Eso es algo que hace unos meses también intentó hacer el intendente maipucino Matías Stevanato y salió más asustado que Carlos Reutemann cuando lo testeaban para presidenciable y vio "algo que no le gustó" y huyó.
Righi nunca ha sido un tipo aparatoso. No carga con esa ansiedad de otros colegas. Es un peronista clásico. El lugar común pueblerino agregaría: "sencillo, humilde y trabajador". Le gusta hacer de componedor, de dialoguista. Cualquiera que lo siga en las redes sociales conoce esa faceta.
Todos sabemos que la actividad política "obliga" a muchos de sus cultores a tener una especie de máscara, de maqueta. Si Righi la posee, la disimula con habilidad. Él trabaja de agua de tanque. "Nos gusta el modo que tiene", suelen decir algunas vecinas de Lavalle. En octubre del año pasado cumplió 50 años.
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Chuceado
Pese a haber sido intendente durante todos los gobiernos nacionales del kirchnerismo, nunca militó en ese sector, tampoco lo criticó. Fue diplomático con Anabel Fernández Sagasti durante la presidencia de ésta en el PJ provincial. No es un hombre que trajine el conflicto. Tampoco, ojo, es que mastique vidrio.
Hasta ahora Righi aparecía con escasa proyección provincial. Era un cultor del municipalismo, del territorio. Como los Félix, como los Bermejo. No "vendía" que estuviese dispuesto a pelear la gobernación. Pero la falta de candidatos peronistas para hacerle frente a la postulación de Alfredo Cornejo en Cambia Mendoza se ha tornado alarmante en el PJ.
Tal vez haya sido un azote verbal de ese exgobernador radical ("en Lavalle hace 22 años años que está la misma persona. Ya están gastados, viejos y enriquecidos") lo que lo convenció de salir al ruedo. Eso lo dejó con un gusto amargo y puede que lo haya envalentonado.
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Roberto Righi tiene la apariencia de esos primos que cualquiera de nosotros puede tener en Costa de Araujo o en Las Catitas.
Hallar la horma
En 2001 se calzó la intendencia lavallina como quien encuentra la horma perfecta de su zapato y ya no la dejó. Nada hace suponer que se haya cuestionado si ha sido bueno o no (en materia republicana) estar tantos años en la intendencia.
Por el contrario, cuando en 2018 Mendoza dispuso que los intendentes solamente tendrían una sola reelección de manera consecutiva, Roberto Righi fue uno de los jefes comunales peronistas que junto a Emir Félix (San Rafael), Martín Aveiro (Tunuyán) y Jorge Giménez (San Martín) acudieron a la Suprema Corte de Justicia de Mendoza pidiendo la inconstitucionalidad de la medida. Un año después la Corte desestimó el reclamo y dejó vigente la norma que puso fin a las reelecciones eternas de los jefes comunales.
Desde que en diciembre último Flor Destéfanis asumió la jefatura del PJ, lo viene chuceando a Righi (y a Félix y a Aveiro) para que se lancen a la gobernación. La ex reina de la Vendimia y actual intendenta de Santa Rosa no ha tenido eco. Félix se abrió argumentando sus problemas de salud y Aveiro quiere seguir teniendo influencia en Tunuyán donde se postula como cabeza de lista de los concejales.
Ser o no ser
La disyuntiva para el lavallino es fulera. El último peronista que fue gobernador de la Provincia de Mendoza, Paco Pérez, dejó a la Provincia volcada. Y el penúltimo fue Celso Jaque, aquel del mapa del delito. Ambos ataron de pies y manos su destino político al de Cristina Kirchner y así les fue. Y así nos fue a los mendocinos.
Righi no es un hombre ideologizado. Está convencido de su peronismo y del sentido social que quiere darle a su actividad política. Diríase que es un hombre que cree que hacer política es hacer sustentable el entorno. Pero no comulga con épicas grandilocuentes y menos con los extremos.
Este intendente no hizo una carrera universitaria de grado, peró sí una tecnicatura en administración de empresas y comercialización. Su verdadera especialización se la ha dado la gestión. Es como si hubiera realizado varios posgrados juntos.
Esa gestión le ha generado respeto en su departamento. También aporta a su bagaje el hecho de que no se le conozcan desaguisados ni escándalos con fondos públicos. No es un político de los que le guste brillar como un rockstar. Hasta ahora siempre le ha tirado más el pago chico. No tiene espíritu ni pasta para ser, por ejemplo, de La Cámpora. No aprueba ese tipo de pasiones ultras.
Righi se ha quedado solo en la estocada. Y analiza ser o no ser.
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