Existe una clase de personas que tiene el don -superpoder-, dirían hoy los adictos a las historietas- de saber ver más allá de lo evidente, y sus historias de vida son ejemplos para todos. Un profesor de educación física amaba su profesión y un deporte específico. Supo que tenía la materia prima a raudales, y le sumó su trabajo y talento para crear desde cero un entidad deportiva que le dio otra cara al vóleibol de Mendoza.
Cumplió 50 años de vida Cepada, una escuela de vóleibol y de vida
Hace 50 años nacía en el corazón de Godoy Cruz la única escuela deportiva de Mendoza, dependiente de la Coordinación de Educación Física de la Dirección General de Escuelas (DGE), el Centro Deportivo Pablo Daguerre -Cepada.-, una escuela de vóleibol y de vida. Su mentor: el profesor Ricardo Soloa.
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El pasado 25 de mayo, esta institución, que nació en una escuela, y por su impronta generó un estilo "académico", celebró los 50 años de su creación, de la mano del profe Ricardo Soloa, en el seno de la escuela Avelino Maure, en el barrio Bancario, de Godoy Cruz. Hoy, este centro deportivo es histórico dentro del vóleibol local, con infinidad de torneos ganados en sus distintas categorías, y con más de 300 jugadores asociados.
El nacimiento de Cepada fue como una semilla que comenzó a germinar despacito. Allá por el año 1970, luego de que el profesor Soloa llevara 10 años de dar clases de educación física en la escuela Avelino Maure, los alumnos más grandecitos, de 5° a 7°, entusiasmados por la pasión que ponía el profe, quisieron sumar una hora más a las normales de gimnasia, para jugar al vóley.
El profesor, encantado, los puso a prueba, y les propuso agregar ese tiempo extra, pero antes de la entrada a clases, nada menos que a las 7 de la mañana. Vale destacar que estás horas "extras" eran ad honorem, un regalo El Profe a sus chicos y el vóley todo.
"Así tienen las manos calentitas cuando entren al aula", propuso Soloa. Éxito total de convocatoria, así nació el equipo que vestiría de color celeste y sería dueño de un estilo aguerrido y de una defensa casi invulnerable.
Gracias al impulso del profesor, y el entusiasmo de los chicos, la directora de la escuela accedió a permitir que se entrenara y jugara los sábados. "Era una locura que nos dieran las llaves de la escuela, y sólo acompañados por el profe Soloa tuviéramos la escuela para nosotros", recordó una jugadora, dirigente en algún momento, y también profesora, Norma Irisarri.
El nombre elegido para esta escuela deportiva fue el de un gran amigo de Soloa, un deportista destacado fallecido tempranamente: Pablo Agustín Daguerre. De ahí que el sueño del profe pasara a llamarse Centro deportivo Pablo Daguerre -Cepada-.
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Cepada según una de sus jugadoras fundacionales
Precisamente Normita Irisarri, como la llama con cariño toda la gente del vóleibol, explicó aquel fenómeno: "Si bien el profe Soloa nos enseñó varios deportes, le apuntó a uno en especial y fue el vóley. En esa época no se jugaba tanto, y habían poco equipos. Éramos todos compañeros de la escuela y amigos del barrio, así que la amistad era lo más importante y eso fortaleció a los grupos y el crecimiento".
Irisarri también destacó el factor más importante del trabajo del profe Soloa. "Siempre decía que lo más importante no era el juego, ni aprender a ser buen jugador, sino buenas personas, respetuosos y que siempre buscaran ser cada día mejores".
Consultada sobre el estilo de los equipos de Cepada, Norma explicó: "Nos decían que éramos un equipo de enanos. No teníamos casi jugadores altos, como otros equipos, así que nos concentrábamos en la defensa y la recepción", dijo la también profesora, que agregó: "Era difícil hacernos un punto. Siempre había uno que levantaba la pelota de lugares imposibles".
Respecto al impulso que se pudo dar al deporte desde un establecimiento educativo, único de la provincia en estar directamente dependiente de la DGE (es la escuela 5-010), Irisarri analizó que en estos tiempos sería difícil lograrlo, por el contexto distinto. "En Cepada se logró que toda la comunidad participara, tanto profesores, como autoridades, alumnos y familias".
Un festejo emotivo que será "oficial" en agosto
"Fue una pena que no se hiciera un festejo grande, como merece un cincuentenario, el que acordamos hacer con toda pompa en el mes de agosto. Sin embargo, usando el boca en boca, pudimos juntar de un día para el otro a más de 60 ex jugadores de Cepada y pudimos hacer una juntada con asado el 25 (de mayo)", detalló Irisarri.
"Todo fue muy emotivo, y estuvieron presentes los hijos de Ricardo Soloa (Jorge y Graciela). Allí les dijimos que sentíamos haberle "robado" a su padre por tantas horas, y ellos nos hicieron llorar con su respuesta: "no perdimos a nuestro padre, ganamos hermanos".
El recuerdo de Graciela, la hija del Profe Soloa
Ricardo Soloa falleció el 2 de diciembre del 2013, y su legado no pudo ser mejor. Además de una escuela de vóleibol, dejó para Mendoza una escuela de vida y de buenas personas. Sus hijos llevan con orgullo su apellido y legado.
Graciela, ocasión de este cincuentenario de la obra de su padre, recordó a su papá así: "El era el Profe, como lo llamaban sus alumnos de educación física. Gordo, como lo llamaba su adorada esposa Vicky y sus colegas y amigos. Papá, Viejo, como lo llamábamos sus hijos Jorge y Graciela. Pero Tata, su apodo favorito, como lo llamaban sus queridos y adorados nietos Maxi, Nadia, Gianni y Seba", dijo emocionada.
"La vocación de enseñar reglamentos deportivos iba más allá de técnicas y tácticas, a través del deporte buscó desarrollar personas con valores indispensables para el trabajo en equipo, pero que estos además trascendieran a su vida cotidiana", destacó Graciela.
Luego sumó para cerrar: "Le gustaban todos los deportes, pero estaba convencido de que el vóley tenía un futuro enorme. Y fue con su obra más importante y trascendental que pudo demostrar su potencial".












