El 9 de agosto último se cumplieron seis años de impunidad. De injusticia. De una paradoja fenomenal: que el asesinato de un representante del Poder Judicial siga sin culpables.

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Marcos Derpich era defensor de Pobres y Ausentes. Tenía 46 años y había dedicado los últimos diez a representar, en nombre del Estado, a acusados de delitos penales que no podían pagar abogados de su propio bolsillo.

Marquitos -así le decían en el argot tribunalicio-, era un tipo tranquilo. Sencillo. Callado y de buen trato con sus representados, colegas y personal de la Justicia. Cero conflicto.

Por eso, el estupor ganó el ámbito tribunalicio cuando aquella madrugada del año 2013 -pasadas las 3- la noticia se viralizó a través de los celulares corporativos que comparten jueces, fiscales y otros letrados: "Mataron a Marcos Derpich".

La investigación se concentró en el cruce de Corredor del Oeste y Pellegrini de Godoy Cruz. El cadáver fue hallado dentro de su propia camioneta Suzuki Grand Vitara, chocada contra un robusto carolino.

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Se pensó en una descompensación como causa de la pérdida de control del vehículo, pero cuando los forenses revisaron a la víctima fatal descubrieron que tenía una herida sangrante bajo la axila derecha.

Era de arma de fuego. Una vaina 9 milímetros fue hallada en el piso del rodado y ya no hubo dudas: Marcos Derpich había sido asesinado a quemarropa.

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Se revisó la Suzuki metro por metro. Se buscaron huellas y cualquier otro elemento que ayudara a identificar al homicida.

Un testigo dijo al 911 que el rodado estuvo detenido en un semáforo 200 metros antes del sitio exacto donde fue hallado. Y que alguien había bajado del lado del acompañante para irse caminando tranquilamente.

"Yo iba en mi auto por el carril contrario. Escuché un disparo y vi que alguien de gorrita se bajó del vehículo que después apareció chocado" "Yo iba en mi auto por el carril contrario. Escuché un disparo y vi que alguien de gorrita se bajó del vehículo que después apareció chocado"

Versión del testigo

Se revisaron las cámaras de seguridad de la zona en busca de alguna imagen reveladora pero la oscuridad y la baja definición del video hicieron fracasar el plan. No se podía identificar a nadie.

Sin embargo, a las pocas horas hubo detenidos. Dos hermanos de apellido Chacón. Uno era mayor de edad y el otro tenía 17 años.

Sin embargo, vencido el plazo de la prisión preventiva y frente a la carencia de pruebas contundentes, la jueza de Garantías Alejandra Mauricio los liberó.

Las impresiones dactilares levantadas del rodado de Derpich no sirvieron para nada. Tampoco la vaina 9 milímetros, luego de una serie de verificaciones y peritajes balísticos comparativos.

El sobreseimiento significó el comienzo de la escalada de impunidad. De la injusticia.

No hubo más sospechosos. Ni detenidos. Ni testigos importantes. Ni más pistas. Entonces, el caso cayó en un agujero negro.

Así, las autoridades apelaron al recurso más efectivo a la hora de destrabar una pesquisa: el ofrecimiento de una recompensa de dinero como sucedió con otros casos.

Con aval del fuero penal de la Justicia, el Ministerio de Seguridad puso $20.000 a disposición de quien brindara información que sirviera para detener al asesino del defensor de Pobres y Ausentes. Corría agosto de 2013.

Pero la oferta no condujo a nada.

Entonces, a comienzos de octubre, fue elevada a $50.000 con la expectativa de que alguien dijera algo concreto que sirviera para resolver el asesinato de Derpich.

Algo relevante como pasó con el crimen de Laura Abonassar en 2009. O como sucedió en julio de 2000 con José Zambrano y su amigo Pablo Rodríguez. Porque ambas investigaciones se encaminaban al fracaso pero las recompensas hicieron hablar a los testigos claves y todo fue  esclarecedor.

Trabajaron en el caso dos fiscales: Santiago Garay, actualmente a cargo de la investigación de Delitos Económicosy Horacio Cadile, hoy juez de sentencia en lo penal y juez técnico de juicios por jurados.

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"Marcos era una persona coherente y correcta. Un buen profesional. Y un amigo. Este caso es una de las tantas deudas que tenemos con nosotros mismos" "Marcos era una persona coherente y correcta. Un buen profesional. Y un amigo. Este caso es una de las tantas deudas que tenemos con nosotros mismos"

Daniel Carniello, fiscal


 

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