Elena (13) llevaba días con una angustia insoportable que la acompañaba a todas partes. En la escuela, en su casa, sola en su habitación: la angustia se convirtió en su compañera de vida.
Elena (13) llevaba días con una angustia insoportable que la acompañaba a todas partes. En la escuela, en su casa, sola en su habitación: la angustia se convirtió en su compañera de vida.
Un día comenzó a rasguñarse. Cada vez más fuerte. Se dio cuenta de que esos arañazos le provocaban una especie de alivio, como de “poner afuera el dolor que sentía adentro”.
Elena no es un caso aislado entre los adolescentes que llevan adelante este tipo de prácticas como una forma de redireccionar el dolor psíquico y, de alguna manera, volverlo físico.
La licenciada en Psicología Luciana Alós, jefa del servicio de Salud Mental del Hospital Humberto Notti, contó que, del total de las atenciones que realizan en la guardia de Salud Mental durante un mes –entre 50 y 60 en total- el 60% corresponde a chicos y chicas de entre 10 y 15 años que se autolesionan.
Aunque no es el único, este es el fenómeno más frecuente de los que ven a diario en la dirección que ella tiene a cargo.
Diario UNO consultó, además, con la doctora en Psicología Bibiana Vangieri, autora del libro "Tatuajes, Autolesiones, Fenómenos psicosomáticos", quien puso en contexto el aumento de este tipo de conductas como fenómeno de una época en la que los chicos se han quedado sin herramientas para contar lo que les pasa y los adultos, sin posibilidades para escucharlos.
Alós manifestó que en la última década se ha incrementado la demanda de atención en salud mental infantil de forma exponencial.
Pero en los últimos tres años, empujados por los efectos de la pospandemia y actualmente por la crisis socioeconómica que se vive en Argentina, los casos que llegan al hospital no solo son más sino que son más graves.
“En general, en la población, hay una explosión de demanda de salud mental, tanto en adultos como en niños, pero antes, era muy poco frecuente que llegaran casos de internación por salud mental al Notti, y ahora es muy común”
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Según la profesional, hay un quiebre significativo entre los 11 y los 12 años, que coincide con la pubertad, los cambios corporales y la sexualidad.
El fenómeno que se ha incrementado en la pospandemia es el aumento de la cantidad de chicos internados de esa edad por este tipo de episodios.
Alós también destacó otra característica preocupante de la época: ha bajado la edad de los chicos que atienden en el servicio de salud mental y que llegan a la guardia del Notti con cortes el cuerpo, brazos, manos piernas, cara.
“No siempre son con intención de autoeliminación (en algunas ocasiones sí). En la guardia se dirime si es o no para internación”, remarcó.
Un dolor psíquico intolerable parece ser el caldo de cultivo de las autolesiones: el cuerpo grita lo que mente no puede poner en palabras.
Lo que la profesional destacó es que hay que ver para que el adolescente pone en práctica esta conducta y en esto conviene ponerle atención y analizar cada caso en particular.
Sí se pueden mencionar algunas causas que los pacientes manifiestan frecuentemente.
Una de estas razones es la de aliviarse, como si el corte produjera una especie de descarga, una manera inmediata de bajar la ansiedad.
Alós destacó es que hay cierta paradoja en esto, porque si un corte duele, ¿cómo se supone que va a aliviar?
Al respecto, Vangieri explicó que la finalidad principal que tiene la autolesión es descomprimir la vivencia de angustia.
Los adolescentes no soportan estar angustiados, no toleran el dolor psíquico, entonces, provocarse un dolor físico descomprime inmediatamente el otro padecimiento
También destacó que el cuerpo es sede de satisfacción y los chicos encuentran muy a mano la forma de aliviarse.
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“No van a buscar un objeto afuera, como podría ser el consumo de sustancias. Lo que sucede es que el cuerpo está tan a mano que me hago esto y me alivio, aunque sea por un ratito”, expresó.
Respecto a lo corporal, la adolescencia es tiempo de vérselas con un nuevo cuerpo.
Vangieri explicó que estas conductas, en la adolescencia, aparecen en una etapa en la que los chicos no saben cómo resolver cierto posicionamiento a nivel de lo sexual.
El estado de extrañeza que esto genera, y la angustia por los cambios, son motivos por los que los chicos buscan descomprimir, de alguna manera, lo que les está pasando.
Además de una especie de descarga momentánea de una dolencia interior, las autolesiones pueden tener otras causas.
Algunas veces, es una forma de castigo: se sienten culpables y esto es una forma de autocastigo.
Otros casos, se utilizan como una especie de “challenge” o desafíos de los que aparecen en tik tok, quién se corta más, quien se corta más fuerte o quién se hace un corte que sangre más.
Pertenecer a un grupo también es una forma. Una tendencia que ser como los otros, mismas conductas, misma ropa.
También puede ser una acción que se realiza en soledad, y sin que nadie se entere lo que está ocurriendo.
Esta, según la explicación de las profesionales, parece ser la situación más peligrosa: los que de ninguna manera pueden compartir o poner en palabras lo que les pasa.
Si bien hay casos en los que el objetivo de los cortes no es la autoeliminación –es decir, no buscan el suicidio- lo que ocurre es que pueden ir aumentando su gravedad.
En este sentido, Alós compartió lo que se vive en las guardias del hospital.
“Nos encontramos con chicos y chicas que en un año ya se cortaron dos o tres veces y se cortaron de maneras graves. Con el devenir de los meses, vemos fenómenos más cruentos, como si no fuera suficiente un corte superficial y se hacen un corte más grave, cortes que hay que suturar en algunas oportunidades, y en otras, van a quirófano”
Las autolesiones pueden ser también ahorcamientos y en muchos casos, aunque no tengan la intención de acabar con su vida, esto termina sucediendo-
“Hay chicos que pueden llegar a terapia intensiva, y otros que no llegan”, describió la profesional con abierta preocupación.
Alós explicó que lo más peligroso es que los chicos no tengan un referente, alguien con quien puedan compartir lo que les pasa. En algunos casos son los padres, pero puede ser un amigo, un profesor o profesora, una persona adulta de su entorno.
La voz de alarma puede ser el retraimiento, un chico o chica aislada, sin grupo de pares a su alrededor, o bien que pierda esos referentes de forma repentina.
Dijo, además, que si el referente no está dentro de la familia, el trabajo entonces es buscar una red-
“Los chicos necesitan cierto encuadre, no hay encuadres válidos o ideales, lo importante es que se sientan contenidos”.
La profesional del Notti manifestó que, sino ocurre esto, los adolescentes con este tipo de problemáticas van a buscar refugio a la tecnología, al se obsesionan con los celulares, con los grupos de chat.
“Esto también sucede porque los adultos demonizan el mundo en el que viven los chicos, en lugar de acercarse, de preguntarle de qué se tratan los juegos que eligen, o los programas que ven”. Alós agregó además que “es como que todo lo que viene del adolescente es muy peyorativo, cuando la estrategia es acercase”
La psicóloga del hospital pediátrico contó, además, que como consecuencia de lo anterior, cada vez hay más chicos en tratamiento con psicofármacos.
“Esto también es un fenómeno que ha ido creciendo significativamente, son pocos los psiquiatras infanto juveniles que hay en la provincia, pero cada hay más chicos en tratamiento”, explicó. Además, agregó, que de los chicos que ingresan a la internación, la mayoría termina con un tratamiento psicofarmacológico.
Sin embargo, destacó que este no es el único abordaje para hacer en estos casos, sino que la atención debe ser multidisciplinaria, y la contención, darse desde diferentes espacios. El ámbito de la terapia es uno de estos espacios y resulta fundamental, pero también lo es la casa, la familia, los grupos de amigos, la escuela, el club y los lugares que el chico o chica frecuenten.
En cuanto a la falta de tolerancia al dolor y a frustración, la licenciada Vangieri explicó que se trata de un fenómeno y sintomatología de la posmodernidad, el imperativo del “ser feliz”, pero que eso incluya no sufrir nunca, que no te pase nada. Si tenés una pérdida, que la elabores inmediatamente y que eso no te duela.
Esto, según explicó, deja a los sujetos, tanto jóvenes, como adultos y niños, sin recursos simbólicos y psíquicos para abordar distintas situaciones; esto agravado por todo el contexto socioeconómico.