El embajador argentino (abogado, 73 años, santafesino, pero con la apariencia y el "decir" del porteño típico) le pidió al representante chileno que informe a su gobierno en Santiago que lo que está haciendo Chile en el cruce internacional muestra escasos resultados positivos en cuanto a operatividad y eficiencia, por lo que se hace imprescindible agilizar los trámites aduaneros.
El término "pura burocracia" resaltó en la voz de Faurie. Sin embargo, el representante del presidente Boric en Mendoza, que hizo gala de profesionalismo, dijo conocer la personalidad del embajador argentino y aseguró que la reunión había sido "un ejercicio interesante", aunque aclaró que hay aspectos que no son tan fáciles de resolver "por la complejidad técnica que poseen".
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Jorge Faurie, el designado embajador argentino en Chile.
La promesa
Faurie prometió que con él iba a ser diferente, porque lo que hay que cambiar son cosas prácticas, de fácil resolución, y que no podía explicarse por qué no se arreglan. Para el embajador, "hay alguna mecánica que no se hace de manera eficiente" en el sistema integrado, sobre todo en lo relativo a la presentación de documentos.
Lo ocurrido en la reunión de Mendoza rebotó en la prensa chilena. Una entidad de camioneros avaló los dichos de Faurie y hubo legisladores trasandinos de derecha que también tomaron el guante. A éstos lo único que no les gustó fueron "ciertas formas" usadas por Faurie.
Las dudas del embajador acerca de por qué no se resuelven cosas prácticas, son las mismas que desde hace años tienen miles de viajeros y camioneros que usan el principal cruce a Chile que tiene la Argentina.
Aquellos que están acostumbrados a interesarse en este asunto sintieron ante los dichos de Faurie una mezcla de déja vu y de cierta esperanza, en particular los ciudadanos mendocinos para los cuales Chile es, emocionalmente, como una habitualidad.
Políticos, empresarios, investigadores, periodistas, entre otros, volvieron a preguntarse si alguna vez habrá realmente gobiernos (de aquí y de allá) que concreten el milagro de que ir a Chile o volver de ese país deje de ser una constante anomalía.
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La semana pasada hubo reunión entre autoridades de ambos países.
Son calcadas
Las sucesivas reuniones bilaterales que se producen con cada cambio de gobierno para agilizar el cruce internacional entre Mendoza y Chile son calcadas. Las cancillerías de ambos países se dedican a elucubrar y anunciar cambios que luego, pareciera, no controlan en su realización.
Se tiene la impresión de que ir a la tierra de Neruda manda sufrir plantones y someterse al humor de un grupo de jefes de diversas reparticiones (Aduana, Migraciones, AFIP, Sanidad Vegetal y Animal) que no terminan de ser articuladas con inteligencia y firme decisión política por un comando central. A la aduana integrada le falta mucho para ser eficaz y para que eso se sostenga en el tiempo.
El sector de la Cordillera de los Andes por donde discurre el túnel internacional está lejos, muy lejos, de las principales oficinas políticas de Santiago o Buenos Aires donde están los funcionarios que, se supone, han tomado esas decisiones sabias y prácticas que, allá arriba, son tratadas de otra manera.
Nos han prometido tantas supuestas soluciones que el usuario sospecha que lo del cruce nunca se va a arreglar. Y que seguirá siendo así.porque hay demasiadas manos en un plato que terminan haciendo garabatos. Cada sector -creemos- toca su propia partitura y no hay ningún director de orquesta que los unifique en una melodía común.
En consecuencia, ese otro "milagro de los Andes" que se concretaría si tuviéramos un paso binacional que fuese ejemplo de eficiencia y de fluidez del tránsito, sigue sin producirse. Que se castigue a un turista a pasar entre 4 y 8 horas de espera para concretar su trámite o a un camionero entre 14 y 32 horas (los datos los expuso Faurie en Mendoza) son muestras elocuentes de un fenomenal desatino.
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