La mañana mendocina los sorprendió del brazo, como siempre. Él, con paso lento pero firme, bastón en mano; ella, con su andador, cuidando cada movimiento. A los 95 años, Héctor Martín, contador público y profesor jubilado de la Universidad Nacional de Cuyo (UNCuyo), llegó a votar junto a su compañera de toda la vida, Ana Matilde González, de 93, profesora de Economía. La escuela asignada fue la 1-601 Doctor Diego Paroissien, en el barrio Sanidad.
“Votar es una obligación, un deber con la democracia”, dijo Héctor. “Ana y yo creemos que vivimos en el mejor lugar del mundo: Mendoza. Y hay que cuidar eso. Para que el país avance, hay que venir a votar”, señaló.
A su lado, Ana asentía con una sonrisa. Con ella ha compartido casi 7 décadas de vida y de ideales. “Hay que dar el ejemplo a la juventud. Votar es parte de disfrutar la vida y ser responsable de lo que tenemos”, reflexionó.
Un amor que nació en el aula
La historia de Héctor y Ana comenzó hace más de 70 años, cuando ambos eran adolescentes en la Escuela de Comercio Martín Zapata. Ella era dos años menor, pero el destino ya los tenía anotados en la misma página.
Luego coincidieron en la Facultad de Ciencias Económicas de la UNCuyo, donde él estudió para c ontador y ella Economía. Se recibieron el mismo día, el 22 de agosto de 1954, y tres años después, el 10 de enero de 1957, se casaron.
Desde entonces, no se separaron jamás.
“Tenemos 5 hijos,19 nietos, siete bisnietos… y uno más que está por nacer”, contó Ana orgullosa.
La vida, el trabajo y el ejemplo de ir a votar
Héctor dedicó 34 años a la docencia y al ejercicio profesional como contador. “Tengo 88 años de aportes a la caja, entre múltiples trabajos”, dijo entre risas, mostrando que su mente sigue tan despierta como siempre. Ana también formó generaciones de economistas en la universidad, con la misma pasión por el conocimiento y el compromiso.
Ambos llevan la educación en el alma. “Fuimos parte de la UNCuyo cuando la universidad era todavía un sueño para muchos mendocinos”, recordaron. “La vimos crecer y nos dio todo”, agregaron.
Hoy viven en la Ciudad de Mendoza, a pocas cuadras de donde votaron. Cada elección es para ellos una fiesta cívica, una cita con la historia. “Si no votás, no te quejes después. Anda a reclamarle a Gardel”, bromeò Héctor.
La receta para una vida larga y feliz
Cuando se les preguntó cómo lograron mantenerse tan unidos, él no dudó:
“Portarse bien, comer sano, cantar mucho y tener suerte con la compañera.”
Y Ana, con dulzura, agregó: “Disfrutar, reírse, salir. Vivir feliz”.
Y así, entre risas, se fueron del colegio tomados del brazo, igual que hace 68 años, cuando dijeron “sí” para siempre.
“Hay que vivir agradecido”, dijo Héctor antes de irse. Satisfecho por haber cumplido con su deber.





