Durante mucho tiempo, las cáscaras de papa terminaron directo en la basura. Sin embargo, hoy sabemos que no son un desecho, sino un tesoro lleno de nutrientes, usos prácticos y ahorros para la casa. Te contamos todos los detalles.
Ricas en potasio, fibra, vitaminas del grupo B y antioxidantes, estas finas pieles pueden transformarse en alimento, fertilizante y hasta en productos de limpieza natural.
Por qué las cáscaras de papa son un tesoro
La papa es una de las verduras más consumidas en cualquier casa, por eso es muy común que sus cáscaras sean un desecho constante. Ahora te contamos por qué debes guardarlas:
Primero que nada son un buen compost y fertilizante natural para plantas: las cáscaras de papa se descomponen rápidamente y aportan nutrientes esenciales al suelo. Podés enterrarlas en macetas o huerta como fertilizante orgánico, especialmente para plantas de hojas verdes.
Otra forma de fertilizar es preparar “té de cáscara de papa”, ya que el agua se enriquece con minerales y ayuda a fortalecer raíces y hojas.
De forma comestible podés hacer chips saludables y crocantes. Solo necesitás lavar bien las cáscaras, mezclarlas con un chorrito de aceite, condimentar (pimentón, ajo, orégano) y hornear hasta dorar.
También uno de sus usos más efectivos y prácticas es que sirven como truco natural para limpiar ollas y utensilios. Las cáscaras especialmente crudas contienen compuestos que ayudan a remover grasa y manchas.
Frotá el interior de la olla o la sartén con las cáscaras y luego enjuagá. Es una alternativa suave y ecológica para limpiezas rápidas.
También son grandes aliadas del brillo en acero y objetos metálicos. Para ello debes frotar las cáscaras de papa sobre cubiertos o superficies de acero inoxidable, ayuda a devolverles brillo. Luego, pasá un paño seco para completar el pulido.
Por último, gracias a su contenido antioxidante, algunas rutinas de belleza natural usan cáscara de papa para reducir signos de cansancio, aportar suavidad y ayudar a uniformar el tono. Podés apoyar el interior de la cáscara limpia sobre el rostro durante 10 minutos y enjuagar con agua tibia siempre y cuando no tengas piel sensible e irritable.






