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María Dueñas desmonta, pieza por pieza, el mecanismo de su genio literario en una singular charla desde un tren

Prestigiosa escritora española, María Dueñas acaba de publicar su nueva novela Por si algún día volvemos. Un libro de más de 500 páginas que no se puede dejar de leer

Cuando la vida y la profesión nos ofrecen la posibilidad de volver a charlar con María Dueñas (Puertollano, Ciudad Real, 1964), una de las autoras en español más leídas y estimadas del planeta, la tarea se convierte en una causa, en una misión.

El horario convenido para la entrevista encontró a María viajando en tren desde Madrid a Alicante. Era una ruta plagada de túneles que nos producía diversos baches en la comunicación telefónica transatlántica.

Pero su buen humor, su entusiasmo para develarnos los motivos centrales su nueva novela Por si algún día volvemos y, sobre todo, las claves que conforman su oficio de escritora, hicieron que llegáramos felizmente a destino.

“Esto ha sido una novela en episodios", resumió ella la experiencia, sonriendo.

De más está decir que Por si un día volvemos le ha deparado otro suceso literario con una trama sostenida en dos hilos conductores: la solidaridad femenina en las circunstancias más adversas y la angustia, pero también, el heroísmo, de cada inmigrante que se ve obligado a abandonar su tierra.

Tiene un personaje central, Cecilia Belmonte, que huye de una situación paupérrima en su aldea española hacia Orán, Argelia, en los años veinte, en busca de una redención que la someterá a pruebas cada vez más duras.

El ritmo narrativo y la compleja carnadura de todos los personajes hace que el libro nunca se caiga de las manos en más de quinientas páginas.

Nuevamente La Conversación, en Radio Nihuil, contó con el aporte de nuestra colega Sara González, fanática y prolija lectora de Dueñas, como ya había ocurrido cuando hablamos de su anterior libro, Sira.

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María Dueñas, escritora española.

María Dueñas, escritora española.

Entre Mendoza y el expreso madrileño, el diálogo quedó formalmente como sigue.

-María, ¿qué tal? Es un inmenso placer tenerte con nosotros otra vez.

-Igualmente. Yo también, encantadísima. Estoy solamente un poquito preocupada porque voy en un tren que justo en ese instante está atravesando un túnel. Espero que no tengamos ningún problema y nos permita conversar tranquilamente.

-Ningún problema. Nos adaptamos. Todo vale con tal de aprovechar esta charla.

-Estoy adentro del tren, adentro del túnel y comunicándome con Mendoza, Argentina. ¡Esto es una locura!

-Debemos comentarte, para empezar, que acá en Mendoza hay una red muy grande de fanáticas que te siguen, como imaginarás.

-La verdad que para mí es una felicidad saber que tengo tantos lectores tan queridos, tan cálidos, siempre en las dos orillas del Atlántico. Es, de verdad, una alegría enorme.

-Veníamos charlando en la preparación de la nota acerca de tu talento para mantener atrapados a los lectores con recursos narrativos genuinos y sin apelar algunas trampas al uso. ¿Cómo es la técnica que aplicás?

-Bueno, cada libro es distinto, pero todos, al final, coinciden en que yo cuento historias en las que van pasando cosas. Van ocurriendo acontecimientos, algunos esperables, otros totalmente inesperados. Y los lectores van atentos a ver qué sucede en la vida de los personajes.

-Se dice fácil, pero no es sencillo, para nada.

-Después también intento tener personajes carismáticos, con encanto, que nos seduzcan, que nos cautiven, que nos atrapen. Y, por otro lado, intento también que los escenarios despierten curiosidad en los lectores, que quieran conocerlos, que quieran interesarse por ellos. Y por ahí, mezclando un poco todos esos elementos, creo que debe de ir la cosa.

-A propósito de esto, le preguntamos a una inteligencia artificial por tus méritos como escritora. Desgranó una larga lista de atributos.

-¡Pero no te fíes! ¡No te fíes! Cuenta mentiras también (risas).

-No te creas. Fijate esta línea donde afirma que la autora María Dueñas "es reconocida por su habilidad para dotar de profundidad psicológica a sus personajes y mantener un ritmo narrativo cautivador". Exactamente lo que veníamos hablando.

-Mira, en esta novela, sobre todo, sí que lo he trabajado a fondo. He conseguido algo que va muy acorde con la historia y que afecta mucho al ritmo. Porque en mis novelas anteriores casi siempre la acción transcurre alrededor de unos breves años; en algunas, incluso, unos meses; en otras, unas semanas. Y aquí son treinta y tres años, son tres décadas y pico.

-Lo cual te pedía otra manera de abordarla, ¿no?

-Por eso yo necesitaba una estructura de capítulos que fuese rápida, que fuese ágil, que diese, digamos, casi velocidad a la acción. Porque son muchas cosas las que tienen que pasar por delante de los ojos de los lectores para, en quinientas páginas, cubrir todo ese tiempo.

-¿Cómo lo resolviste?

-He optado por utilizar en este caso una técnica de capítulos más breves, de cuatro páginas, más o menos, a veces cinco, a veces tres. Pero en general son capítulos cortos que me facilitan el poder ir trabajando con la acción de una manera más vibrante, más ágil, para que los lectores vean ese paso del tiempo sin llegar a cansarse.

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En su última novela, María utilizó un técnica de capítulos breves.

En su última novela, María utilizó un técnica de capítulos breves.

-Como lector, uno agradece precisamente tu capacidad para describir contextos formidables, además de introducirnos en la introspección de cada personaje, delineado hasta en sus más mínimos detalles. Cuando uno se mete así en la trama, cuesta dejar de leer el libro.

-Pues me encanta oírlo, porque yo hago un esfuerzo para que sea así. Intento llevar un equilibrio entre lo que va ocurriendo en el exterior de la vida de los personajes, lo que ocurre en el momento histórico y en el ambiente; lo que ocurre en la vida de ellos personalmente, sus movimientos, sus caídas, sus remontadas; y luego, lo que les ocurre a ellos en su interior, por dentro.

-Perfectamente explicado el mecanismo.

-Entonces hago un esfuerzo a medida que voy avanzando, capítulo a capítulo, porque todo eso vaya equilibrado, vaya ponderado; que el peso no se me vaya más hacia un lado o hacia otro. No es que mida las palabras o las frases en los párrafos, pero sí que intento que vaya todo en armonía, para que las tres vertientes tengan un ritmo similar y un peso similar y los lectores así lo perciban.

-En cuanto a tu preocupación por darle un completo contexto a tus historias, es muy interesante que te centraras en ese embrollado tramo de los finales de la década del veinte, que parte de una España absolutamente demolida, de emigrantes.

-Sí, hablamos de la España de la que sale Cecilia. Una España muy empobrecida, muy carente de casi todo y expulsando a muchos hijos de la patria a otros puntos del mundo porque aquí no había oportunidades para ellos.

-Hoy está muy candente en toda Europa el tema de la inmigración. ¿Elegiste a propósito de eso el asunto o tuviste otra motivación?

-No, no es a propósito, qué va. A mí me interesa mucho lo que ha pasado, y en Argentina lo sabéis muy bien, con los españoles en otros puntos del globo terráqueo. Hubo gente que cruzó el Atlántico para llegar a América; muchísimos, muchísimos a la Argentina, otros se fueron a Venezuela, otros a Cuba, otros a Estados Unidos. Pero hay también gente que cruzó el mar en una distancia más corta. Cruzó únicamente el Mediterráneo y se fue al norte de África en otros momentos. Esa es una historia que nos es más desconocida, incluso dentro de la propia España.

-Es cierto. A nosotros nos resulta todavía más desconocida.

-Yo quería rescatar a esos que cruzaban el Mediterráneo. Eran apenas diez, doce horas de travesía marítima. Pero era un mundo absolutamente distinto.

-Sobre todo, en el ámbito donde transcurre tu novela.

-Precisamente a la Argelia francesa y a la ciudad de Orán fueron muchísimos españoles en aquella época. Tiempo después, consiguieron la nacionalidad francesa, sus hijos ya eran franceses de sentimiento, casi. Y cuando ocurre la independencia de Argelia, la mayoría de esta gente se va a Francia, ya no vuelve a España, porque algunos llevaban ahí generaciones. Entonces en España casi no se sabe nada de ellos.

-Por eso, lo que conmueve es seguir el derrotero de esos emigrados que tienen que salir de un país con lo puesto, conocer otro lugar y luego volver hacia otro destino incierto. Es algo que se sigue repitiendo en tantos lugares de la actualidad.

-Exactamente, es el verte obligado a abandonar tu mundo, a dejar tu casa, tu trabajo, tu familia, tu negocio, lo que hubieras construido porque te vienen una serie de vicisitudes históricas que te empujan y te obligan; y el no saber qué va a hacer de ti, el no saber a dónde ir y el desarraigo, la mala acogida cuando llegas porque no tienes una acogida con los brazos abiertos.

-Una rueda infinita...

-En fin, son cuestiones universales y atemporales que han estado en la humanidad desde que el mundo es mundo. Nos hemos movido siempre de un sitio a otro. Pero parece mentira que no aprendamos a ser un poco más tolerantes, más flexibles y a tender una mano a todos aquellos que se ven en estas vicisitudes tan grandes.

-Vos has relatado, a veces, las vicisitudes de mujeres fuertes. Por ejemplo, en tu anterior novela, Sira, hasta Evita Perón es parte de la trama. Pero acá, en tu nuevo libro, has llevado la condición femenina al extremo. La historia empieza con una violación, en medio de una pobreza extrema y las penurias, de ahí en adelante, no amainan. ¿Cómo te has sentido haciendo sufrir tanto a tu protagonista?

-Me he sentido relativamente bien en el sentido de... A ver, bien, no, claro, es muy incómodo pasar por esas vicisitudes. Es doloroso y es penoso. Pero, por otro lado, he sentido que simplemente estaba mostrando lo que tantísimas mujeres han sufrido a lo largo de los siglos; y, sobre todo, mujeres de este medio tan deprimido, con tan pocos recursos de todo.

-Es cierto. La cosa arranca desde un pozo sin fondo.

-Porque Cecilia sale de un mundo donde no hay bienes materiales, pero tampoco casi hay ni una conciencia moral, ni educación. No hay nada. Ella no tiene nada, nada, nada. Es como un animalillo salvaje.

-Sí, el desamparo total está en el inicio mismo.

-En esos mundos, sobre todo, las mujeres son carne de abuso, son las más frágiles, las más desprotegidas. Y cuando Cecilia sale de España, cruza al otro lado del mar y llega a Argelia, encuentra un poco de lo mismo. Son mujeres inmigrantes que no tienen agarre de ningún sitio. Por eso me dicen muchos lectores y otros periodistas que la novela está cargada de sororidad femenina.

-¿Estás de acuerdo?

-Sororidad es una palabra que yo no uso porque no se usaba en aquella época. Pero es cierto que está ahí cómo las mujeres se tienden una mano unas a otras en momentos difíciles, con lo poco que tienen. Otra le consigue un trabajo, otra la ayuda en un cuarto, otra la ayuda a encerrar al marido muerto. Son esas cosas que han hecho las mujeres a lo largo de la historia, sin nombre, sin etiqueta de ningún tipo, pero que ha sido tan importante para que la vida siga circulando, para que las sociedades sigan progresando y para que la condición humana no deje nunca de perder lo poco o mucho que de bueno y de honesto pueda tener.

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Dueñas dio su definición sobre sororidad.

Dueñas dio su definición sobre sororidad.

-Dentro de ese cúmulo de mujeres solidarias, hay una que es fundamental, porque le ayuda a Cecilia a dar un salto determinante, enseñándole a leer y escribir: la profesora madame Le Clerc. ¿Hay algo en esa madame Le Clerc de la María Dueñas que fue docente?

-Madame Le Clerc es una maestra francesa jubilada, madura; una señora muy seca y muy distante, en principio, a quien Cecilia le pide algo tan elemental, pero tan importante para ella, como es aprender a leer y a escribir en francés. Porque ella llega con su español, aprende el francés en la calle, puede conversar, pero no sabe leer ni escribir. Ella, además, está viviendo en una situación muy complicada con un hombre que no la quiere bien; al revés, la ahoga y la asfixia.

-Claro, el guardia de seguridad Lagarde.

-Por eso sabe que, si quiere escapar de esa situación y emprender un camino por sí misma, tiene que saber leer y escribir. Es muy consciente de eso. Y quizá ahí he volcado un poquito de la antigua profesora que llevo dentro y he intentado reflejar el valor de la educación para todo el mundo en general. Pero para todas estas mujeres metidas en sus casas, sometidas, hartas de trabajar, que no tienen ninguna otra proyección; para ellas escribir, leer, es como una ventana nueva al mundo que les da alas para otros movimientos, más allá de los límites de su situación.

-Por otra parte, hablando de muchos de estos personajes que de la nada logran construir muchísimo, en el caso de la protagonista de este libro hay algo más que llama la atención: no tiene nombre. No lo conocemos, porque Cecilia Belmonte es el nombre que ella adopta, que ella inventa. Una donnadie. Es genial la idea.

-(Ríe) Exactamente, exactamente. Es que para mí tampoco tiene nombre. Me lo preguntan también los lectores: pero ¿cómo se llamaba de verdad! No lo sé, les contesto. Nunca le di un nombre.

-María, no se puede creer. Has hecho historia en la literatura. ¡El autor no sabe cómo se llama su personaje central!

-(Ríe) Fíjate qué ignorantes somos a veces los escritores. Yo creo que es también una toma de posición personal. Y yo me lo planteé muchas veces mientras escribía. ¿Cómo se va a llamar esta mujer? Y lo iba dejando para más adelante. Lo iba dejando. Ya lo decidiré, ya decidiré, me decía.

-¿Cómo terminaste de decidirte?

-Cuando llegué al final y seguía sin nombre, dije: esto es lo que me está pidiendo la propia narración, que no tenga nombre. Que lo conozcamos cuando se convierte en Cecilia. Lo que ha pasado antes en su vida no nos interesa tanto.

-Pero, asimismo, vuelve a significar eso. Una persona que no tenía ni nombre, que logra abrirse paso en la vida. Simbólicamente le da un poder muy grande a la historia.

-Eso es lo que yo quería hacer. Que fuera una especie de referente, de metáfora, no sé cómo podríamos llamarla, de tantos emigrantes sin nombre como hay en el mundo, que, con su trabajo, su tesón, su voluntad, su garra, su coraje, logran salir adelante. Es verdad que no siempre es así, porque algunos fracasan, otros prosperan, otros tienen éxito, otros se quedan siempre a medio camino.

-Un destino que no deja de repetirse.

-Por eso creo que vale la pena reivindicar a todos aquellos que lo hicieron bien. Bueno... les ayudaron un poco en situaciones difíciles, pero verdaderamente fueron ellos solos los que salieron adelante, con esa necesidad de sobrevivir.

-Algunos que te conocen, y teniendo en cuenta lo que pasó con El tiempo entre costuras, en que el personaje reapareció, se preguntan si esta nueva novela, que plantea un final abierto, tendrá una continuación. En una de esas ahí se te ocurre y le ponés un nombre a tu heroína.

-(Ríe) Va a ser un poco difícil que Cecilia vuelva.

-¿Por qué?

-Porque el título de la novela dice "por si un día volvemos", pero, al final, no volvieron. Casi nadie volvió a aquella Argelia.

-Has elegido para algunas de tus historias escenarios que, para nosotros, resultan exóticos, como Tetuán, en Marruecos. ¿Por qué te inclinaste por Argelia, en este caso, teniendo todo el planeta a disposición?

-Porque este capítulo de los emigrantes españoles en Argelia, por cercanía geográfica, por cercanía histórica, ha sido muy consistente a lo largo de los siglos, pero también se nos ha olvidado en España. Orán, Argelia, no suenan raro solo en Argentina, a los lectores argentinos. Al setenta por ciento de la población española también le suena raro. También lo desconocen. Y a mí, por lo tanto, me parecía que era muy interesante explorarlo y volver a ese territorio que tantísimo tuvo que ver con la historia de España.

-Sí, tu libro nos va introduciendo muy categóricamente en esa relación.

-La ciudad de Orán fue española. Estuvo bajo la corona española trescientos años antes de que llegaran los franceses por ahí. Lope de Vega, Góngora, le escribieron versos, obras de teatro. Allí nació Albert Camus, el premio Nobel descendiente también de españoles.

-Claro, una relación cultural importante.

-Tenemos mucha cercanía, no solo geográfica, pues también somos países mediterráneos, ciudades mediterráneas, sino también por la propia historia y el devenir. Y en cambio era un capítulo olvidadísimo en la historia de España. ¡Nadie lo recordaba! Y a mí me ha gustado mucho rescatarlo.

-¿Cómo fuiste hilvanando ese rescate?

-He podido hablar con gente que vivió allí, con gente que ya tiene ochenta, noventa y tantos años, pero con la memoria muy fresca. Te siguen hablando, te siguen contando cómo fue su vida, qué pasó con ellos, cómo sus padres salieron adelante, cómo vivieron la independencia, sus emociones, sus sensaciones.

-Te llenaron de relatos.

-En ese sentido, para mí ha sido muy emocionante escribirlo. Y por la actitud que estoy viendo en los lectores, pues parece que también les está gustando y lo van viendo en ese mismo sentido. Una novela con acontecimientos históricos, con la vida de una mujer con muchas cosas, alturas, desmentidas en su vida, pero también un pedacito de historia de la humanidad.

-Lo que le da más interés a todo esto es el minucioso trabajo de investigación que has hecho. Basta con ver todas las fuentes que citás al final del libro.

-Sí, es interesante, para los que no conocemos, sobre todo, algunos hechos. Por ejemplo, hubo un episodio que estuvo muy presente en la historia de Francia. Generó controversias, hizo caer gobiernos, puso a De Gaulle otra vez en primera línea política. Fue muy controvertido en la sociedad francesa de los años cincuenta.

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María Dueñas hizo un minucioso trabajo de investigación para su última novela.

María Dueñas hizo un minucioso trabajo de investigación para su última novela.

-Claro, cuando uno nombra a aquel país uno lo asocia inmediatamente a Francia. Tenemos como ejemplo una destacada película, La batalla de Argel, estrenada en 1966.

-Exactamente. La de (Gillo) Pontecorvo. Transcurre en Argel, la capital. Orán es la segunda ciudad del país. Ese es el mundo que hay. Los argelinos buscando su independencia, con métodos violentos. Francia negándose más, con una respuesta muy brutal también. Y en el medio, una gran cantidad de población civil que no hace ni deshace y que está expectante de qué va a pasar con nosotros. Ahí está la tragedia de toda esa gente.

-Además de una escritora consumada, mimada por los lectores, también te has transformado en una guionista consumada. Las más de quinientas páginas de tu libro están ya organizadas como una serie con sus respectivos capítulos.

-(Ríe) Pues mira, todavía no tenemos nada confirmado, ni cerrado, ni firmado, ni nada por el estilo. Pero yo supongo que habrá una serie en un futuro y quizá parte del camino ya esté hecho.

-Le has hecho el trabajo muy fácil al guionista profesional.

-(Ríe) Pues, ojalá, ojalá.

-Ya que estamos, volvemos unos años atrás, cuando hablamos de Sira en este programa, respecto de su posible adaptación. Al googlear el asunto, una inteligencia artificial dice hoy que se está trabajando, pero todavía no está terminada. ¿Qué ha pasado con eso?

-La IA, aunque sea muy mentirosa, de vez en cuando sabe algunas cosas. Y sí, estamos trabajando. Es que no me dejan hablar todavía, porque no se ha hecho público el anuncio, nada de eso. Pero, sí, estamos trabajando con muy buen ritmo y yo supongo que en los próximos meses tendremos alguna noticia. Pero sí, Sira volverá a la pantalla, seguro.

-Teniendo en cuenta que ya has completado una obra importante, avalada por el público, vale preguntarte cómo dialoga este libro, Por si un día volvemos, con tus anteriores libros.

-Para mí cada libro es una etapa nueva. Es como un archipiélago lleno de pequeñas islas. Yo intento blindarme mientras estoy escribiendo. Intento construir una especie de cápsula absolutamente imaginaria.

-¿Encapsularte para qué?

-Intento estar blindada para que no me permee nada de las anteriores novelas. Cada una quiero que tenga su identidad propia, su personalidad propia. Me vuelco con todos mis trabajos, mi intención, mi visión y ahí va saliendo cada una. Intento que no se crucen ni temas, ni personajes, ni nombres, ni personalidades.

-¿Y si hay filtraciones?

-A veces se me escapa y de pronto le pongo a un personaje un nombre y digo, ¡ay, a este ya lo repetí! ¡Hay que quitarlo de en medio, hay que cambiarlo! Pero yo me esfuerzo muchísimo para que cada obra tenga una identidad única y totalmente distinta de las otras.

-Cada una es nueva, pero lleva la marca María Dueñas.

-Luego, echando la vista atrás, me di cuenta de que también comparten un territorio imaginario común, que no son tan distintas como yo creo que son una de otra, pero porque tienen, al final, en el fondo, un pozo de intereses y de reflexiones, por mi parte, y de gustos y de preferencias que, bueno, no me los puedo sacar de encima. Pero intento desde luego que los lectores no tengan nunca la sensación de esto ya me lo han contado, esto ya me suena repetitivo, esto ya me aburre.

-Recién hiciste alusión a Albert Camus y un oyente, Raúl, nos recuerda que uno de sus grandes libros, La peste, transcurre precisamente en Oran. ¿Te sirvió leer esta novela?

-Sí, sí, leí La peste, pero, aunque transcurre en Oran no es el libro que a mí más me ha conmovido de Camus para reflejar y reconstruir el mundo. Hay otro libro, que es su obra póstuma y que dejó a medio escribir cuando murió en un accidente de coche en el sur de Francia, en el año '57.

-Sí, una aciaga circunstancia tratándose de un filósofo tan valioso.

-Él llevaba una cartera de cuero lleno de páginas manuscritas, con una letra demoníaca. Y con el paso de los años, sus hijos y sus editores reconstruyeron ese texto, todavía un poco a medio hacer. Se publicó con el título de El primer hombre y ahí es donde está el Camus que refleja la vida de esta gente.

-Es que conocía muy bien ambos mundos.

-Él era hijo de padre francés. Lo pierde muy joven en la Primera Guerra Mundial. Y su madre era descendiente de gente de las islas Baleares, de la isla de Menorca. Camus vivía con su madre, que tenía una sordera y un cierto retraso, y con la abuela. La abuela era la que llevaba el mando de la familia.

-Una figura muy particular.

-La abuela era una campesina bruta con el pañuelo negro a la cabeza, que quería que el nieto trabajara desde los diez años, que le pegaba, que maltrataba a toda la familia. Era durísima. Era una mujer feroz, pero, en el fondo, era también una mujer que lo único que quería era que su familia progresara un poco.

-¿Qué te dio, en resumidas cuentas, ese mundo camusiano?

-Ahí fue donde yo encontré más similitudes. Y encontré un mundo, una memoria conmovedora de lo difícil que era la vida de toda esa gente. Y volvemos a lo que hablábamos antes, de cómo la educación es lo que les hace superar las fronteras, las barreras y salir adelante.

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Dice María Dueñas: "La educación es lo que les hace superar las fronteras, las barreras y salir adelante".

Dice María Dueñas: "La educación es lo que les hace superar las fronteras, las barreras y salir adelante".

-Se nota que todo este tipo de materiales y reflexiones te han influido para lograr la profundidad de cada uno de tus personajes, que parecen malos, pero no lo son tanto. Tienen sus grises, sus matices interesantísimos, sobre todo, las mujeres protagonistas, que no son grandes heroínas. Son mujeres que, de la nada, tienen que luchar con pequeñas adversidades que para ellas son gigantescas.

-Agradezco mucho esas palabras porque eso es lo que yo pretendo hacer. Yo no quiero crear superhéroes, superheroínas, enfrentados a unos malos, malísimos, a unos villanos absolutamente perversos. Yo quiero crear gente con matices, con grises y blancos y negros y toda serie de aristas, ¿no?, como somos los humanos, con nuestras pequeñas glorias y nuestras pequeñas miserias y nuestras dudas, nuestras incertidumbres, nuestros arrepentimientos y nuestras seguridades.

-En esta nueva novela esa confección se nota perfectamente.

-Cecilia nunca será una gran heroína en el sentido clásico. Y todos los personajes que alguna vez le hacen mal a lo largo de la novela, pues son absolutamente despreciables, pero, en el fondo, si les damos una vuelta, tienen alguna razón que les dispense, de alguna manera; o, por lo menos, que nos hagan entender por qué son cómo son.

-Es muy satisfactorio que tus personajes tengan volumen humano, que no sean planos. Ahora bien, ¿no te produce una contradicción moral que tu heroína, por quien uno siente gran empatía y solidaridad, sea, en definitiva, desde la primera página, una asesina, después una ladrona y ese tipo de cosas?

-(Ríe) Pero yo me pongo en su piel y creo que habría hecho lo mismo, ¿eh? (risas) No habría hecho un camino muy distinto.

-Algunos de nosotros también.

-¡Claro! Cecilia se está defendiendo de las injusticias que el mundo tiene con ella. No tiene la culpa de que un tío desgraciado abuse de ella, no tiene la culpa de ser una pobre miserable que no tiene ni dónde caerse muerta y es legítimo que quiera un poco de dinero para sobrevivir, que quiera quitarse de encima a ese tipo tan asqueroso. Entonces, yo si hubiese sido Cecilia, no habría virado ni un milímetro su postura, nada en absoluto.

-En el programa anterior hablamos con Corina Oproae, la ganadora del premio Tusquets. Ella es filóloga, igual que vos. Se nota en tu cuidado de las palabras porque, por ejemplo, vas poniendo todo el tiempo oraciones en francés y las vas traduciendo en simultáneo. ¿Qué te ha dado la filología?

-Me ha dado mi formación como lingüista, sobre todo literaria. Mi área de trabajo, mi especialidad, era la lingüística aplicada. Me ha enseñado y me ha afilado una sensibilidad por las palabras, por sus significados, por sus sonidos, por su posición, por su sentido. En fin, en todas las vertientes de la palabra, de las construcciones que hacemos con las palabras, de las frases, de los párrafos, de los textos narrativos enteros.

-Y no solo en español.

-Yo he trabajado mucho con el inglés y con el español, con las dos lenguas. Eso también ha sido muy enriquecedor.

-¿De qué manera te enriqueció?

-Poner las dos lenguas en contraste. Del inglés he aprendido muchas cosas que luego transfiero al español: el hacer unas frases más precisas, más cortas, el no amontonar, con toda esta manía que tenemos los hablantes de español muchas veces de coordinar una frase con otra, con otra, con otra. Infinito, ¿no? Por lo tanto, sí, toda mi experiencia como investigadora, como docente en el ámbito filológico, me ha sido de una enorme utilidad.

-Pero no todos los filólogos son escritores.

-Somos muchos, sin embargo, los filólogos que cruzamos al otro lado del camino y nos cambiamos de tercios. Dejamos la docencia, dejamos las aulas y los despachos y nos lanzamos a escribir ficciones. Aquí a mi alrededor en España tengo unos cuantos y a algunos de ellos seguro que los habéis leído.

-Te vamos a repetir la pregunta que le hicimos hace poco a Laura Martínez- Belli, que es también novelista histórica.

-Ah, sí, adorable Laura. La conozco bien.

-Pues ella, como vos, tiene a muchas mujeres valientes como protagonistas. Le hicimos elegir su preferida. ¿Y a cuál de todas tus heroínas o antiheroínas vos querés más?

-Ahora, hoy por hoy, mes de mayo del año 025, te diría Cecilia, que es la nueva que acaba de salir. La tengo que acompañar, la tengo que arropar y que querer.

-¿Y cuándo pase esta coyuntura?

-Cuando pasen los años y eche la mirada atrás, yo creo que mi protagonista va a ser Blanca Perea, que es el personaje de mi segunda novela, Misión olvido.

-¿Por qué ella?

-Porque es la más cercana a mí. Es ficción, por supuesto. Pero es una mujer de mi mundo, profesora. Podría haber sido mi compañera de despacho, mi amiga, mi hermana. Algunas veces me preguntaban si era mi alter ego.

-¿Y?

-No, no lo es en absoluto, no tiene nada de mí. Pero si todas ellas salieran de las páginas de los libros y regresaran a la vida normal de las personas, Blanca sería con la que mejor me llevaría, con la que más me entendería.

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