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Las hermanas le aseguraron que había tenido un varón, pero Elsa cree que esa versión fue para confundirla en la búsqueda.
Esta es la historia de Elsa, pero no solo la de ella, sino la de otra mujer que hoy tiene 49 años y no sabe que su mamá, apenas once años mayor que ella, se ha pasado casi toda su vida buscándola.
Un cúmulo de abusos y desprotección
Desde que su padre la violó y la dejó embarazada –o quizás, desde antes, pero ella no lo recuerda porque aún hay partes del rompecabezas que es su historia que le faltan encontrar- hasta que pudo salir de esa pesadilla familiar, Elsa sufrió todos los tipo de abuso por los que una niña puede pasar.
“El día que mi papá me violó, yo tenía una cicatriz en el brazo, porque él me amenazó con un cuchillo, y después de abusar de mi me dejó tirada. Mi mamá llegó y me encontró así, yo todavía estaba sangrando. Se llevó a mi papá a la cocina, volvió y me dio una tremenda paliza, yo no entendía lo que pasaba. Ella me dijo que todo era culpa mía”.
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Las palabras “culpa”, “hija” y “rompecabezas”, se repiten muchas veces en el transcurso de la charla. Ella no las dice porque sí. Sabe el valor que tienen las palabras desde que comenzó a ponerlas en su historia, que hasta que pudo hacer terapia –apenas hace diez años- era una serie de imágenes de una película muda, un dolor que no encontraba un relato.
Sin embargo, a lo largo de la entrevista, como quien está eligiendo los colores y las texturas para armar un collage, fue buscando, encontrando y utilizando las palabras justas.
Yo no sabía que estaba embarazada, mi mamá me llevó a un médico que se lo confirmó, y yo no entendía lo que me pasaba. Ella tampoco me lo explicó: solo me volvió a pegar y a culpar por lo que había pasado Yo no sabía que estaba embarazada, mi mamá me llevó a un médico que se lo confirmó, y yo no entendía lo que me pasaba. Ella tampoco me lo explicó: solo me volvió a pegar y a culpar por lo que había pasado
Tampoco encontró protección ni calidez en sus hermanas mayores, que según manifestó Elsa no le creyeron ni la cuidaron.
Finalmente, llegó el momento del parto, del que tampoco nadie le explicó nada.
Nacer en medio de las mentiras
Del día que nació su hija, en el antiguo hospital materno infantil Emilio Civit, Elsa no se acuerda de casi nada. Solo que llegó, le pusieron un suero y la durmieron.
“No me acuerdo de haber escuchado llantos y nunca me mostraron a mi hija, cuando me desperté mi mamá y el médico me dijeron que era una nena, pero que me olvidara porque estaba muerta”.
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Elsa Irazoque fue mamá en 1974 y desde ese momento busca a su hija.
Sin embargo, esta no es única versión del alumbramiento que tiene Elsa.
“Mis hermanas me dijeron que había tenido un varón y después de unos años, me decían que me tenía que acordar que yo había firmado papeles para darlo en adopción”.
Elsa aseguró, además, que fue su familia, mediante una oscura trama de secretos, la que se encargó de separarla de su hija.
“No fue un varón, eso me lo dijeron para confundirme más”.
En el hospital también fue víctima de violencia obstétrica.
Yo después de lo que me pasó no pude tener hijos, porque me ‘rajaron’ de un lado al otro, me tocaron la matriz con los fórceps Yo después de lo que me pasó no pude tener hijos, porque me ‘rajaron’ de un lado al otro, me tocaron la matriz con los fórceps
Además, relató que las enfermeras le hacían curaciones con extrema brutalidad. “Yo estaba dolorida y me trataban muy mal. Me hacían doler y me decían ‘Ah, pero te gustó abrir las piernas...”.
Cuando regresó a su casa desde el hospital, Elsa recuerda que la abrumó el silencio.
“Yo lloraba y le preguntaba a mi mamá que había pasado y ella me decía que mejor que me olvidara de todo"
Ahí es cuando la historia se da vuelta. Porque la violencia puede someternos en cuerpo y alma, pero difícilmente pueda hacer lo mismo con la memoria.
Esa es una parte que nunca consiguieron, que olvidara.
Búsqueda incansable con pocas herramientas
La búsqueda de Elsa nunca se detuvo. Se casó a los 18 años, y su entonces marido la ayudó a reconstruir su vida. Luego quedó viuda y conoció a su actual pareja.
“La vida me recompensó de tanto sufrimiento, ahora tengo una familia”, sostuvo. Sin embargo, el recuerdo de su hija sigue movilizándola y el deseo de encontrarla nunca se termina en ella.
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Este deseo la llevó a contactarse con otras personas que también están buscando su identidad, o a sus hijos e hijas, pero que su historia no tiene relación con el robo de bebés de la dictadura militar. Es importante aclararlo porque el Estado tiene muchas más respuestas, herramientas y mecanismos de búsqueda de identidad durante este periodo que por fuera de él.
Una de las personas que se ha puesto “al hombro” esta causa es Sol García Rossi, una periodista de La Plata, que también busca sus orígenes, y conduce el programa “Mi historia, tu historia, te busco”. Este es, además, su perfil de Instagram.
Elsa se puso en contacto con ella, y también recurrió al Gobierno, a la Justicia, y terminó reuniéndose con otras personas de Mendoza que buscan su identidad, pero hasta ahora es poco lo que ha logrado.
Elsa casi agotó los recursos que existen para lograr su objetivo. Y esto también tiene que ver con que llega un punto en que no hay cómo continuar.
Uno de los grandes impedimentos que existe es la escasa documentación con la que cuenta el Estado.
Diario UNO consultó en los organismos públicos acerca de la posible existencia de archivos del exhospital Emilio Civit, y hubo algunos vagos indicios de lo que puede haber ocurrido con los libros donde se registraban los nacimientos.
En primer lugar, el antiguo materno infantil estaba dividido en islas. La maternidad se encontraba separada del resto del hospital, se denominaba José Federico Moreno.
Cuando el Emilio Civit desapareció, el Notti absorbió la parte pediátrica y el Lagomaggiore la maternidad. Los archivos pueden haber sido enviados al Lago y también a la ex bodega Giol, donde se archivan los documentos viejos, algunos de ellos ya irrecuperables por el paso del tiempo.
Lo cierto es que si bien el derecho a la identidad es de los más básicos y está contemplado en la Constitución Nacional y el diversos pactos internacionales que también tienen rango constitucional, esto no implica que existan las herramientas ni los recursos para ejercerlo.
La historia de Elsa es un ejemplo vivo de derechos vulnerados para los que, aún hoy, no hay forma de reparación.