponsal de guerra y es bastante picante, se parece bastante a Arturo Pérez Reverte. ¿O no?

-(Ríe) El bueno de Arturo Pérez Reverte ahora tiene setenta y dos años. Quizás, si lo hubiese pillado hace cuarenta años, podría haber sido él perfectamente. Pero ahora me temo que no.

-¿A quién lo asimilamos, pues?

-Es curioso porque al final del libro, en los agradecimientos, les pregunto a los lectores y a las lectoras a quién se imaginan. Que hagan ese casting imaginario.

-¿Y qué pasó?

-Desde que el libro empezó a rodar, desde que empezó a venderse en un montón de países del mundo, he obtenido una cantidad de respuestas tan variadas y tan pintoresca, que creo que podría hacer una serie entera con ello.

-Pero ¿cuál fue el más votado de todos?

-Hay uno que se repite con cierta frecuencia, que es Cillian Murphy, el protagonista de la serie Peaky Blinders. No sé… hay como una especie de fijación colectiva porque lo van colocando cada poco tiempo. Y después, dependiendo del país, sí que es verdad que cada uno barre hacia su casa y citan a un montón de actores locales.

-¿Y cuál es tu elección?

-Que conste que a mí me encantaría Sbaraglia, pero, bueno, esto es un tema mío.

-Cillian Murphy es un estupendo actor, pero es un duro, un verdadero malo en Peaky Blinders, con el cuchillo al cinto. En cambio, a tu periodista lo matan a trompadas durante toda la historia, se cae, se muere de frío, se le sale el hombro, ¡la pasa pésimo!

-Le pasan muchas cosas. Le pasan demasiadas cosas porque su principal problema ¿sabes cuál es?

-¿Cuál?

-Que es periodista y los periodistas tenéis una sanísima costumbre, que es preguntar y repreguntar y volver a preguntar, porque es una deformación profesional.

-Somos metiches, es cierto.

-Pero cuando llegas a una isla, que se queda incomunicada; cuando llegas a un espacio donde todo el mundo está a punto de empezar a matarse; donde hay una tensión sobrecargada y falta poco para que algo estalle; entonces, estar haciendo preguntas y repreguntas y volviendo a preguntar, a lo mejor no es la mejor estrategia (risas).

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