Ese municipio, catalogado de "capital provincial del peronismo", empezó a cambiar de eslóganes por otros más abarcadores como "Las Heras, mi vida" o "Yo amo a Las Heras". Orozco hizo campaña para regenerar el amor propio por el terruño. Dijo basta de aceptar que los tildaran de "lasherindios" desde otras comunas más pitucas.
El municipio venía de tener mucha rosca partidaria y un aparataje del PJ que se había quedado en el tiempo. Buena parte de esa primera gestión prácticamente no incluyó escándalos. Orozco besaba a los viejos, jugaba a las bochas, se prendía en cuanta celebración hubiera y tendía redes en la sociedad civil. No generaba todavía pendencias ni revuelos partidarios.
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Lentamente se dejó tentar por las encuestas de opinión y se percató de que la reelección no iba a ser difícil. Ahí empezó el cambio. El bicho del poder ya lo había picado y le había dejado roncha. La lavada de cara del departamento estaba en marcha. Se veían más obras, más limpieza y orden.
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Hizo aceptables migas con el gobernador Cornejo, por más que no fuera de su riñón. Orozco se sentía mejor con dirigentes como Julio Cobos, del que muchos empezaron a decir que era su padrino, algo que en los últimos tiempos Orozco ha negado para afirmar en cambio que quien lo metió en política fue el extinto Viti Fayad.
Se va la segunda
Después que ganó con amplitud la reelección empezó a cobrar vida el otro Orozco. El tipo simple, campechano, empezó a dar paso a otro más ambicioso, más desconfiado, más intrincado. Las internas entre los funcionarios fueron la comidilla diaria y se empezó a decir que ya no era el lugar ordenado y tranquilo de la primera gestión.
Mucho tuvo que ver el hecho de que Orozco nombrara como secretaria de Gobierno, un cargo netamente político, a su pareja, Janina Ortiz, lo cual generó suspicacias y un ambiente denso. Ese asunto hizo eclosión cuando el propio intendente confirmó que ella iba a ser la candidata a sucederlo. Fue el acabose. Varios de sus colaboradores que lo venían acompañando desde su primera gestión se quedaron pedaleando en el aire y trabajar en la comuna empezó a ser políticamente tóxico.
Eso envalentonó aún más a Orozco quien para reforzar su poder anunció que se postulaba para ser precandidato a gobernador de la provincia. Incluso arribó un asesor de imagen mexicano para "coachearlo". Fue la época de las fiestas en Palatium en las que iba dando a conocer sus proyectos políticos ante los representantes de la comunidad, los empresarios, los docentes y los jubilados, entre otros.
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Fue también el momento en que presentó su libro (MTD: Ideas sobre una Mendoza posible) con las claves para un buen gobierno, que presentó en compañía de buena parte de la plana mayor de la UCR con Alfredo Cornejo a la cabeza, quien no dudó en presentarlo como el intendente más importante que había tenido Las Heras.
Durante todo ese tiempo el polideportivo Polimeni fue su gran escenario. Deportistas, escritores, artistas pasaron por allí y con todos se sacó fotos. Ya en el primer gobierno se había dejado seducir por el marketing y las encuestas. Recorrer el departamento era encontrarse a cada paso con gigantografías donde él se mostraba con boxeadores, reinas de la Vendimia o emprendedores.
El mutante
Aquel médico con fama de gente como uno, ese que era un "tordo" de los de antes, de los que te revisan, te pegan con el martillo en la rodilla, te hablan, y terminan como amigos de los pacientes, había mutado en otra cosa: un político que echaba funcionarios, que pedía renuncias masivas, que pretendía hacer cosas de huevo y que empezaba a desconocer a esos radicales de la primera hora que le habían ayudado a gobernar.
La avalancha de opiniones sobre la decisión de Orozco de irse del radicalismo para aliarse con De Marchi no ha sido del todo favorable para el médico lasherino, quien solía considerarse con orgullo un radical convencido. Las alusiones al panquequismo o el transfuguismo, como se le llama al hecho de cambiar de partido, han llenado las redes sociales en estos tres días de furia.
Llamó especialmente la atención un comentario en las redes sociales que comparaba a Orozco con el personaje de "El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde", aquel inolvidable relato de Robert Louis Stevenson, donde un científico creaba una pócima que al beberla lo transformaba en un ser totalmente distinto, concretamente en una mala persona.
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No faltaron tampoco los que apelaron a dichos populares para menospreciar la decisión del intendente. Uno, particularmente, hizo reir. Aludió al viejo refrán español "escoba desatada, persona desalmada", que resume lo difícil que es volver a juntar lo que se ha desarmado. Entre los adjetivos calificativos, "ingrato" fue de los más elegantes.
Queda por saber si veremos a un tercer Orozco que nos proponga una síntesis de su derrotero.
¿Actuará en La Unión Mendocina como la pata radical del demarchismo? ¿Se integrará chilín campana al nuevo catecismo que proponga el lujanino? ¿Se volverá medio peronista para que a Carlos Ciurca le de un ataque de bilis? ¿Exigirá un puesto para Janina Ortiz? Y, sobre todo ¿cómo se las arreglará para completar en paz todos los meses que le quedan de intendente siendo que en su gabinete ha quedado el desparramo?