Los síntomas se manifiestan en irritabilidad, dificultades cognitivas y problemas como los "ojos hinchados" o las ojeras pronunciadas. Durante este periodo, el cerebro empieza a perder su capacidad de concentración y la tendencia a consumir alimentos poco saludables aumenta considerablemente.
La ciencia demuestra que tras 48 horas sin dormir, el cuerpo intensifica su respuesta al déficit de descanso. La fatiga extrema genera cambios de comportamiento, desde mal humor hasta confusión mental.
Además, los "microsueños" se vuelven frecuentes. Estos episodios de sueño involuntario duran apenas unos segundos, pero son indicativos de la fuerte necesidad del cuerpo de desconectarse para recuperarse.
El sistema inmune comienza a debilitarse y el riesgo de enfermedades aumenta debido a la inflamación que el organismo no puede manejar correctamente.
Consecuencias graves de la falta de sueño
Después de 72 horas, la urgencia de dormir se vuelve insoportable. El cuerpo y la mente entran en un estado crítico. Los microsueños se alargan y las alucinaciones aparecen, acompañadas de una sensación de despersonalización, donde el individuo comienza a sentirse desconectado de la realidad.
En este punto, el riesgo de accidentes aumenta considerablemente, ya que las capacidades motoras y cognitivas están gravemente comprometidas.
Llegar a los cuatro días sin dormir lleva al cuerpo al límite de sus capacidades. El riesgo de entrar en un estado de psicosis inducido por la falta de sueño es altísimo. Quienes llegan a este punto suelen experimentar una distorsión severa de la realidad, con alucinaciones persistentes y un deseo casi doloroso de dormir. A largo plazo, este nivel de privación de sueño puede causar daños irreversibles en la salud física y mental.
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Aunque parece lógico pensar que unas buenas horas de sueño podrían ser la solución, la realidad es que la recuperación no es igual para todos. Algunas personas pueden necesitar semanas para reponerse por completo de un periodo de insomnio severo.