Pleno sol en Uspallata. Un par de vacas negras nos miran desde un costado de la ruta. Las otras, ni nos advierten. Parecen acostumbradas al trajín de camionetas por el pedregoso camino que conduce hasta la mina.
Pleno sol en Uspallata. Un par de vacas negras nos miran desde un costado de la ruta. Las otras, ni nos advierten. Parecen acostumbradas al trajín de camionetas por el pedregoso camino que conduce hasta la mina.
Un solitario guanaco también decora el paisaje acompañando la gama de colores de las montañas de fondo.
No hay que hacer ni 25 minutos desde la villa de Uspallata para toparse con el primer cartel de bienvenida. "Proyecto San Jorge" reza, todavía, aunque la minera le cambió el nombre para ponerlo a tono con los nuevos tiempos: PSJ cobre mendocino le decimos ahora.
La señal del celular murió justo cuando apareció una guanacada subiendo un monte que está apenas a unos metros de un viejo campamento. Hasta ese momento no lo sabía, pero es ese cerro verde el que concentra la mayor cantidad del cobre que se busca extraer.
Los palos de plástico blanco que salen de la superficie como huella de una exploración minera pueden verse casi desde el ingreso a la estancia, aun cuando falta un buen kilometraje para llegar a aquel cerro. “Raro”, pienso –equivocada-. En Hierro Indio, Malargüe, ese tipo de pistas no se advierten sino hasta llegar al corazón de la montaña.
San Jorge es diferente. El proyecto abarca casi 10.000 hectáreas y la altura no sobrepasa los 2.600 metros desde el nivel del mar. No hay camino sinuoso para llegar y tanto de un lado como del otro hay rastros de exploración.
30.000 metros se perforaron en total desde la década del 60. Por eso veo tantos “palos blancos”. Tubos de los que salieron las muestras de mineral que se guardan en una loguera pegada a dos construcciones muy antiguas.
Aquí no hay estructuras modernas hechas con contenedores. Todo es viejo y precario. El viento se siente. Suele haber días muy lindos, dicen.
Llegamos de todos lados. Del Gran Mendoza, de San Rafael, de Malargüe y desde la misma Uspallata.
La Autoridad Minera, compuesta por las direcciones de Minería y de Protección ambiental, diagramó esta visita a PSJ cobre mendocino como parte de las actividades abiertas al público propias de la evaluación de impacto ambiental del Malargüe Distrito Minero Occidental II, ese en el que 27 proyectos buscan el aval para empezar a explorar.
La intención, cuentan las autoridades, es que la gente “común” pueda ver qué deja una exploración minera en el terreno una vez que termina; como ya pasó en San Jorge, donde la empresa hoy está tramitando la autorización para explotar, es decir, no ya para buscar el cobre sino para construir la mina y extraerlo del suelo.
Estamos en el valle calingastino-uspallatino. Ya no donde está situado el viejo campamento de exploración, sino del otro lado, del costado norte del cerro que nos interesa… el “cerro verde”. Si miro hacia el Norte está Barreal (San Juan), donde avanza la mega-mina de cobre Los Azules, que ya cuenta con aprobación de impacto ambiental.
Es aquí, sobre el terreno en el que estamos parados, donde la minera San Jorge hará el tajo y armará la planta, el campamento, las oficinas y el depósito de colas. Para eso, claro, primero necesitará la autorización de explotación de PSJ cobre mendocino con la correspondiente ratificación por parte de la Legislatura.
Ese proceso está en estudio. San Jorge presentó en enero un informe de impacto ambiental actualizado, elaborado por la consultora GT Ingeniería. El mismo prevé la extracción de sulfuro de cobre (se aprecia dorado en la roca) mediante flotación, con la utilización de cal, espumante y xantato de sodio.
El plan original –mucho más económico- quedó descartado porque no cumple con la Ley 7.722. Abarcaba también la extracción de oro y plata; y principalmente la del óxido de cobre, que es el que se ve a simple vista en esta montaña (y que la vuelve entre verde, azul y turquesa) y se encuentra en la primera “capa” del cerro.
Ese mineral oxidado deberá ser tratado como estéril –junto al material estéril propiamente dicho- y se depositará en lo que se llaman “escombreras”, a la espera de que, en algún momento cambie la ley; que evolucione la tecnología y se pueda separar de la roca con químicos que no estén prohibidos en Mendoza; o que se vuelva rentable para algún inversor trasladarlo a otra jurisdicción para su extracción.
La Fundación de la Universidad Nacional de Cuyo (FUNC) es la entidad responsable de la elaboración del dictamen técnico. Otros tantos organismos sectoriales también tendrán que dar su visión. Finalmente, será la Autoridad Minera la que apruebe o no el plan de construcción de la mina, la explotación del cobre y el tratamiento de los residuos.
El agua corre con fuerza. Está fresca y baja ya con algunas hojitas amarillas. El arroyo El Tigre se ubica al norte del proyecto PSJ (San Jorge), nace del deshielo de la precordillera frontal, tiene unos 2 metros de ancho y se pierde –se infiltra- aproximadamente 4 kilómetros abajo, antes de la ruta.
En promedio, cuenta con un caudal de 320 litros por segundo. En épocas muy, muy buenas, llega a tener 700; y el mínimo se da si se congela.
Para hacer flotar el sulfuro de cobre, la minera San Jorge necesitará usar 140 litros por segundo de ese arroyo. El plan es armar tres piletas de almacenamiento que darán unos días de gracia para usar el agua cuando el arroyo no lo permita.
“No se va a secar”, repiten los expertos una y otra vez. Verlo tan angosto te da cosquillas en la panza pero ellos son los que saben. La explotación durará, si empieza, unos 16 años –aunque podrían ser incluso diez más-. Y durante todo ese tiempo será necesario extraer agua de El Tigre. Parece que se la banca. Para la minería, para la ganadería y para la agricultura.
Si bien la exploración terminó, la minera San Jorge cuenta con un plantel permanente de unas 15 personas trabajando en el proyecto PSJ cobre mendocino. Ahora, con la mirada puesta en la posible explotación, los viernes abren las puertas del viejo campamento para que sea visitado, especialmente por uspallatinos.
La idea es que tanto quienes quieren minería en la zona como los que no la quieren puedan recorrer, tocar, preguntar, sacarse dudas, conocer el plan, identificar qué y dónde se hará cada cosa y formar sus propias conclusiones.
La explotación de PSJ está prevista en varias etapas. La inmediata consiste en seguir explorando para tener la prefactibilidad. Con eso en mano, comienza la construcción de la planta y el campamento, que dura unos dos años. Recién una vez que esté levantado todo, se pasa a la etapa de operación, el momento en el que se perfora la roca y se colocan los explosivos para hacer las voladuras.
Por el clima de la zona, los equipos podrán trabajar las 24 horas los 365 del año. “El primer concentrado de cobre saldrá recién a los cuatro o cinco años”, explican. Se estima que, durante unos 16 años, se podrán procesar en promedio entre 151.000 y 241.000 toneladas anuales.
Ese concentrado con un 38% aproximado de cobre se exporta, especialmente a China, porque en Argentina no hay empresas de fundición.
“¿Y después qué?”, pregunté. Se activa el plan de cierre, como en cada sitio en el que se hace minería. La tierra removida vuelve a su lugar y, según cuentan, en las colas de residuos hasta podría crecer vegetación. ¿Veremos eso algún día en Mendoza?