El 20 de abril de 1990, Christopher Kerze, un joven de 17 años lleno de promesas, despertó con un fuerte dolor de cabeza. Miuntos después, dejaría una misteriosa carta a su familia y desaparecería para siempre.

El adolescente, hijo mayor de una familia de clase media, era el prototipo del estudiante modelo: miembro del equipo de natación, clarinetista en la banda escolar y un apasionado por la lectura.

Ese viernes, en lugar de ir a la escuela, Christopher Kerze les pidió a sus padres quedarse en casa para descansar. Su madre, preocupada, le dio un medicamento de venta libre para el dolor y lo dejó solo en la casa familiar, mientras su padre partía a un viaje de negocios. Nadie podía imaginar que ese sería el último momento de normalidad en sus vidas.

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El misterio sobre la desaparición del adolescente aún persiste.

El misterio sobre la desaparición del adolescente aún persiste.

La carta y la desaparición

Horas después, al regresar, los Kerze descubrieron que su hijo había desaparecido, llevándose la camioneta familiar, 200 dólares de su cuenta de ahorros y, de manera alarmante, una escopeta de su padre.

La nota que Christopher Kerze dejó sobre la mesa de la cocina se convirtió en el eje de un misterio que ha perdurado por 35 años. En ella, escrita a mano el mismo día de su partida, el adolescente confesaba su intención de quitarse la vida: "Me voy a perder para siempre", decía, con la palabra "perdido" subrayada de forma insistente.

Su madre interpretó el subrayado como una referencia a la tendencia de su hijo a desorientarse mientras conducía, un detalle cotidiano que ahora parecía cargado de simbolismo. Pero la nota no explicaba por qué un adolescente aparentemente sin problemas graves tomaría una decisión tan drástica.

La policía de Estados Unidos, inicialmente escéptica por la regla de las 24 horas para reportar adultos desaparecidos, abrió una investigación que reveló más preguntas que respuestas.

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Así se vería hoy el joven desaparecido.

Así se vería hoy el joven desaparecido.

La investigación tras la desaparición

Dos días después de la desaparición, el 22 de abril, se encontró la camioneta de los Kerze abandonada en una zona remota de un bosque estatal. Las llaves estaban puestas, y dentro había una nota simple indicando el propietario del vehículo. No había rastro del adolescente, ni de la escopeta.

Perros de búsqueda rastrearon un aroma que se extendió en el bosque antes de evaporarse abruptamente, como si el joven hubiera sido recogido por alguien. Un testigo anónimo reportó haber recogido a un chico similar al adolescente, pero la pista no se concretó.

Búsquedas exhaustivas en lagos, ríos y bosques cercanos no arrojaron cuerpos ni evidencias. La teoría principal de las autoridades apunta a un suicidio: Christopher Kerz pudo haber descartado el arma en algún lugar rural y haberse quitado la vida en un sitio aislado, explicando la ausencia de restos. Sin embargo, sin cuerpo ni municiones usadas, el caso permanece clasificado como "desaparecido en peligro".

Lo que siguió a la desaparición añadió capas de enigma y dolor a la familia. Una semana después, comenzaron las llamadas telefónicas extrañas: al hogar de los Kerze, a vecinos y hasta al mejor amigo de Christopher. Al contestar, solo se oía silencio, interrumpido por ruidos de fondo como una fiesta lejana. Duraron 6 meses y cesaron de golpe.

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