Llamativo silencio

Salgado, Lobos, Bonarrico: el fantasma de la corrupción persiste en la administración pública

Sergio Salgado, exintendente de Santa Rosa, volvió a quedar tras las rejas este jueves. Pero las reacciones de la política fueron escasas, tal vez porque hay demasiados temas incómodos en agenda

Véase, por ejemplo, lo ocurrido hace días con Héctor Bonarrico. El pastor evangélico -de más está decirlo- era un aliado clave de Cambia Mendoza. Antes lo fue de Protectora. Figuras de primera línea participaban de sus eventos poniendo sus mejores caras de monaguillo.

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La fundación del exsenador provincial Héctor Bonarrico iba a recibir un subsidio oficial de 9 millones de pesos anuales.

La fundación del exsenador provincial Héctor Bonarrico iba a recibir un subsidio oficial de 9 millones de pesos anuales.

El 26 de mayo, en lo que probablemente haya sido uno de los más duros golpes a la imagen del gobierno de Rodolfo Suarez, el pastor dijo, palabras más palabras menos, que se había bajado de una eventual candidatura casi al mismo tiempo que su fundación conseguía un subsidio oficial de $9 millones anuales. Esto por dos años, es decir, un total de $18 millones.

Ese curioso intercambio de favores -que al final el gobernador dejó sin efecto- elevó la temperatura del ágora, con los peronistas denunciando tongos y los radicales...denunciando tongos también.

A aquella semana febril le siguió esta nueva etapa, donde parece imponerse -salvo excepciones- algo muy parecido al silencio.

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Sergio Salgado y Luis Lobos.

Sergio Salgado y Luis Lobos.

La firmeza real ante Sergio Salgado

Es obvio que la Justicia debería avanzar con todo rigor contra los "compañeros" acusados, tanto en el caso de Salgado como en el del condenado exintendente de Guaymallén, Luis Lobos. El Justicialismo, de hecho, haría bien en plantearse por qué siempre le entran con tanta facilidad los dardos que apuntan a la corrupción entre sus filas.

Pero con eso no alcanza. Para que la firmeza sea algo más que un mohín teatral, la misma vara debería aplicarse a todos. A propios y ajenos. A Salgado y Lobos, pero -si es preciso- también a Bonarrico o al que sea.

Y esa firmeza auténtica no se logrará callando o guardándose cuando resulta incómodo hablar; ni se exorcizará adjudicando un carácter esencialmente malvado al adversario político.

Es indispensable admitir errores, incluso cuando la corrupción o el desatino se dé entre personas "del palo".

Hace como 2.000 años un barbudo se animó a decir: "Saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano". Lo crucificaron.

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