Análisis y opinión

El avance de los enchastradores en la Ciudad se ha vuelto avasallante

La Ciudad de Mendoza ha sido atacada y colonizada con esos mamarrachos visuales a los que llaman "firmas" o "tags", una forma vandálica del grafiterismo

Caminar la Ciudad (la nuestra u otra) es una actividad muy productiva porque permite detectar lo que podríamos llamar la riqueza civil de sus habitantes y de sus dirigentes, es decir, verificar si esa ciudad es debidamente cuidada, si porta un tono especial, si hay ímpetu de progreso, si se ha valorado su historia y, a la par, si esa sociedad está entendiendo los tiempos..

En la Ciudad de Mendoza, por ejemplo, el avance de los enchastradores de bienes públicos y privados se ha tornado netamente avasallador y en varios aspectos eso va en contra de esa civilidad a la que aludíamos.

La personalidad de una ciudad radica en su particularidad, en mostrar un sello, en producir un estilo ciudadano. Quizás lo más importante que hemos logrado los mendocinos es sostener la cultura del árbol y de las acequias y de haber aunado un carácter que mezcla progresismo y tradición. Pero en algunos otros rubros venimos perdiendo.

Por ejemplo, la Ciudad ha sido atacada -y en algunos sitios, colonizada- con esos mamarrachos visuales a los que llaman "firmas" o "tags", una forma vandálica del grafiterismo, cuya finalidad -dicen- es que personas o grupos "marquen territorio o fijen presencia", pero manteniéndose en las sombras con sentido de secta supuestamente antisistema.

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Embestida contra las persiana metálicas de los comercios de la calle San Martín. Cuadras enteras pintadas con estos brulotes.

Embestida contra las persiana metálicas de los comercios de la calle San Martín. Cuadras enteras pintadas con estos brulotes.

Pavoneo delictivo

Estos nuevos "hunos" (aquellos bárbaros que, dirigidos por Atila, atacaban ciudades europeas en los siglos IV y V) se pavonean con sus garabatos apelotonados que estampan contra las paredes y con los que juegan a medir y comparar sus aventuras según el riesgo corrido al realizar sus "firmas". Ante eso uno no puede menos que hacerse algunas preguntas. Por caso, para qué están las cámaras de video por toda la Ciudad si no las usamos para advertir o ayudar a frenar esas embestidas contra las persianas de los comercios, las casas particulares, los ingresos de los edificios de departamentos, las escuelas, el mobiliario urbano, los juzgados de familia, las iglesias y sigue la lista.

Hay cuadras céntricas donde todas las persianas metálicas han sido atacadas con esos brulotes pictóricos, sin dejar ni una sin pintarrajear. Lo cual lleva al observador a preguntarse dónde quedó aquel centro rumboso que tanto nos gustaba. Hoy ese Centro tiene demasiadas zonas desmejoradas y tristes.

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Ingreso a un edificio de oficinas en calle Pedro Molina entre España y Patricias Mendocinas. El grafiterismo vandálico no perdona a nadie.

Ingreso a un edificio de oficinas en calle Pedro Molina entre España y Patricias Mendocinas. El grafiterismo vandálico no perdona a nadie.

¿Por dónde ir?

Nadie pretende ignorar el fenómeno del grafiti. Ni meter a todos los grafiteros en la misma bolsa, pero tampoco podemos desconocer que muchas ciudades del mundo han utilizado métodos más efectivos para encauzar esas manifestaciones, tratando de blanquear a los cultores de "tags" con el objetivo de bajar el vandalismo. Una cosa es segura: nunca va a ser arte enchastrar una plaza o el acceso a una escuela con esas pintadas que simulan "firmas".

Distinto es lo que se conoce como "street art" o las distintas formas devenidas del muralismo que casi siempre están hechas bajo acuerdo entre el grafitero y el dueño de las paredes. O que también se dan o por encargo, como ocurre con gobiernos municipales o provinciales que logran pactos para mejorar distintos muros que tapan baldíos en zonas de la Ciudad que han perdido rango.

Por ese lado tenemos que ir, porque el acuerdo siempre suele ser mejor. Aunque también es cierto que con los enchastradores se necesita de un accionar más efectivo y firme porque la mayoría de sus acciones vandálicas contra bienes privados y públicos son delictuales.

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Ingreso al estacionamiento del Juzgado de Familia, en Montevideo y Mitre.

Ingreso al estacionamiento del Juzgado de Familia, en Montevideo y Mitre.

Maldito aerosol

¿Por qué como sociedad vamos a dejar que se sigan atacando bienes arquitectónicos de la Ciudad, como el anexo de la iglesia de los Jesuitas en plena avenida San Martín, entre Colón y San Lorenzo, cuyas históricas paredes han sido grotescamente embadurnadas?

¿Qué decir de las pintadas con las que ensucian las paredes de esa joya edilicia que es el ex Banco Hipotecario (hoy Ministerio de Cultura) o el tradicional inmueble del ex Banco de Mendoza (actual Espacio Contemporáneo de Arte)?

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No interesa que sean casas de familia, el enchastrador no tiene piedad con nadie.

No interesa que sean casas de familia, el enchastrador no tiene piedad con nadie.

¿Por qué nos privan de poder admirar casas particulares de la Ciudad que están llenas de historia y cuyos frentes han sido degradados por el aerosol impertinente? Una muestra de la "maldad insolente", de la que hablaba Discépolo, y con la que se manejan los "firmadores", se dio por estos días en la pared sur del enorme edificio del Colegio Agustín Alvarez. Pintada "a nuevo" recientemente, luego que se concluyeron trabajos de refacción en esa vereda, ese muro no alcanzó a estar ni un día limpio. Los vándalos le estamparon una grotesca "firma" para marcar territorio. Sin embargo, esta vez el que fijó presencia civil fue el Colegio que lo borró inmediatamente.

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