Análisis y opinión

La doble vara de la política para medir burbujas de alcohol en sangre

El acting que montan con posturas ambiguas tanto el PJ como la UCR tratando de mostrarse más papistas que el Papa con el decoro, la ética y las buenas costumbres, ya es poco creíble

Mendoza podría perder varios juicios por el asunto de las pipetas que miden más de 0,5 gramos de alcohol en sangre. El umbral arbitrario tiene enormes contradicciones porque “una copa de vino en una persona que metaboliza más rápido el alcohol podría impactar muy diferente en una que lo metaboliza más lento”, me confirmaron varios médicos.

O sea, el haber adoptado un sistema de prohibición que permite hasta un punto el consumo de la sustancia que prohíbe, genera un problema del que será muy difícil salir, por no decir imposible.

Se supone que una copita de vino no deja casi rastros en la sangre o apenas podría aportar unos 0,5 gramos de alcohol por litro de sangre. Los intendentes que tienen bodegas en sus departamentos y generan desde ahí un movimiento turístico permanente, no quieren ni escuchar la sola idea de que en Mendoza haya “tolerancia cero” al alcohol.

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Mendoza no adhirió a la ley de tolerancia cero de alcohol al volante.

Mendoza no adhirió a la ley de tolerancia cero de alcohol al volante.

Prohibir, pero un poquito

Mendoza es una provincia particular y lo demuestra hasta en su legislación. Forma parte del selecto y pequeño grupo de provincias que no adhirió a la ley de tolerancia cero de alcohol al volante, asentada en la idea de que al ser una provincia vitivinícola no puede meterle un tiro a su principal industria.

Suena bien esa normativa toda vez que para un mendocino (o para la mayoría de los mendocinos) no hay nada más mendocino que brindar con una copita de vino en cualquier celebración, festejo, casorio, bautismo, joda o simplemente en el almuerzo o en la cena de cada día.

Ni hablar del turista que viene “a eso” a Mendoza y busca actividades en alguna de las cientos de bodegas que se dedican al “buen vino” y a recibir turistas para que lo prueben mientras miran montañas y comen una empanada entre toneles.

“El lujo es vulgaridad”

El edil de San Rafael Martín Antolín, del Partido Libertario, fue una de las noticias de la semana. Hasta Mario Pergolini se divirtió desmenuzando su caso en tono irónico en su late night show por la pantalla de Canal 13 de Buenos Aires.

Ni hablar del despliegue que tuvo su 1,15 gramos de alcohol en sangre -según botoneó la pipeta- en todos los medios de la provincia y más allá.

Las imágenes de un funcionario público viajando por una de las principales avenidas de la capital provincial en un descapotable, look total white, con una chica voluptuosa y una copa de vino en la mano, venden todos los diarios: ni la clásica serie yanqui de los ’80 División Miami se animó a tanto.

Antolín tardó poco en recuperarse del pedo porque a los dos días estaba desempolvando casos en los que algunos funcionarios dieron alcoholemias positivas y no los acribillaron como a él.

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El auto en el que viajaba el concejal Martín Antolín cuando fue detenido en un control de alcoholemia en la calle Arístides Villanueva.

El auto en el que viajaba el concejal Martín Antolín cuando fue detenido en un control de alcoholemia en la calle Arístides Villanueva.

Antolín no está solo

Antolín fue a la sesión del HCD sanrafaelino de esta semana munido de varias fotocopias de diarios que cronicaban escándalos protagonizados por funcionarios –en su mayoría radicales- incluyendo algún juez, una legisladora y un concejal. Antes había recibido una multa de casi $4 millones por conducir en estado de ebreidad.

Igual fue astuto el edil –muy posiblemente bien asesorado por algún periodista y algún abogado- al argumentar su defensa. Quiso primeramente dejar demostrado que el asunto de la “gravedad” con la cual los dirigentes tratan estos guisos, está directamente vinculado con el partido al cual pertenecen más que con el decoro, la ética, el alcohol en sangre y la mar en bote.

Miqueas, sus copitas por el sur y Flavia

El concejal radical de Guaymallén Miqueas Burgoa volvía embebido cual esponja por las calles del tranquilo General Alvear y también fue sorprendido por la pipeta buchona.

A Burgoa lo salvó su correligionaria Verónica Cancela, la mismísima presidenta del Concejo Deliberante de Guaymallén, quien desempató una elección que casi deja a Burgoa de patitas en la calle.

Otra correligionaria, Flavia Dalmau, también tuvo la compasión de sus pares luego de ser sorprendida por un control de alcoholemia que le dio casi el doble de lo permitido. En su momento argumentó que “había tenido una semana jodida y decidió relajarse con amigos” entre copas.

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El concejal radical de Guaymallén, Miqueas Burgoa, también fue encontrado conduciendo ebrio. En este caso, en General Alvear.

El concejal radical de Guaymallén, Miqueas Burgoa, también fue encontrado conduciendo ebrio. En este caso, en General Alvear.

Jorgito y el “¿sabés quién soy yo?”

El exdirector del Ente de la Movilidad Provincial, Jorge Teves, fue mucho más allá, venía en dope con 1,2 gramos de alcohol en sangre y en un auto oficial, o sea, “¡con la tuya contribuyente!”. Dicen que chapeó con su cargo pero él se esforzó por desmentirlo.

Tanto es así que luego de la renuncia del funcionario radical, los periodistas cruzaron a Alfredo Cornejo con el tema y él se apuró a soltar “es un asunto terminado”.

De Teves se dijo que había llamado a un funcionario que podía “salvarlo”, lo que también fue negado por Cornejo. "No llamó a nadie”, aseguro el gobernador bancando al funcionario caído en desgracia.

Lo que digo pero no lo que hago

Somos todos bastante hipócritas con estas cosas: medimos con distintas varas por la simpatía del protagonista y más de un político ha cruzado los dedos para no ser sorprendido por un retén de alcoholemia cuando sale de alguna actividad por los festejos de Vendimia.

Porque, en definitiva, rasgarse las vestiduras frente a estos casos es una muestra de la hipocresía que todavía legitima la dirigencia política de nuestro país. Las inconductas previstas por códigos contravencionales deberían extinguirse ni bien cumplidas con la carga impuesta por el código en cuestión.

Contravención vs. delito

Pagar una multa onerosa -Antolín desembolsó casi $4 millones-, ser sancionado con varios meses de prohibición para conducir y cumplir con algún tratamiento psicológico es suficiente -de acuerdo a lo escrito por los legisladores mendocinos en el Código- para pagar el error. Una contravención no es un delito.

Todo lo que viene después, es “mucho ruido y pocas nueces”. La voluntad del propio dirigente es clave para que opere una renuncia porque a no ser que el escándalo involucre a alguien que tiene un jefe que lo despida, las bancas son de quienes las ganaron: o sea, el famoso “lo que votó el pueblo”. La ética y la moral residen en cada individuo.

El acting que montan cada vez -adrede con posturas ambiguas- tanto el PJ como la UCR diciendo una cosa, haciendo otra y tratando de mostrarse más papistas que el Papa con el decoro, la ética y las buenas costumbres es a esta altura poco creíble. Sépanlo.