Análisis y opinión

Mendoza, ardida y vapuleada por 50 ultras

La Legislatura, símbolo del debate republicano, comenzó a arder y los mendocinos siguieron en directo ese desatino. ¿Dónde está la Policía?, era la pregunta

"Suarez, basura, vos sos la dictadura". La frase, coreada por una fracción minoritaria al comienzo de la manifestación que pedía justicia por el asesinato de la adolescente Florencia Romano, de 14 años, ya preanunciaba claramente que algunos no habían ido para repudiar ese femicidio atroz. Así quedó ratificado cuando luego arreciaron los ataques a los edificios de los tres poderes del Estado provincial, entre ellos la Legislatura, donde unas decenas de activistas ("cincuenta", dijo el vicegobernador Mario Abed) tomaron el control de la situación mientras se producía la desconcentración.

Alternativamente, arrojaron molotovs, prendieron fuego, rompieron puertas y ventanas. Los blancos fueron la Casa de Gobierno, la sede del Poder Judicial y la Legislatura, edificios que además quedaron plagados de grafitis. Ni siquiera se salvó el Memorial de la Bandera. Allí, las pintadas de los bárbaros acusaron a José de San Martín de "pedófilo".

A placer

En la mayoría de los videos que inundaron tanto los medios de difusión como las redes sociales, no se ven policías por ningún lado. Los activistas prendieron fuego a placer. La Legislatura, símbolo del debate republicano, comenzó a arder y los mendocinos, atónitos, siguieron en directo ese desatino por la televisión o las redes preguntándose por la Policía que debía defender esas instituciones.

El Gobierno ha planteado que la fuerza provincial de seguridad no actuó, pese a los desmanes, para preservar la integridad de las miles de personas que habían ido a la marcha convocada por la agrupación Ni Una Menos y que nada tuvieron que ver con los hechos de violencia.

"Si hubiéramos actuado, hubiésemos generado un mal mayor", dijo el ministro de Seguridad, Raúl Levrino. Sin embargo, repetimos, lo peor de los atropellos antidemocráticos se produjo cuando los manifestantes que habían respondido a la convocatoria por el calvario de Florencia ya se habían desconcentrado. Es decir cuando los "esclarecidos" tomaron el control.

La explicación nos hizo acordar a la antinomia que durante meses planteó el Gobierno nacional durante los meses de cuarentena. "Entre la economía y la vida, elijo la vida", repetía Alberto Fernández. Ahora parece haber sido: "Entre reprimir y actuar con inteligencia en la prevención, elijo no hacer nada".

Retina desprendida

Por lo menos esa es la sensación que ha quedado en la retina de los mendocinos cuando veían cómo las llamas devoraban oficinas y despachos de la Legislatura y de la Casa de Gobierno. Momentos en los que, como Pancho por su casa, los violentos se tomaban todo el tiempo del mundo para romper y quemar, e incluso para, luego, avivar las llamas con lo que encontraban a su paso. Revise lector, algunas de estas imágenes y verá la pasmosa tranquilidad con que algunos se dan a esa tarea destructiva, sabedores de que tenían liberado el territorio.

¿Qué duda cabe que fue premeditado? ¿Dónde estuvo la tarea inteligente de adelantarse a los hechos haciendo prevención democrática? ¿Desconocía el Gobierno que con algo los ultras iban a celebrar el primer aniversario de aquellas marchas antimineras con las que se obligó a Suarez, recién asumido, a reponer la Ley antiminera 7722? ¿Por qué no fueron vallados los tres poderes del Estado conociendo los antecedentes violentos ante similares descontentos sociales?

"Si hubiésemos puesto mucha custodia podría haberse dado un foco de agitación", fue la respuesta del Gobierno. La realidad, insoportable verdad, parece contestarles: no pusieron policías y el foco de agitación se dio peor, por triplicado y con un rebote de fuerte impacto significante sobre la administración Suarez.

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