Su historia está marcada por un hecho que cambió el mundo. David English sobrevivió al atentado a las Torres Gemelas en 2001 y poco después eligió Mendoza para vivir. Hoy, casi como un argentino más, dice que su próximo paso es obtener la ciudadanía para poder ejercer el derecho a voto.
"Mi cuenta pendiente es votar en la Argentina", dice el norteamericano que sobrevivió al 11S y vive en Mendoza
Nació en Tennessee y sobrevivió al atentado del 11 de septiembre. Hoy, con DNI argentino y residencia permanente, David English sueña con obtener la ciudadanía
Aquella mañana del 11 de septiembre de 2001 trabajaba en Nueva York cuando vio el horror desatarse frente a sus ojos. “Después de eso, quise cambiar de vida. Y muy a propósito, entre todos los países del mundo que conocí, elegí Argentina. Por su cultura, sus costumbres, su gente, el beso, el abrazo, el mate, juntarse con los amigos para comer un asado… todas esas cosas que hacen de este país, para mí, uno de los más ricos del mundo en cuanto al factor humano”, reflexiona.
En 2002 llegó a Mendoza, buscando paz, distancia y sentido. Con el tiempo formó una familia y echó raíces. Tiene residencia permanente y DNI argentino, pero aún no gestionó la ciudadanía. “No voto acá, pero tengo todos los papeles al día. Creo que en municipales sí podría, pero no en nacionales. Igual tengo mis opiniones sobre cómo veo el país”, dice con respeto.
“Soy un vecino más de clase media de Mendoza y gano en pesos”
David no vive en un barrio privado ni en un country, sino en una casa en la Sexta Sección de la Ciudad. “Me encanta la vida de barrio. Tengo vecinos de todas las clases sociales; muchos son emprendedores o dueños de los negocios del barrio. Vivo el día a día de los argentinos, no estoy aislado. Gano gran parte de mis ingresos en pesos, así que entiendo perfectamente la realidad del país. Mis comentarios sobre la inflación, la devaluación o el peso vienen de ese punto de vista, el de un chico de barrio que ha vivido acá 25 años y ha visto las idas y vueltas políticas y económicas”, advierte.
Desde su ventana, ve un país que admira, aunque también lo preocupa. “Me alegra que no tengamos tanta inflación, pero por otro lado tampoco tenemos turismo ni mucha actividad económica. Está todo bastante aplastado por el peso caro. Eso me preocupa. No sé quién tiene la solución, no es fácil. Argentina es un rompecabezas, pero hay que seguir intentando, avanzando con optimismo y tomando la iniciativa”, opina.
“En todos los gobiernos hay cosas que se hacen bien y cosas que se hacen mal”
Con una prudencia que denota su experiencia, David evita los extremos. “Siempre digo que con todos los gobiernos, de cualquier partido, hay cosas que se hacen bien y cosas que se hacen mal. Es inevitable. Ningún político, ninguna persona, va a hacer todo bien. Nadie puede administrar un país o una provincia sin equivocarse”, subraya.
“Lo que más me preocupa hoy es el peso sobrevaluado. Hace que Argentina sea un país carísimo, no solo para los turistas, sino también para la exportación de productos argentinos. Estamos en un mundo global donde cada país compite como en un supermercado, ofreciendo sus productos y servicios. El país que logre la mejor calidad al mejor precio es el que más crece. En esa competencia, Argentina está en una posición muy desfavorable por el tipo de cambio”.
David lo explica con claridad: “Hay un segmento muy chico de la población que puede aprovechar este peso caro para viajar a Miami, hacer compras afuera. Pero el argentino promedio no puede hacer eso. Para la mayoría, lo que importa es la actividad económica, que genera empleo, estabilidad, oportunidades. Y esa actividad está sacrificada en nombre de controlar la inflación. Entiendo que no es fácil, pero preferiría soluciones que beneficien a la mayoría de los argentinos”, deduce.
“He vivido crisis similares”, dice el americano radicado en Mendoza
Su perspectiva no surge del aire: ha vivido crisis similares. “En los años 90, cuando estuve en Argentina por primera vez, el peso valía uno a uno con el dólar. Una taza de café costaba lo mismo que en Nueva York y no había turismo. Era muy difícil exportar. Los vinos mendocinos casi no se vendían afuera. No había call centers ni industria tecnológica exportando conocimiento. Y todos sabemos cómo terminó eso. Se explotó todo. No era un modelo sustentable”, aclara.
Sostiene: “Ahora veo algo parecido. Tarde o temprano el gobierno tendrá que cambiar la política sobre el tipo de cambio, o se va a cambiar a la fuerza. Es así. No se puede mantener un país caro en un mundo que compite en precios”.
Qué cosas cambiaría de la administración
Cuando se le pregunta qué cambiaría de la administración del país, su respuesta sorprende por su enfoque constructivo. “En algunos países los ciudadanos tienen mucha más participación en las decisiones del gobierno, sobre todo a nivel municipal o barrial. Pueden opinar y hasta votar en cuestiones concretas: qué plazas hacer, qué reformas realizar. Eso genera compromiso y transparencia”.
“Hoy, con las herramientas tecnológicas que tenemos, es mucho más fácil lograr esa participación. No sé si sería factible a nivel nacional, pero sí provincial o municipal. Me gustaría ver algo así en Mendoza, al menos como prueba. Que los vecinos tengan voz directa sobre temas locales”, reflexiona.
“Argentina me enseñó a vivir distinto”
Detrás de su análisis económico hay una historia humana. David no solo cambió de país; cambió de vida. “Después del atentado, necesitaba un lugar donde volver a creer en la gente. En Argentina encontré eso. La calidez, la empatía, la amistad. Aquí se valora compartir, mirar a los ojos, brindar, reírse incluso en los momentos difíciles. Eso es algo que no se compra ni se vende”, continúa.
Su hijo, mendocino, es el motivo principal por el que siente que este país ya es suyo. “Por eso quiero votar. Porque el futuro de mi hijo está acá. Y aunque no haya nacido argentino, me siento parte de esta tierra. Ojalá pronto pueda completar ese trámite pendiente: tener la ciudadanía y finalmente votar”.
Una vida reconstruida a partir del 11S
A más de dos décadas del 11 de septiembre de 2001, David mira hacia adelante. “A veces me preguntan si extraño Estados Unidos. La verdad es que no. Tengo buenos recuerdos, pero mi vida está acá. Argentina me dio una segunda oportunidad, y eso no se olvida”, expresa.
Su casa está llena de fotos: su hijo jugando al fútbol, una botella de vino mendocino abierta a medio servir, una guitarra apoyada en la pared. Es el retrato de un hombre que eligió quedarse, que atravesó el horror y encontró sentido en el abrazo de un país que lo adoptó sin condiciones.
Antes de despedirse, repite su deseo con una sonrisa: “Mi cuenta pendiente es votar en la Argentina. Cuando lo haga, ese día voy a sentir que cerré un círculo. Que este país, que ya siento mío, finalmente me abrió las puertas del todo”.











