Diseñadores y empresarias coinciden en un pronóstico poco optimista para este fin de ciclo 2023, pese a que los aumentos no se condicen con el índice de inflación anual. “La gente no tiene plata y lo primero que recorta una familia son estos gastos para vestirse para una fiesta”, admiten.
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No se consiguen vestidos por menos de $60.000
Los vestidos de fiesta de diseño propio han aumentado sus precios a la venta en un 60 % aproximado en el último año.
Caro Recci está al frente de Review una de las tiendas más reconocidas de Mendoza. Hace más de dos décadas que viste a egresadas, quinceañeras y novias en la tradicional esquina de Colón y 25 de Mayo de Ciudad. “No desconocemos la realidad del país pero es la misma de los últimos cinco años, por lo que nos adaptamos, ofrecemos financiación propia en cuotas mensuales para que los padres puedan acceder y no sentir el impacto en sus bolsillos de una sola vez”, detalla Recci acerca de su modalidad de negocio en esta casa de vestidos de gala integrada por varias emprendedoras.
En promedio, comprar un vestido de egresada de diseño de autor hoy puede rondar los $120.000 terminado. Todo depende de las telas y confecciones, con lo cual el precio puede caer a la mitad. “Generalmente, la confección de un vestido está alrededor de los $60.000, y a eso le sumás el género elegido que puede variar entre los $8.000 y los $50.000 el metro, dependiendo de si son telas lisas, con apliques, bordadas”, aclara Caro Recci.
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Review es una de las casas de vestidos de fiesta más tradicionales de Mendoza.
Cristian Lozano.
En Review un vestido “se reserva con unos seis meses de anticipación”, advierte la empresaria. Y agrega que “también contamos con una colección ‘ready to wear’, es decir, venís y elegís de los que están listos y es más económico”. En este lugar no hay opción de alquiler de vestidos como pueden ofrecer otras casas de alta costura, y trabajan sólo diseños propios.
De hecho, alquilar el vestido es una alternativa cada vez más usada por las adolescentes, quienes hasta visitan tiendas o ferias americanas top para intentar encontrar un diseño a su medida y a un precio conveniente.
Sin embargo, Caro Recci sostiene que “como es un gasto que los padres o las abuelas en muchos casos van previendo a lo largo del año, se inclinan más a la compra de su primer vestido”. Y confiesa que en su taller de diseño “hay pasión por los vestidos de fiesta, ponemos mucho amor a nuestros vestidos, seleccionamos las mejores telas, y tratamos de dar un producto acorde a los tiempos”.
¿Cómo hacer tu propio vestido?
El Taller de Fiore es un espacio marcado justamente por jovencitas que buscan aprender a coser para diseñarse su propia ropa. Y en ese contexto aparecen de a poco chicas de 15 o 16 años que uno o dos años antes de recibirse de la secundaria ya tienen en claro que quieren diseñarse su propio vestido de fiesta para la gran noche de egresados.
“Lo primero que tienen que saber es que no es fácil, para nada fácil, un vestido se relaciona con la alta costura, hay que saber mucho y practicar mucho más; yo las acompaño en el camino”, advierte Fiorella Giordani, quien durante largos años fue diseñadora pero “ahora sólo enseño a coser, no confecciono más”.
“Tengo alumnas que vienen aprendiendo desde hace un par de años y se animan a hacerse el vestido, trabajo que puede llevar un año de confección; ni remotamente alguien puede empezar a tomar clases para hacerse de una un vestido de estas características”, advierte Fiorella, que en su taller ubicado en Chacras de Coria desde hace cinco años ve un interés en aumento de adolescentes que quieren aprender a coser. En total, hoy cuenta con 70 alumnas de todas las edades, partiendo de los 14 o 15 años “que ya saben de geometría para los moldes y que se concentran y prestan atención para no correr riesgo de lastimarse con la máquina de coser”.
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Fiorella Giordani, junto a una de sus alumnas en su taller de costura, ubicado en Chacras.
Cristian Lozano.
Está claro: un vestido de fiesta implica una mano de obra especializada. “Ahora tengo una alumna que lleva dos años de taller y está empezando a bocetarse su vestido de egreso para el año que viene”, cuenta y les transmite a sus alumnas el compromiso que significa “meterse en este desafío, no quiero que se frustren ni tampoco que les digan a sus familias que se harán su vestido si resulta que después tiran la toalla; si arrancamos, arrancamos con responsabilidad y compromiso”.
Es que se trata de un proceso de muchos meses que inicia con un boceto en tela (hecho en un lienzo de lino, conocido como toile) y sigue con la selección de las telas, los cortes y se pasa al proyecto final. “Trato de hacerles ver que esto es la realidad, no se replica en 30 segundos como un video de Tik Tok o como ellas se imaginan tal vez que es fácil por verlo en Pinterest”, expresa la tallerista y costurera acerca de modelos que las chicas ven y sueñan con lucir pero “después se dan cuenta de que no son modelos para sus cuerpos, que no están cómodas o que se ven disfrazadas”.
En este sentido, ella quiere “cuidar a las egresadas para que no se desilusionen”.
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La modista y diseñadora advierte que hacer un vestido de gala "no es una tarea para nada fácil".
Cristian Lozano.
Fiorella en su taller tiene también mamás que quisieron aprender a coser para hacerles los vestidos a sus hijas, sean de 15 o comunión, por ejemplo.
Otro tema que desmistifica Giordani es el abaratamiento de costos de un vestido “made in casa” en comparación con comprarlo hecho. “Muchas personas creen que por hacerse el vestido van a gastar menos, pero tomar clases en un taller tiene su costo, aprender este oficio no es barato y te tiene que gustar; a eso sumale las telas que están carísimas y tu tiempo que también vale”, considera la especialista, aunque destaca que el saber coser “te da posibilidades infinitas para crear, diseñar y hacer no sólo ropa, sino arreglos, ropas de cama o tantas otras cosas; puede también ser una salida laboral hoy”.
Por ello llega a la conclusión de que “es conveniente, siempre y cuando te guste y te predispongas a aprender, no salís cosiendo de un día para el otro”.
La experiencia, en primera persona
Ana Gnesi tiene 16 años, está en cuarto de la secundaria y empezó a tomar clases de costura porque “siempre me gustó todo lo relacionado con el diseño. Es más: creo que voy a estudiar Diseño de Indumentaria”, relata la joven que se está diseñando su propio vestido para la cena de egreso del año que viene.
Hace tres años, ella aprovechó que su mamá se compró una máquina de coser para meterse en el Taller de Fiore. Y conoce a muchas chicas que “aprenden a coser para hacerse su ropa, no tanto su vestido de fiesta como lo voy a hacer yo”, remarca.
“Desde que estoy en el taller que quería hacer algo más complejo y la ocasión ideal era hacer el vestido para mi cena de egresados”, afirma Ana, y sobre los costos económicos que este desafío le implica, considera: “Siempre que te guste esto, es conveniente; solemos pedir las telas a Buenos Aires para abaratar un poco y ahorrar plata, igual yo quería hacerme el vestido, más allá de lo que salga”.
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El icónico vestido amarillo del filme "Cómo perder a un hombre en 10 días" es el que tomó de referencia una futura egresada para hacerlo ella misma.
Su vestido está inspirado en el que sale en la película “Cómo perder a un hombre en 10 días”. Se trata de la icónica creación de la diseñadora de cine Karen Patch que en la comedia luce la actriz Kate Hudson, es un slip dress de seda amarillo con un pronunciado escote en la espalda que, pese a haberse visto por primera vez hace 20 años, no pasa de moda. Ana revela que se lo hará “en otro color”.
Para ellos, pisa fuerte el alquiler de trajes
Si antes era escasa la opción de comprarse un traje a medida para un joven egresado de la secundaria, hoy queda casi en el olvido.
Eugenio Costa es uno de los “fundadores” de las fiestas de egreso para escuelas secundarias. “Arranqué a principios de los ‘80, cuando no se le daba mucha importancia a los egresos de quinto año o sexto año”, cuenta Costa y recuerda que él mismo iba colegio por colegio visitando a los alumnos para recomendarles que fueran bien vestidos a su fiesta, ya que “es un momento único en sus vidas”. Él trabajaba de forma mancomunada con los salones para juntos potenciar y dar más relevancia a las cenas de egreso de entonces.
“Después apareció la batea y se agregaron otros divertimentos para hacer esa noche especial, tal como la podemos conocer hoy”, completa Eugenio Costa, dueño de Li Baffi casa de trajes que lleva 35 años de trayectoria en la provincia. “Siempre me he movido con las últimas tendencias, y eso la gente lo reconoce, sé muy bien qué está a la moda y cómo amoldarnos a cada época, porque esta no es la primera crisis que nos agarra”, sostiene Costa, quien cuando hace más de tres décadas puso un cartel en su vidriera anunciando la venta de trajes de egresados “las mamás no entendían nada, me preguntaban si dábamos clases para ellos”, según nos comenta entre risas.
Costa dice que también fue uno de los primeros en ofrecer trajes en alquiler, a principios de los ’90, ya que en nuestro país “nunca alcanza el dinero, menos para una fiesta; en ese momento la única casa que alquilaba era Lucero que estaba en calle General Paz”. Costa fue uno de los que impuso la tendencia del alquiler de trajes a partir de su contacto con sus pares de Buenos Aires. “Siempre me moví con las mejores marcas internacionales y de Buenos Aires, porque busco ofrecer trajes de calidad, diseños exclusivos”, explica.
En esos inicios, las casas de alquiler “compraban trajes muy usados, antiguos para la época, en cambio yo me jugué por todo nuevo, nunca compré usado; entonces alquilo a estrenar y después en alquiler común”, detalla sobre su modalidad de comercio.
No obstante, cada vez son más los jóvenes que recorren hasta ferias americanas para vestirse en esa noche de egreso estudiantil. Y allí pueden encontrar trajes “vintage” que hoy pegan mucho en la moda masculina. Así como se ofrecen a la "subasta" en las redes sociales para vender trajes que otros guardan casi sin uso.
Lo que sí anexó recientemente Costa a su local de Ciudad son las “segundas marcas usadas”, esto es, marcas de primer nivel que a su vez tienen sus segundas marcas de ropa usada. Si bien esta tendencia se da más en la moda femenina, los trajes de etiqueta no quedan excluidos.
Esta modalidad de venta y alquiler podemos relacionarla con una mera cuestión de conveniencia económica debido a la crisis inflacionaria y a los altos costos que implica afrontar una fiesta de egresados (tarjetas de la cena, incluida). Sin embargo, el reciclaje de la ropa tiene mucho que ver con la moda sustentable y la conciencia ambiental acerca de una reutilización de telas, hilados y demás elementos de las prendas que contaminan el ambiente.
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El alquiler de trajes para egresados de secundaria le gana a la compra. Vienen accesorios como corbatas o moños con luces internas.
¿Y qué pasa con los precios de los trajes en la actualidad? “No podemos aumentar lo que valen realmente”, revela Eugenio Costa sobre sus productos, varios de ellos importados. E informa que del año pasado a hoy “ha aumentado un promedio del 40 por ciento el precio de los trajes”. Con su experiencia en el mercado, Costa repite que “esta crisis no es nueva para el sector ni para nuestro país, lamentablemente” y que “siempre hablo con las fábricas para acordar precios razonables que nos permitan a ambas partes seguir trabajando”.
De todos modos, reconoce que las ventas y los alquileres de trajes para este ciclo 2023 “todavía no muestran mucho movimiento, en ese rubro de las cenas de egreso pronostico una merma a comparación del año pasado porque vemos que la gente no tiene dinero, y en crisis lo primero que una familia recorta es este aspecto de una fiesta, ¿no?”.
En la actualidad, un traje nuevo a la venta no baja de los $60.000, alquilarlo nuevo (sin que ese traje haya sido usado antes) sale aproximadamente la mitad, todo depende –claro- del traje que se quiera alquilar. Esta alternativa de alquiler es de las más solicitadas en los adolescentes que saben que ese traje pasará de moda y que no tendrán oportunidad para volver a usarlo.
En tanto, la opción de alquilar un traje de segunda mano (ya usado) puede costar un 30% o 40 % del valor de esa prenda a la venta. Hay trajes de marca internacional, modelos exclusivos que rondan los $250.000 si se quieren comprar.
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