Análisis y opinión

El peronismo local sigue sin hallar a quienes lo pongan en "modo mendocino"

Pese a haber perdido todas las elecciones desde 2013, el kirchnerismo de Mendoza mantiene el poder del PJ provincial. Y no aparecen liderazgos. Hay exceso de quintitas

El kirchnerismo mendocino mantiene el poder partidario pese a haber perdido todas las elecciones desde 2013. Es uno de los grandes misterios de la política local. En diciembre próximo caducará el mandato partidario de la senadora Anabel Fernández Sagasti y sin embargo no aparecen liderazgos en el peronismo tradicional o republicano. Cada uno está en su quintita.

Nadie exhibe la fuerza o el empuje partidario para presentarse como la renovación del PJ provincial. Nadie que diga: venimos a poner el partido "en modo mendocino".

Los que han salido a cuestionar a Sagasti y a los suyos son, hasta ahora, minorías sin demasiado peso en el partido y mucho menos ante la ciudadanía en general. Lo concreto es que el PJ kirchnerista de Mendoza está manejando, a su manera, el traspaso y la selección de nuevas autoridades. Y la brújula sigue estando en el Instituto Patria, la sede alternativa del delicuescente Poder Ejecutivo nacional.

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El tono

Tampoco predomina el peso de intendentes o ex jefes comunales, varios de ellos con trayectorias municipales destacadas, pero sin proyección provincial. Muchos de éstos suelen ser, por lo bajo, críticos del kirchnerismo. Sin embargo no muestran intenciones concretas de querer conducir el PJ de la Provincia, que le daría otro horizonte al trabajo opositor a Cambia Mendoza.

Máxime después del fallido atentado contra la vicepresidenta Cristina Kirchner, que ha generado no sólo un abroquelamiento y una solidificación en torno a la figura de la expresidenta, sino un palpable miedo a malquistarse con el kirchnerismo, como si cualquier comentario fuera de libreto pudiera confundirse con no rechazar la violencia.

Tampoco se ven ínfulas renovadoras en los peronistas no kirchneristas de la Legislatura. ¿Qué fue de aquellos oradores vibrantes, o de esos especialistas en temas puntuales de la Provincia que solía tener el peronismo, o de esos otros que eran duchos en negociar para lograr acuerdos? Hay demasiada medianía en la Casa de las Leyes. Se extraña ese papel de tercera fuerza que hacía el Partido Demócrata que solía tener a maltraer a los oficialismos radicales y peronistas con sus controles sobre los números del Presupuesto o de los gastos.

Ni siquiera se ven intenciones político-partidarias en esas entidades civiles referenciadas en el peronismo y que, interesadas en lo público, suelen hacer aportes críticos sobre temas económicos o políticos de estos lares.

El factor patilla

Cuando en los´90 Carlos Menem impregnó de liberalismo ultra al país, el peronismo de Mendoza optó, en cambio, por preconizar que primero había que "desestatizar la vida". Menem privatizaba de manera guaranga y a como diera lugar con ribetes de corruptelas. La Mendoza peronista de entonces hablaba de que era necesario empezar a revisar la idea de que el Estado es el centro de todas las cosas.

En los tres gobiernos del peronismo renovador de 1987 a 1999 (Bordón, Gabrielli, Lafalla) se mantuvo, con matices, claro, la idea de que lo peor que podemos hacer como provincia es arrodillarnos ante la Casa Rosada. O recibir desde la Presidencia de la Nación directivas que se deben cumplir "chilín campana".

El concepto, por entonces, indicaba que el peronismo de Mendoza no tenía nada que ver con el peronismo feudal de Formosa, La Rioja o el Chaco. Ni tampoco con el del Conurbano. En el peronismo local se había extendido la idea de que se debía hacer docencia política.

En 1993 cuando apareció Diario UNO solían llegar a nuestra Redacción periodistas porteños y de otras provincias para investigar por qué el peronismo de Mendoza era diferente. Veían una noticia en que Bordón se llevara civilizadamente con el presidente radical Raúl Alfonsín y con el intendente radical Víctor Fayad de la Ciudad de Mendoza.

También les sorprendía que Bordón hubiese denunciado a funcionarios del presidente Menem por supuestos actos de corrupción. O que no hubiera aceptado formar parte del gabinete de Menem por tener "firmado un contrato con el pueblo de Mendoza por 4 años"

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El peronismo local sigue sin hallar a quienes lo pongan en "modo mendocino".

El peronismo local sigue sin hallar a quienes lo pongan en "modo mendocino".

Celso y Paco

Luego de las tres experiencias gubernativas del Equipo de los Mendocinos, los radicales volvieron al Sillón de San Martín con Roberto Iglesias (1999-2003) y Julio Cobos.(2004-2007). El primero de estos debió bailar con la más fea. A mitad de su mandato renunció el presidente Fernando De la Rúa y explotó la economía del país. Iglesias debió rebajar sueldos a todo el personal estatal para poder poder cubrir los haberes a fin de mes. Sin embargo su sucesor no fue un peronista sino otro radical: Cobos.

Los peronistas volvieron al poder de Mendoza en 2007. Fue, paradójicamente, porque los mendocinos castigaron a los radicales por haberse aliado con el kirchnerismo en las presidenciales de ese año con la fórmula Cristina-Cobos, una alquimia política que estaba destinada al fracaso. A la primera de cambio, Cobos se negó a ser domesticado por Néstor y ninguneado por Cristina y votó en el Senado en contra de la ley que aumentaba de forma desmedida los impuestos a las exportaciones de soja, lo cual había abierto una guerra con el campo.

Los dos peronistas que fueron gobernadores de Mendoza durante las presidencias de Cristina, Celso Jaque (2007-2011) y Paco Pérez (2011-2015), se entregaron de pies y manos a los designios de la Presidenta y le dieron la espalda a los intereses prioritarios de esta provincia.

Por ejemplo en los gobiernos de Cristina se frizó el proyecto Portezuelo del Viento que Néstor Kirchner y Julio Cobos habían acordado en 2006 como reparación a las millonarias pérdidas que Mendoza sufrió por la promoción industrial en las provincias vecinas. Fue una forma de castigar a Mendoza por lo que Cobos le había hecho en el Senado.

Te digito

A Jaque y Pérez, Cristina les digitó desde la Casa Rosada la hoja de ruta. Hasta las listas de concejales mendocinos se hacían en Balcarce 50. Y cuando a ella no le gustaba algo que los mendocinos pretendían hacer con algún vuelo propio, los multaba con decisiones muy kirchneristas. Ejemplo: en una transmisión oficial desde Mendoza los camarógrafos de la cadena nacional recibieron la orden de no tomar ninguna imagen del gobernador Pérez.

En concreto: el kirchnerismo nunca ha hecho pie en el conjunto de la sociedad local. El mendocino medio no comulga con la forma de hacer política de Cristina ni de La Cámpora. Descree del exceso de ideologismo y de los funcionarios que acumulan déficits fiscales, que no atacan las raíces profundas de la inflación (que tienen que ver con el malgasto estatal), que imprimen billetes sin respaldo y que viven combatiendo al mercado y la iniciativa privada.

El peronista republicano lo sabe de sobra. Sin embargo no logra juntar voluntades ni generar liderazgos que le permitan recuperar el manejo del PJ, ámbito que el kirchnerismo busca seguir reteniendo; y sobre todo no puede hacer arrancar un proceso de renovación generado en la propia Mendoza y no en despachos oficiales de la Rosada ni en la famosa esquina de Juncal y Uruguay.

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