Análisis y opinión

El factor Lali Espósito y la rareza de ver debatir en enero a los legisladores

Un sector de los artistas e intelectuales (lo que antes llamábamos la gente progresista) está en abierta lucha contra el gobierno de Javier Milei que recién se inicia

No toda gestión política de derecha es peligrosa en sí misma, de la misma manera que no toda administración volcada a la izquierda es de temer de entrada. Derecha e izquierda se vuelven peligrosas "cuando se desafectan del compromiso democrático", ha dicho con precisión quirúrgica Michelle Bachelet. Hay que empezar a temer cuando alguna de esas de esas gestiones mutan hacia proyectos antisistema.

Pero sí la derecha demuestra respeto por la división de poderes, la libertad de expresión, la iniciativa privada y la igualdad ante la ley, y si no traba los necesarios controles y contrapesos que marca la democracia republicana, ¿cuál es el problema en darle tiempo a un gobierno de derecha elegido de manera constitucional como ocurre actualmente en la Argentina?

Algunos de los gobiernos más estables en el mundo desarrollado (en particular, los países del norte europeo) son aquellos que, pivoteando en el centro político, suelen pasar de una administración de centro izquierda a una de centroderecha, y viceversa, según lo que dispongan los votantes, quienes suelen tener la sana habilidad de airear el poder político balanceando los aportes más sociales con los del mercado.

Lali y Echarri

Vamos a un caso bien actual en la Argentina. Un sector de los artistas e intelectuales (lo que antes llamábamos la gente progresista) está en abierta lucha contra el gobierno de Javier Milei. Consideran que "la derecha" ha llegado para quitarles conquistas a ellos y a los trabajadores en general. Y que Milei viene para combatir la cultura, rubro que en esa visión debe ser necesariamente de izquierda. "La cultura es muy peligrosa para este modelo político", ha dicho el actor y militante kirchnerista Pablo Echarri.

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De manera marketinera podríamos llamar a esta movida como "el factor Lali Espósito", no porque ella sea la más ideologizada y representativa (que decididamente no lo es) sino porque es una de las artistas más populares y porque el picudeo entre la actriz y el presidente Javier Milei ha tenido en las redes sociales un ida y vuelta inesperado. Lali dijo en su momento que era "peligroso y triste" que el libertario hubiese ganado la Presidencia, y lo calificó de "un político antiderechos".

La cantante y actriz está en su derecho a opinar lo que le venga en gana. En cambio, un presidente debería ser más cuidadoso con eso de pelearse por las redes sociales porque él está en una posición de poder que supera a la de un particular. Sin embargo, Milei se ha sumado a esa pulseada como si todavía fuera la campaña electoral.

Con los líos de gestión que tiene un Gobierno, ¿debe el Presidente dedicarle su precioso tiempo a contestar y retuitear informaciones y opiniones on line?. Es lo mismo que hacía Alberto Fernández de madrugada. Así le fue.

Hay otros artistas, como es el caso del cineasta Adolfo Aristarain, un artista valorado por sus películas, que ha derrapado mal, al extremo de haber convocado a ganar las calles para "voltear" a Javier MIlei que lleva 40 días de gestión.

O el caso del músico Peteco Carabajal que quiso politizar la actuación de todos los músicos de la enorme familia Carabajal en el escenario del Festival de Jesús María tratando de poner al público en contra de la vicepresidenta Victoria Villarruel presente en el acto, lo cual le valió el repudio del resto de los integrantes de Los Carabajal al verse metidos en una disputa política que no compartían.

Bienvenidos al debate

Pese a todos esos ejemplos, es muy interesante el debate que se está produciendo en el país. En ciertos sectores "progres" y de la izquierda, como en algunos gremios existe una tendencia poco democrática. Es la de evitar que se auditen organismos públicos que benefician a corporaciones, como la de los artistas o de los docentes.

Es lo que pasa con el Fondo Nacional de las Artes, el Instituto Nacional del Teatro o el INCAA dedicado al cine. Es comprensible la oposición a que desaparezcan sin más, pero no la de blanquearlos y de exponer su situación. Dicho de otra manera, la de sacar ciertos trapos sucios al sol. Algunos de esos entes se han convertido en centros de conchabo para militantes. En democracia no debe haber misterios de gestión. El buen uso de los fondos públicos no es un tema de orientación política. Es una obligación.

Hay que escuchar el tañer de varias campanas porque ninguna tiene la verdad total. No es de ahora que ciertos artistas deciden acercarse al calor gubernamental para ejercer su creatividad. El mecenazgo tiene una larga historia, pero solía estar destinado para grandes talentos. En los gobiernos poco austeros y más volcados al populismo, esto de querer tener a determinados artistas bajo su ala suele dar paso a situaciones poco claras.

En la Argentina, por ejemplo, el peronismo siempre ha bregado por la expansión de los derechos, pero jamás habla de las obligaciones que debe conllevar cada derecho. Néstor Kirchner acuñó una frase cínica, pero efectiva: "los artistas y los derechos humanos te dan fueros". Traducción: la gente dedicada a la defensa de los derechos humanos y al arte y los espectáculos aportan al gobernante una coraza moral.

Revisar, subsanar

¿Por qué no debería tener derecho un gobierno constitucional de revisar, por ejemplo, cómo funciona el Instituto Nacional del Teatro? Es indudable que hay que revisar, subsanar y adecentar gestiones a fin de que entidades como el Fondo Nacional de las Artes vuelvan a alimentarse de fondos salidos de la propia cultura sin necesidad de tener un ejército de empleados, que pagamos entre todos, sin ser necesarios.

¿No es acaso muy bueno que desde hace varias semanas los legisladores nacionales estén trabajando casi a diario, enfrascados en debatir muchas de los asuntos contenidos en la ley ómnibus y en el DNU con el que Milei pretende modernizar la gestión nacional y así cumplir con lo que votó el 56% de la población? Lo cual no quiere decir que esas leyes vayan a salir exactamente cómo las pensaron MIlei y sus funcionarios.

¿No es eso una contraposición a los largos meses en los que el Congreso nacional fue frizado según el humor de Cristina Kirchner, líder de un "gobierno de izquierda" que dejó al país con muchísimos más pobres, con reservas negativas en el Banco Central y con una inflación que nos avergüenza en el mundo?

En efecto, es rarísimo ver debatir en pleno enero a nuestros representantes para darle un marco democrático a las innovaciones propuestas por un gobierno "de derecha" que está muy lejos de conseguir mayoría propia en el Congreso, pero que sigue manteniendo números de aprobación muy parecidos a los que le permitieron ser gobierno.