liliana viola1 (Buenos Aires, 1963) tiene una sobrada experiencia, como periodista y escritora, en efectuar sólidos perfiles de personajes con relevancia en la esfera pública. Sus libros sobre Migré (2017) y Aurora Venturini (2023) lo atestiguan.
Liliana Viola expone, en su retrato de Martha Pelloni, las "tretas del débil" para enfrentar al poder más macabro
La escritora y periodista Liliana Viola afrontó un gran desafío al abordar la historia de la religiosa Martha Pelloni en la premiada obra La hermana
Pero abordar la figura y la obra de Martha Pelloni en La hermana le implicó un desafío distinto. Más complejo. Más peliagudo, si se quiere. Porque quedarse solo con la monja que desató el caso María Soledad hubiera sido una opción plana, poco ambiciosa.
Ella fue bastante más allá. En primer lugar, todo el tiempo se plantea si está a la altura de su empresa. No se considera una buena cronista. No es creyente. Las cuestiones de fe parecen, incluso, molestarle. Tampoco es neutral en materia política.
Y además, Martha Pelloni es una activista con múltiples aristas. Por su labor sin pausa. Por su incesante peregrinar. Por sus pliegues en cuestiones religiosas. Por su amor incondicional a Jesús que a Liliana le cuesta terminar de aceptar. Por su desafección con el peronismo.
La hermana, que ganó el Premio Anagrama de Crónica, es un libro rico en información, pero también copioso en el abordaje de la condición humana.
La periodista y escritora Liliana Viola.
Desde Buenos Aires es el diálogo con el programa La Conversación de Radio Nihuil.
-Hola, Liliana. Has hecho libros sobre figuras destacadas, como el anterior, con Aurora Venturini como protagonista. Y a Martha Pelloni, según contás, le regalaste tu biografía de Alberto Migré (Migré. El maestro de las telenovelas que revolucionó la educación sentimental de un país).
-Sí. Aquella vez, hace muchos años, cuando la fui a entrevistar y no sabía bien qué es lo que iba a hacer, fui con el libro de Alberto Migré.
-¿Por qué ese, precisamente?
-Porque yo la llamé por teléfono para concertar la nota y me dijo: sí, vení a tal hora. Y no me preguntó ni siquiera quién era. No me pareció, siquiera, que lo googleara.
-Te dejó medio tiesa.
-Lo que pasa es que, como yo le iba a preguntar sobre cosas muy turbias, desde el caso María Soledad hasta todos los crímenes en los que ella ha estado trabajando, buscando justicia, me pareció que tenía que darle algún justificativo de que yo era una periodista; y que encima no me ocupaba de temas políticos, porque por eso había hecho la biografía de Alberto Migré.
-Se ve que le cayó bien el presente.
-Ella no mira telenovelas, pero, por suerte, conocía a Alberto Migré. Lo que descubrí, característico de ella, es que no pide credenciales. Una puede ir y entrevistarla con tranquilidad.
-Hay otro aspecto a considerar. Aquí te ocupás de una figura notable como la de Martha Pelloni, pero también vos, en primera persona, sos parte del contenido. Llegás a preguntarte si sos la persona indicada para este trabajo. Te definís como tímida, como "una cronista de escritorio".
-Uno de los factores es que, en realidad, yo vi las bases del Premio Anagrama, que estaba buenísimo. Y ahí pedían algo que me dio una gran liberación. Querían una crónica que no fuera tradicional. Y, efectivamente, yo no soy una cronista tradicional, porque no voy a los territorios donde esta monja ha actuado. Los casos ocurrieron -y siguen ocurriendo- en Corrientes, Salta, Tucumán, en todo el país. Yo ni loca me voy ahí a investigar.
-¿Cómo lo presentaste, entonces?
-Pues, como pedían una crónica original, mostré mis debilidades. Es decir, se trata de eso: soy tímida, pregunto mal, después me parece un horror desgrabar, me escucho la voz y me quiero matar. Y tampoco creo en Dios. Por lo tanto, ir a hablar con una monja era todo un desastre. En fin, salió un poco bien.
-Salió muy bien. Te premiaron. Sucede que el hecho de que vos vayás exponiendo todo el tiempo tus dudas, tus preguntas sobre las creencias también de Martha, sobre la existencia de los santitos, te da un distanciamiento muy saludable como observadora. Se acentúa al final cuando ella te hace ir hasta una multitudinaria manifestación en torno a la Virgen de Lourdes. Eso evita que el libro caiga en lo hagiográfico.
-Totalmente, sí, sí, sí. El libro se llama La hermana y tiene la foto de Martha Pelloni. Pero yo en ningún momento intenté hacer una biografía de Martha Pelloni. Para nada.
Taapa de La hermana.
-¿Cuál fue el enfoque central?
-Para mí lo más interesante es todo lo que ocurre en la oscuridad de nuestro país y de la que nos enteramos brutalmente desde el caso María Soledad, donde la figura de la hermana Pelloni es fundamental en la búsqueda de justicia, en las marchas de silencio, en la relación con las adolescentes, etcétera. Es fundamental y mediática.
-Exacto. Ese el punto de partida.
-Luego continúa porque, cuando la echan de Catamarca, la mandan a Corrientes, la quieren silenciar. Ahí Martha empieza a recibir, desde ese momento hasta hoy, llamados de gente que confía en que, como no puede contar lo que le está pasando ni a la policía ni al político ni al intendente ni al gobernador, se lo cuenta a ella.
-Es la gran receptora o caja de resonancia.
-Entonces, esos relatos y esas historias y casos, algunos que puede resolver y otros que desafortunadamente no, es lo que más me interesaba. Obviamente tenía que conversar con ella para que me contara la posta.
-¿Y por qué te interesó Martha Pelloni? Está bien que es una luchadora por los derechos sociales y todo eso, pero es una monja. Y vos das un dato de gran actualidad: que la cantidad de monjas y sacerdotes viene mermando de un modo dramático en las últimas décadas. Lo redondeás así: "Las monjas que hoy son noticias son las que desertan". Como que van perdiendo fuego, ¿no?
-Sí. Y te agregaría que las monjas que son noticias son las que se visten de monja, como Rosalía. Estamos hablando de un deseo de creencia, pero, bueno, llegamos hasta vestirnos en un show, no meternos en un convento.
-¿Cómo desembocás en Martha Pelloni, pues?
-No me interesó tanto la hermana en sí, sino que me sentí muy culpable con esto de que cada año yo veo que la invitan a lo de Mirtha Legrand porque desaparece Loan o para que hable del triple crimen. Durante este tiempo, si cualquiera de ustedes busca en internet y pone Martha Pelloni, hay un caso de agrotóxicos, otro de niños desaparecidos, etcétera. Las notas salen. Yo las he leído y las he olvidado y las he dejado pasar. En realidad, era una deuda que tengo yo y que tenemos todos con las noticias bestiales que leemos, nos escandalizamos y después seguimos adelante.
-Por lo tanto, era un desafío cómo abordar el tema.
-Me pareció que convertirlo en un libro interesante, no te diría divertido, pero sí con cierto sentido del humor, podía darle una mano al asunto de que estos temas se visualicen un poco más.
-Es muy significativa la columna que firmó en El País la colega Silvia Cruz Lapeña sobre tu trabajo en primera persona, comparándote con la Leila Guerriero de La llamada y con su propio libro Crónica jonda. Te analiza bajo este título: "Clase magistral sobre el uso del yo". Todo un acierto.
-Sí, es una nota muy generosa. Entiendo lo que dice. Es un problema el yo, porque a veces meterse demasiado y ponerse en primera persona por delante de la historia es un problema. Y ella considera que esta crónica, en un punto, está basada casi un noventa por ciento en mí. Por ahí exagera un poco.
-Pero esa no sería la cuestión central.
-Lo que pasa es que, a esta cronista torpe, no la mantengo todo el tiempo (risas). Es decir, una vez que ya creo que he atrapado a los lectores, me invisibilizo.
-La clave es que el yo tuyo está siempre presente, pero nunca te ponés por delante de tu personaje. Siempre estás como moviéndote por detrás, de puntillas, dudando hasta de las preguntas que hacés. Es buen retrato de los gajes del oficio periodístico. Por ejemplo, ¿me meto o no me meto en este quilombo preguntándole algo a Liliana Viola?
-Por supuesto, claro, sí, sí, sí. Y con una monja está lleno de quilombos en los que uno se puede meter al preguntar, absolutamente. Por eso a veces no me animo a preguntarle y hago esta trampa de decir: ay, por favor, Martha, ¿cómo me decís que te enamoraste de Jesús, que no existe o que no lo viste nunca?
-Ahí está el asunto.
-No me animo a decírselo, pero, bueno, lo pongo en el libro, ¿no?
-Igual dejás instalado el tema. Además, después hay un chiste que hace la misma Pelloni sobre un convento en el que están todas las monjas enamoradas del mismo hombre.
-Sí. Y agrega que les da lo mismo a todas (risas).
Liliana cuenta cómo la monja Pelloni no se inmuta ante ninguna pregunta, incluso sobre su sexualidad.
-En otro momento, le hacés una pregunta importante a Martha: ¿cómo definiría la elección que hizo desde el punto de vista sexual? Y ella te responde: "Opté por ser fecunda, no biológicamente, sino desde el punto de vista espiritual. Donar mi vida, mi existencia, lo que valgo". Había que animarse a ir por ahí.
-Es verdad. Ahora, debo reconocer también que ella te da una tranquilidad para las preguntas porque no se inmuta absolutamente por nada. Y las respuestas son muy inteligentes, porque también me dice: soy orgullosamente heterosexual. Y ante mi mirada, aclara: como debería ser orgullosa una persona homosexual. Pero ese orgullo también está admitiendo ser una persona sexuada, ¿no? Con total naturalidad me lo dijo, ni siquiera como una confidencia ni ofendida para nada.
-Te dice también, grosso modo, algo así como que ella no mutiló su sexualidad, sino que la domó.
-O la va domando, ¿no? También habla de que hay un cura que se enamoró de ella, sí, sí, sí. Me parece que es una monja con mucha calle, ¿sabés? Entonces no tiene porqué fingir o entiende lo que el otro está esperando saber.
-Tiene calle y mucho entrenamiento mediático. Sabe lidiar con nosotros, los periodistas. Nunca les escapa al micrófono ni a las fotos ni a nada.
-Todo lo contrario, te diría. A veces es ella misma la que llama cuando ve un caso que necesita que salga. Y los periodistas, también debemos reconocerlo, todos le responden. Un llamado de Martha Pelloni diciendo quiero visibilizar esto que está pasando acá, enseguida tiene prensa.
-Una coincidencia curiosa. La tuya es la tercera nota que hacemos este año sobre el asunto monacal. En marzo, por ejemplo, entrevistamos a Irene Chikiar Bauer por su biografía de Edith Stein, convertida en Santa Teresa Benedicta de la Cruz. Luego, en junio, a Paula Winkler por su libro Savias, santas y rebeldes, basado en Santa Brígida de Suecia. ¿Las monjas se han puesto de moda?
-Y se viene una oleada, ya te digo. A partir de lo de Rosalía, no paro de ver notas sobre esto. Incluso en El País ha salido una nota en donde enumeran a la hermana junto con Rosalía en este supuesto boom monjeril. Qué sé yo. Son aires.
-Está bueno este otro matiz que le das al retrato de Martha cuando decís "debería describirla como un poco infantil, candorosa, algo ingenua". Y agregás más adelante: "Algo de todo esto me está impidiendo descartar la imagen de la monjita buena y -digámoslo- un poco tonta"... Esto último es lo que transmiten, en general, las películas en onda Disney con las monjitas candorosas, que bailan y esas cosas.
-Absolutamente. Pero, bueno, tenemos como dos extremos. También está la monja perversa, mala, con un lesbianismo escondido. Esa cosa casi gótica. Y, por el otro lado, La Novicia Rebelde y las canciones y la monja con la guitarra.
-Que no es la tuya.
-Obviamente, ya lo sabía, pero me encontré con una monja que no tiene nada que ver con ninguna de las dos. Pero recordarás que cuando, justamente, yo estoy hablando de ese candor, ella me reconoce que sí fue eso. Que en el noviciado se infantilizó. O sea, no estamos tan errados, ¿no? Había una época en que el noviciado era eso: rezar, lavar los pisos, tocar el piano, cantar juntas, etcétera.
-Y ella te reconoce muy claramente que padeció haber pasado por esta situación.
-Totalmente, sí. Dice que se atontó. Ahí también hay una crítica de parte de ella de una institución que para ingresar necesita cambiarte el nombre, despersonalizarte, separarte de tu familia y obligarte a hacer actividades que no tienen nada que ver con la sociedad. Me pareció una crítica muy interesante.
-Es cierto lo que decís respecto de las monjas perversas, porque fijate que una de las parafilias clásicas, entre los que persiguen un sexo creativo, es que la mujer se vista de monja. O enfundada en cuero y con un látigo en la mano, llegado el caso.
-Sí, pero por eso también traté de evitar el cliché o que las preguntas se fueran para ese lado. Sin duda es importantísimo que lleve un hábito. No sería lo mismo si no lo tuviera.
-De acuerdo.
-Me parece que en todas las historias por las que ella transita que, como te digo, llegan hasta hoy y que hacen que la llamen para preguntar por los casos que más nos atormentan, ahí está la clave. Digamos, lo que a mí más me interesa es ver cómo se produce la trama del poder para que se puedan robar niños con tanta impunidad en Argentina aún hoy.
-Otra cosa que sobrevuela todo el tiempo tu libro es la sensación de ambigüedad, en ella y en vos misma, sobre el papel de la Iglesia. Pelloni ha sido apoyada por muchos curas y hasta el papa Francisco la recibió en el Vaticano. Pero sigue campeando el ocultamiento. Vos decís, por ejemplo, que la Iglesia en los albores de la democracia se confirmaba completamente incapaz de salvaguardar la vida de niñas y niños. Entre otras cosas.
-Eso es algo que ella tampoco tiene ningún problema en reconocer. Es decir, es una monja que ha sido castigada por la misma Iglesia.
-¿Por ejemplo?
-Por ejemplo, en la época de Ratzinger, porque es una monja que estaba a favor del uso del preservativo e incluso de la ligadura de trompas en mujeres que habían tenido muchos hijos. Obviamente, no va a llegar a ser una adalid del aborto, no podemos pedirle eso. Y no lo fue. Pero ya con estas dos cosas logró que Ratzinger se enojara tremendamente con ella.
Liliana Viola explicó por qué algunos sectores de la Iglesia se han sentido incómodos con Pelloni.
-Sí, va al frente sin especular.
-También el tema pedofilia es algo que no lo surfea. Te dice directamente que ha estado luchando y metiendo incluso preso a uno que otro cura. Ahora bien, no deja de estar dentro de la Iglesia. No es una monja outsider. Pero es una monja crítica. No tiene pelos en la lengua. Eso es.
-Otro punto muy singular es el de los videntes o las videntes que, supuestamente, en muchas investigaciones en curso, aportan su percepción del más allá. Pero Martha les baja el pulgar. Dice que son contratados por las policías provinciales para embarrar la cancha.
-Sí. Es algo que la apasiona porque lo debe haber sufrido. Pero lo tomo con pinzas, porque en todos los países del mundo la policía trabaja con videntes. No es que lo hacemos nosotros nada más. Pero, claro, ella ha tenido el cuerpo a cuerpo con las policías más truchas de nuestro país, que seguramente contratan a actrices o a delincuentes que comienzan a decir cualquier cosa.
-Un modus operandi difícil de creer.
-Lo cual es totalmente cruel, porque estás buscando a tu hijo desaparecido. De repente, aparece una vidente que te dice que está en la frontera y otra que te dice que lo han matado; y la investigación va para un lado y para otro, según la vidente, para perder tiempo.
-Maniobras de distracción, en suma.
-Pero jugando con la esperanza de las personas que buscan a alguien. Es algo atroz y una de las cosas que más la enloquecen a la hermana, supongo que por estar asociado a una creencia, también, a cierta fe.
-Esto nos recuerda el libro de Matías Battistón sobre Beckett, donde cuenta que en su época y en la de Joyce había unas médiums que supuestamente se comunicaban con escritores muertos que les dictaban cosas desde el otro lado. ¡Hasta Arthur Conan Doyle, el padre de Sherlock Holmes, creía en esas cuestiones!
-Es que Inglaterra es la cuna de los médiums y de todo esto. Bueno, alguno le pegará...
-Pero de ahí a creer en el fantasma de Oscar Wilde y esas boludeces.
-Yo también creo en el fantasma de Oscar Wilde. Aparte, ¡todo lo que debe decir ese tipo! Me parece perfecto (risas).
-Resulta clave para entender cómo funciona toda esta trama cuando exponés esa manera de lidiar con el poder a través de las "tretas del débil".
-Porque a pesar de que hay un montón de desastres a lo largo del libro, mi intención fue que diera cuenta de la eficacia de la lucha de los débiles. Hay una serie de tormentos, desastres, injusticias, pero está la marcha del silencio que logra hacer caer un gobierno. Está el movimiento Ni Una Menos. Y está todo lo que hace esta monja en soledad. A eso me refiero con las tretas del débil.
-Sobre todo, a partir de las mujeres.
-Que parece que no van a poder, pero pueden.
-Hay una raíz en esto, como mencionás, en sor Juan Inés de la Cruz. Y aflora cómo, a veces, la estrategia de las mujeres para lograr su cometido es el silencio. Pero en ese silencio se dicen un montón de cosas, ¿no?
-Sí, por eso. Es lo que dice Josefina Ludmer, que es la que inventa este concepto de las tretas del débil. Lo que hace es invitarnos a pensar de otra manera. Digamos, ya sabemos que las mujeres tenemos un cuerpo más débil, que estamos sometidas. Todo eso ya lo sabemos. Ahora busquemos la fuerza justamente en esas cosas.
-¿Como qué?
-En tener un hábito, en no tener voz, en no tener tanta fuerza. ¿Qué se puede hacer desde eso? Y me parece que las marchas del silencio son un alto ejemplo de cómo esa estrategia logró vencer a los poderosos más macabros.
-Ahí rescatás una frase soberbia de Josefina Ludmer. Dice: "Las mujeres hacen lo que quieren aun cuando hacen lo que no quieren". ¿Cómo es eso?
-Más o menos ella resume lo que de algún modo yo estoy tratando de decir, que es bastante difícil. Está alertando que, en esa debilidad, hay una fuerza.
-¿Cómo es eso?
-Ella después lo explica como que, por ejemplo, una ama de casa que educa a su hija de determinada manera, dentro de esa opresión o de ese trabajo no pago, también está haciendo lo que quiere.
-A Martha Pelloni le preguntás sobre la fe, sobre la sexualidad, sobre su lucha, sobre sus técnicas de movilización, pero también le preguntás de política. Ella había sido simpatizante peronista, pero después no, se aparta. Y se ve que te jode un poco, en lo personal, que haya cambiado hacia una visión más crítica del peronismo.
-Sí, sí. Así como me molesta un poco que parezca que estoy endiosando a alguien que pertenece a la Iglesia, que es una institución con la que tengo infinitas críticas; también a alguien que, aunque no me animé a decírselo, según pienso, no solamente no es peronista, sino que parece bastante gorila.
-¿De qué modo lo es?
-Me parece que es un antiperonismo bastante fuerte, que sí, me molesta un poco. Pero, bueno, nada, sigo adelante. Yo creo que eso es una pequeña debilidad humana, o sea, tener una postura y que esa postura influya de algún modo en algunas maneras de referirse. También es verdad que ella trabaja en muchísimas provincias donde el peronismo es importante, que no es el peronismo que nosotros conocemos desde la capital.
Para Liliana Viola, la monja Pelloni es bastante gorila.
-Se manifiesta de manera evidente en tu retrato.
-Es algo que no quería soslayar justamente. Se trata de alguien que votó a Macri directamente, no sé si votó a Milei ahora. Pero sin duda votó a Macri, así que fue algo que sí se lo quería preguntar.
-Y te responde.
-Es importante también lo que me responde: sí, la verdad, voté a Macri y después me arrepentí.
-Ahora bien, reflexionando un poco nomás uno le encuentra razones a Martha para estar enojada con el peronismo. Primero, el caso María Soledad ocurrió una provincia peronista manejada por el clásico caudillo peronista del interior, como puede ser hoy Insfrán. Tenés al tucumano Alperovich preso por abuso sexual. El último presidente peronista, Alberto Fernández, está procesado por violencia de género. Son tres ejemplos emblemáticos, pero hay muchísimos más.
-Sí, sin duda. Por eso te decía, ella trabaja en provincias donde, si no son peronistas, hay una alianza con el peronismo. También ha acusado a socialistas, no voy a decir que no. Pero es verdad que sí, por supuesto que le dan letra.
-Lo que pasa es que los socialistas nunca han llegado a tener categoría de caudillos populares, en cambio la lista peronista es muy larga en esa liga.
-Ahí da para pensar el federalismo argentino y ese caudillismo. ¿Qué hace el caudillismo? ¿Cómo está armada la ley en la Argentina? El gobernador de una provincia es dueño de la policía, ¿no? Eso es importantísimo. Porque al ser dueño de la policía es dueño de todo el tráfico legal y criminal. Y eso encierra una ventana para todo esto que pasa.
-¿Tu libro muestra una fe que se vuelve acción política? Porque en un cierto momento le preguntás a Pelloni qué es ser monja y ella manifiesta como que le jode el hecho de tener una especie de protección por ser monja.
-No sé si le jode tener una protección por ser monja. Aunque reconoce que el hábito también le da una cierta seguridad, eso es la verdad. Y en otro momento dice, bueno, cuando he sido nada, cuando la monja Marta Pelloni no valía como monja, la verdad es que lloré mucho. Es decir, sí, hay una jerarquía que seguramente la protege y le da un bienestar, lo cual es más que una zona de confort.
-Para cerrar, Liliana, y teniendo en cuenta que este libro te demandó como seis años de laburo, ¿te ha servido para meterte en una entraña muy candente de nuestra realidad, a través del trabajo de Martha Pelloni, y sacar una conclusión sobre el país?
-Me parece que es una radiografía del país, del pasado y del presente, de lo que no ha sido cambiado. Y en cuanto a mí, particularmente, este libro lo que hizo fue sacarme del pozo, de la parálisis que me han producido los últimos años de la política argentina.
-¿Qué pasó?
-Hicieron que no escribiera nada sobre política, porque todo me parecía redundante, como escribir para mi propio círculo, el hacerme la inteligente con mis amigas, etcétera.
-¿Y este libro qué, en ese sentido?
-En cambio, este libro, al ir al pasado, al volver a los noventa, en algo tan presente y, justamente, tan pasado y poder analizarlo, me permitió estar hablando de la era Millei también, sin prácticamente nombrarlo.
-En un par de momentos queda muy claro que te estás refiriendo a él. Y al cerrar el libro, en el penúltimo capítulo, resumís una serie de cosas relacionadas con la fe. Hablás de la pequeña Bernadette, del corazón incorrupto de fray Mamerto Esquiú, de los huesos de la batalla de Caseros, de las videntes y el pomberito, etcétera, incluyendo "las fuerzas del cielo". Pasan los años y se ve que no podemos evitar nuestro diálogo con las fuerzas del cielo, ¿no, Liliana?
-¡Ay! No sé qué decirte. Me parece que, por hache o por be, sí debemos salir del diálogo con esas fuerzas. Si es que hay diálogo. Las fuerzas del cielo no proponen ningún diálogo, proponen mandatos. Mandatos ridículos e incoherentes. Así que yo creo que, de ahí, de ese rollo, vamos a salir.
-¿Pero cómo hacemos para salir si, para colmo, el último Papa fue argentino?
-(Ríe) Bueno...








