Revolver placares y recuerdos no es recomendable en la previa de los días especiales, sobre todo cuando las personas no están y todas esas cositas, la ropa, el perfume, las fotos, pesan como podría pesar una bolsa de cemento en el corazón.
No es lo mismo encontrar un cuaderno escrito por tu madre cualquier día, que este día. Sobre todo porque lo que te vuelve a la mente no siempre es felicidad, sino imágenes de una infancia que no fue la tierra de la alegría. La mía, por ejemplo, no lo fue. Sin embargo, en la caligrafía extraña y preciosa que dibujaba mi madre en las carátulas de mis cuadernos recordé su dedicación, su excesivo cuidado, su ternura, el amor sofocante que me daba.
Ella toda y mi infancia toda volvieron. Así como está escrito en este texto.
La letra de mi mamá
Hoy encontré un cuaderno mío de primer grado en el fondo de una caja. Inmediatamente volví a la escuela. Volví a escalar la dureza de la infancia, cuando el mundo me era completamente hostil.
Cuando salir de mi casa para ir a la escuela era una empresa a veces, imposible. Volví a sentir los ruidos del desayuno.
Las cucharas.
El café con leche hirviendo en una taza con flores naranjas
Volví a sentir el miedo que me daba no ser como tenía que ser.
Pero también volvió mi mamá. O yo volví a ella.
Volví a mi mamá.
Volví a caminar las cuadras que separaban mi casa de la escuela.
Mi mamá a esa hora del día era mía.
No miraba a nadie más.
Solamente me miraba a mí.
Nunca más volví a sentir que yo era importante para alguien.
Como lo era para ella.
Eso era estremecedor.
Pesaba más que la mochila con todos los útiles.
Pesaba mucho importarle tanto a mi mamá.
Pero a esa hora, cuando apenas se veían las luces de los autos y quizás quedaba un rastro de la luna.
A esa hora y con las calles de bajada,
Pesaba menos.
Con mi mamá caminábamos contando: las tablas. Nombrando: las palabras con V y con B. las diéresis.
Memorizando: los nombres de los ríos.
Separábamos en sílabas.
A-ma-sar-la-ma-sa.
Poníamos acentos imaginarios.
Sobre palabras esdrújulas.
Mi mamá me mira hoy a través de las hojas ajadas del cuaderno de Lengua.
Yo era una niña prolija y obediente.
Hacía letras esforzadamente redondas.
Quería escribir como ella, porque mi mamá tenía una letra tocada por los dioses.
Pero nunca
Nunca pude
tener su caligrafía.
Mi mamá dibujaba esas letras con patitas y arabescos
que bailaban en el papel.
Las letras de mi mamá daban vueltas, se enroscaban, se estiraban.
Había sueños entre los trazos.
Había universos.
Pequeños mundos impresos con la delicadeza de una pluma movida por el viento.
Yo me esforzaba: Quería ser como mi mamá.
Un día me di cuenta que ser como mi mamá dolía.
Porque mi mamá no comía bien
porque mi mamá dormía mal
porque mi mamá tomaba pastillas.
Porque mi mamá paría hijos muertos
Porque mi mamá soñaba una vida que no era
Pero eso lo entendí después
Cuando dejé de escribir a mano
En la escuela todo era cercano a mi cuaderno
y la felicidad consistía en escribir sobre el renglón
y hacer girar las letras.
¿Cómo lo hacía mi mamá?
Nunca lo supe.
Nunca entendí lo que sus letras decían en secreto.
Yo la veía estirar el día en la mesa de la cocina.
Un día interminable
Cocinaba
Lavaba
limpiaba
rezaba
rezaba
limpiaba
lavaba
cocinaba
y escribía:
hacía letras.
Dibujaba en mis cuadernos,
Me terminaba las tareas.
Metía su vida en la mía
Para que ambas respirásemos juntas.
Por eso a mí solía faltarme el aire,
Porque se lo prestaba a ella
Nunca, igual
Nunca - nunca
entendí lo que decía la letra de mi mamá.
Hasta ahora,
que la leo
y dice demasiado.
La letra de mi mamá contaba su historia
Contaba el terror que tenía de verme morir
contaba que quería esconderme del mundo
Porque el mundo lastimaba
¿Por qué tenía tanto miedo mi mamá?
Yo a veces soñaba con sus sueños
y eran inexplicables
como el mensaje de sus letras
Aunque ahora entiendo
Que dice
tu-mamá-te-ama
Desde el confín de nuestro pasado
Hasta el último día de mis día.