Ese sector Oeste posee además la calle Arístides (que ya perdió el apellido Villanueva), un imán gastronómico y de reunión para jóvenes y no tanto, que ha sido uno de los pocos sectores del Centro que ha logrado hacerle frente al auge de los shoppings y los malls.
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En las noches un amplio sector del Centro se desvanece.
La otra
La segunda mitad de Mendoza es esa Ciudad que avanza desde ese cauce natural que es la calle San Martín y que se dilata hasta el canal Cacique Guaymallén. La vemos como más descuidada, más opaca, más enchastrada con pintadas de todo tipo, menos atenta al detalle. Como venida a menos o que le faltara una lavada de cara. Se nos ocurre menos ventilada. Es el comedor de diario de la casa-ciudad.
En esa Mendoza que mira al Este, el comercio es más abigarrado. Muchos de sus grandes locales se han subdividido. Es más difícil toparse con aspectos glamorosos. La calle San Juan concentra, quizás, todos esos detalles a los que aludimos: negocios poco atrayentes, con fachadas dejadas, vidrieras opacas. Un sociólogo diría: una arteria conurbanizada.
Una de las pocas cosas excelentes que le ha ocurrido a la calle San Juan es el teatro Mendoza, comprado y reabierto por el municipio de la Ciudad y que le ha dado vida a una zona que venía bastante devaluada.
Todo lo relativo a la faz residencial ha tenido escasa renovación en el costado Este del Centro. Además desaparecieron de allí los cines, hoy convertidos irrespetuosamente en playas de estacionamiento, como el caso del Ópera y el Lavalle. Otras de esas inolvidables salas, el Gran Rex y el Cóndor por caso, ya no sorprenden con sus fachadas y sus grandes foyers porque hoy están transmutadas en varios cuchitriles comerciales un poquito más pitucos que los persas.
Es, además, la zona de los cultos evangélicos, de los locales bailables para gente de 30, 40 y 50 y, claro, del Hospital Central. Por todo ello, a ese sector no van los ómnibus de los city tours. Ni pasan por allí los desfiles de la Vendimia. Tampoco es elegido para las protestas céntricas, salvo las que se realizan en el nudo vial de Vicente Zapata y Costanera, gran vidriera para amplificar reclamos (y para joderle la vida a medio mundo).
Ser ciudad
Antes el Centro generaba un fuerte imán. Y lo concentraba. Ahora aquella influencia está más repartida por el Gran Mendoza a través de centros específicos como el Shopping, Palmares o La Barraca.
El Centro de una Ciudad no se caracteriza sólo por reunir una gran cantidad de negocios sino también por poseer grandes hitos urbanos. Mendoza ha sido sinónimo del Pasaje San Martín; del edificio Gómez; de las galerías comerciales, primero con la Tonsa que produjo un impacto público pocas veces visto, y poco después con la Piazza, en cuyos enormes pasillos se hacían conciertos de la Orquesta Sinfónica. Pero asimismo Mendoza es el Parque San Martín, la Plaza Independencia, el Barrio Cívico.
También fueron hitos urbanos las salas de cines. Los fines de semana, cuando concluían las funciones, las calles Lavalle y Buenos Aires eran una marea humana, lo que obligaba a desviar el tránsito por un rato. Antes o después de esas funciones la gente miraba vidrieras. El oficio de los vidrieristas solía alcanzar ribetes artísticos.
Apagá todo
Hoy la mayoría de los negocios del Centro baja la persiana y apaga todo. Hay cuadras céntricas en las que todas las persianas metálicas están pintarrajeadas por grafiteros sin talento que hacen garabatos o letras infladas.
Así es como en las noches un amplio sector del Centro se desvanece. La ciudad bulle sobre todo en la mañana y un poco menos en la tarde, pero al anochecer se pone triste, salvo en zonas específicas del sector Oeste, como la calle Arístides, que adquiere ajetreo y brillo; o la avenida Juan B. Justo que viene ganando espacio gastronómico y de juntadas, al igual que algunas cuadras de la calle Colón o ciertos tramos de la Alameda. También se mantiene actividad en torno a los casinos o los hoteles cinco estrellas, donde hay buena oferta gastronómica y cuyo mejor ejemplo es la calle Sarmiento entre 25 de Mayo y Belgrano.
Mucha gente que antes iba a la Ciudad por diversión o contacto social ahora ha sido captada por los circuitos de restoranes y boliches de los departamentos aledaños a la Ciudad. Lo certifican las movidas que hay en la avenida San Martín Sur de Godoy Cruz, en la calle Azcuénaga de Guaymallén o en la lujanense Chacras de Coria.
En concreto: Los planificadores políticos y la dirigencia privada deberían buscar las formas de no seguir ahondando las diferencias entre zonas de esta Capital. Un gran tema para la política de la Ciudad y de la provincia pero también para los urbanistas, para las universidades, para los arquitectos, para sociólogos y para los propios vecinos interesados en el futuro de la Ciudad.
Hoy ya deberíamos estar preguntándonos qué cosas se pueden hacer (y cómo) para volver a jerarquizar algunas zonas del Centro caídas en desgracia. La Ciudad de Buenos Aires, por caso, está llevando a cabo toda una planificación para repoblar el microcentro porteño convirtiéndolo en zona residencial para así aprovechar la gran cantidad de edificios de oficinas que han quedado vacíos por las nuevas formas de trabajo remoto. Aquí también hay antecedentes: el propio gobierno de la Ciudad de Mendoza ya logró poner en valor el Parque O´Higgins, que había quedado desintegrado de la Ciudad. El asunto es ponerse.
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