Cuando la historia de Ana Bombal y su hijo Guille salió a la luz en el Día de la Madre, en Diario UNO, conmovió a miles. En el video, ella entra tomada de la mano de Guille, que va en silla de ruedas, en medio de una bodega llena de globos, música y aplausos. No era una fiesta más: celebraban los 18 años del joven que, al nacer, había recibido un pronóstico de apenas dos meses de vida.
"Mi hijo quiere vivir", fue la respuesta de una mamá a quienes la cuestionan por mantener activo al chico
Tras la viralización del video en el que Ana entra a la fiesta de 18 años de su hijo con parálisis cerebral, recibió críticas por “prolongar su vida”. Su respuesta
En pocas horas, las redes sociales estallaron: hubo más de 12 mil likes y casi 400 comentarios que se generaron en muy escaso tiempo, muchos de ellos crueles y polémicos. "Todo lindo, ¿pero es vida?"; "¿Qué pretenden? ¿que la madre le quite la vida?"; "Eso no es vida para nadie".
La emoción fue inmediata. Pero también aparecieron las voces críticas. En los comentarios del video se leyeron frases duras: “Eso no es vida”, “qué egoísmo mantenerlo así”.
Ana escuchó y decidió responder. No con enojo, sino con la verdad que la acompaña desde hace 18 años: la de una madre que ama, que entiende, y que conoce mejor que nadie lo que su hijo siente.
“No es egoísmo. Si él no quisiera vivir, no hubiese vivido más. Por más departamento, enfermeras o médicos que yo tenga, si él no quisiera, no estaría. Es él el que tiene ganas de seguir viviendo, el que se ríe, el que disfruta. Yo solo lo acompaño”.
Guille nació con parálisis cerebral y múltiples complicaciones médicas. A lo largo de su vida atravesó infecciones, cirugías, rehabilitaciones y largas internaciones. En diciembre de 2021 volvió a ingresar al Hospital Español —su “segunda casa”, como dice Ana— por una infección en su válvula. Permaneció allí cuatro meses, internado en terapia intensiva pediátrica.
"Se salvó por obra y gracia del Espíritu Santo", dijo Ana sobre su hijo Guille
“Tuvo una infección en su cabecita, pero mirá, se salvó por obra y gracia del Espíritu Santo. Le dieron el alta el 22 de abril de 2022. Salió con 23 kilos, con la tráquea colocada, y seguimos con internación domiciliaria. Pero si él no quisiera vivir, no hubiese pasado de ahí”, cuenta Ana.
Desde entonces, Guille vive en su casa, rodeado de cuidados. Tiene 14 enfermeras que lo asisten las 24 horas, kinesiólogos, fonoaudiólogos y terapeutas visuales. Un equipo médico estable, la mayoría del Hospital Español, lo acompaña desde hace años. Pero lo esencial, repite Ana, no está en los aparatos ni en los medicamentos, sino en la voluntad del propio Guille.
“Mi hijo es voluntarioso. Tiene ganas de seguir. No porque yo pretenda estirarle la vida, sino porque él elige quedarse. Y mientras él quiera vivir, yo voy a estar para acompañarlo. Si el tipo no quisiera seguir, hace rato que no estaría. No hay medicina que pueda contra la falta de ganas de vivir”, señala.
La madre reconoce que su rutina es exigente, pero también natural para ella.
“Yo prometí darle la mejor calidad de vida posible y eso hago. Pero esto no es obstinación médica, es amor. Es acompañar su deseo de seguir”, dice con serenidad.
Sabe que desde afuera algunos ven drama donde ella ve costumbre, fe y entrega cotidiana.
Una fiesta de 18 muy especial y con varios cuestionamientos
La fiesta de los 18 fue el símbolo perfecto de ese camino compartido: la celebración de cada día ganado. Ana organizó el festejo en octubre, lejos del frío de mayo y justo en el mes de su propio cumpleaños. En ese gesto se sintetiza su filosofía: hacer de cada desafío una oportunidad para celebrar.
Cuando cruzó la puerta del salón junto a su hijo, el silencio se llenó de emoción. Nadie podía permanecer indiferente ante esa escena: una madre empujando con orgullo la silla de ruedas del hijo que desafió todos los pronósticos, que ríe, que siente, que permanece.
“Entramos juntos, como siempre —cuenta—. Él estaba feliz. Lo rodeaban sus enfermeras, su familia, sus sobrinos. Somos un equipo enorme, con mucho amor. La cabecita, el timón, lógicamente soy yo, pero sin ellos nada sería posible”.
Ana reconoce que los comentarios duros la hicieron pensar.
"Guille no habla y no camina, pero se calma al oír mi voz"
“A veces la gente opina sin entender que hay vidas que no se miden por los parámetros habituales. Guille no camina, no habla, pero transmite. Tiene luz. Y eso también es vida. Yo lo veo reír, lo siento disfrutar, lo escucho cuando se calma al oír mi voz. ¿Cómo no voy a acompañarlo?”, cuestiona.
Su historia también toca una fibra profunda en quienes, desde el amor, enfrentan el dolor de cuidar a alguien que depende absolutamente de otro. Ana lo hace con fe y naturalidad, sin dramatismos, pero con una fortaleza que conmueve.
“Siempre le digo: llegamos a un cumpleaños, a una Navidad, a otro cumpleaños, y así. Cada peldaño es un logro. Y él me responde con su mirada, con sus gestos. Yo vivo para él, y él vive para mí”, agrega.
Las palabras de Ana son una respuesta no solo a las críticas, sino a una sociedad que a veces no comprende la diversidad de los modos de vivir.
“Mi hijo está vivo porque quiere estarlo. Y mientras él quiera, yo voy a seguir festejando cada año, cada día, cada sonrisa”, asegura.
Con esa frase, Ana vuelve a poner el foco donde siempre estuvo: en la vida.
No en la enfermedad, ni en la pena, ni en el esfuerzo, sino en el milagro cotidiano de existir.