María Isabel González tiene 52 años, es soltera y vive con sus padres en el barrio Virgen del Pilar, en Maipú. Su vida, como la de tantas mujeres trabajadoras, transita entre el deber y el deseo. Desde siempre sintió una atracción especial por la construcción, los colores, las texturas y la posibilidad de transformar espacios con sus propias manos. Esa pasión silenciosa, que alimentó desde chica, terminó convirtiéndose hoy en su motor para salir adelante.
Isabel muestra uno de sus trabajos. "Nunca me mandaron a lavar los platos", asegura.
“Siempre me gustó mucho lo artesanal”, cuenta María. “He ido aprendiendo sola, con la ayuda de internet, porque me encanta trabajar con todo lo que es pintura de obra. También hago arreglos de albañilería si hace falta”. Habla mientras cuida a su madre, que se recupera de un ACV hemorrágico. Eso fue, precisamente, lo que terminó de impulsarla para salir a crear un flyer que difunde su emprendimiento de pintura. Necesita trabajar para pagar muchísimos compromisos médicos.
Isabel creó un flyer que distribuye con dedicación. "Soy prolija y responsable", dice.
En su casa, algunas de sus creaciones reposan como señales de ese talento autodidacta. Tiempo atrás construyó una maceta de cemento que parece un tronco real. No fue un experimento aislado: perfeccionó la técnica hasta dominarla. “Me gusta todo lo que es artístico en general. Amo las esculturas, aunque nunca tuve la oportunidad de estudiar. Todo lo que sé, lo he aprendido por YouTube”, confiesa.
Pero el camino de María, como ella misma repite, no es lineal ni idílico. Hace tres meses, su mamá sufrió un ACV hemorrágico que la mantuvo internada por un largo tiempo. Logró recibir el alta, pero requiere cuidados permanentes. Esa situación cambió todo en la familia y aceleró decisiones que María venía postergando.
"Necesito trabajar y soy muy buena en pintura y albañilería", dice María Isabel
“Necesito trabajar para mantener mi casa”, explica sin rodeos. “Mucha gente me está ayudando con el tema de mi mamá, pero yo soy buena y responsable trabajando. Por eso decidí abrir mi emprendimiento propio de pintura en general”.
La idea venía rondándole hacía un año, pero entre las responsabilidades familiares, las limitaciones económicas y la falta de tiempo, nunca había podido concretarla. Hasta ahora. “Siempre soñé con tener una empresa formada exclusivamente por mujeres. Sola es difícil, y el tema presupuestario siempre te pone trabas”, reconoce. Sin embargo, las dificultades no le quitaron el ímpetu: se asoció con otra compañera, Ana González, que también pintaba por su cuenta y juntas decidieron dar el salto.
Junto a sus padres, hermanos y sobrinos. Isabel es soltera y sostiene a su familia.
“Estamos empezando como socias, las dos. Amo pintar y amo crear. He hecho muchas cosas, pero no siempre te pagan lo que corresponde, no aprecian el arte”, comenta. Esa falta de valoración fue, paradójicamente, otro motor que la empujó a profesionalizarse. Ella no solo pinta paredes: crea texturas, diseños, efectos de madera o piedra, y piezas decorativas hechas con cemento. “Lo mío va más allá de arreglar una pared. Me gusta mucho lo que es hacer arte en una pared”, dice.
“Empecé con una obra en mi casa, para hacer videos y promocionarme. Siempre pensando en este lanzamiento que hoy hice”, asegura.
En sus audios de publicidad manifiesta que pide una oportunidad
La decisión no fue fácil, pero estaba cargada de convicción. En los audios que envía a sus amigos y conocidos, junto con el flyer, María insiste en un mensaje claro: quiere trabajar. No pide favores; pide oportunidades. “Les aseguro que no van a quedar mal ni con el trabajo ni con la confianza. Donde voy, cuido las cosas como si fueran mías”, dice. Y tiene razón: quienes la conocen la recomiendan sin dudar.
Su emprendimiento se basa en la pintura de casas, tanto en interior como exterior, aunque también realiza pequeñas reparaciones de albañilería, decoración y piezas artesanales. Todo bajo un mismo sello: prolijidad, responsabilidad y esmero. Su objetivo es sencillo pero enorme: lograr ingresos propios para sostener su hogar mientras acompaña la recuperación de su mamá.
En el barrio, ya dejó varias marcas de su talento. Ha pintado casas, rejas, paredes y detalles decorativos. También construyó elementos artesanales que hoy adornan patios y jardines. Su habilidad para crear con cemento -macetas, esculturas, imitaciones de troncos- es otra de sus especialidades.
La historia de María es la historia de tantas mujeres que, empujadas por la necesidad, descubren en sí mismas una fuerza que ya estaba ahí, esperando. Su vocación por la pintura, la albañilería y el arte se mezcla hoy con un proyecto concreto y urgente: trabajar para sostener a su familia.
“Espero que me puedan recomendar”, repite una y otra vez. Quizás no lo sabe, pero su historia ya es, en sí misma, una recomendación. Una apuesta a confiar, a abrir la puerta y darle una oportunidad a una trabajadora que pone el corazón en cada brocha y en cada pared que toca.






