Análisis y opinión

Enchastradores y vándalos ya han sobrepasado muchos límites en Mendoza

Los que enchastran y vandalizan bienes públicos y privados parecen ser los reyes de la noche en Mendoza. ¿Por qué la política demora en frenarlos?

Pareciera que no hay quién frene a los enchastradores de paredes públicas y privadas. El vandalismo sigue atacando monumentos, esculturas, mobiliario urbano. Un limpiavidrios le desfigura la cara a un conductor porque éste se niega a que le limpien su auto. Los lavacoches expanden su presencia en varios sectores del Parque San Martín. Reaparecen aquí y allá los cuidacoches. Todos esas actividades están prohibidas.

La Ciudad está bajo ataque. Se deteriora. Sufre una lenta pero constante desjerarquización como espacio público, democrático.

Hay calles del Centro que en determinadas horas meten miedo. Vivir cerca de una plaza es un calvario en lugar de un sosiego verde. Es estar condenado a que de madrugada te estampen pintadas sobre el ingreso al edificio de departamentos, sobre la pared de tu casa o negocio.

Todo queda a merced de los vándalos "artísticos" como los que atacaron la escultura en homenaje a Dante Alighieri en plaza Italia, inaugurada hace dos meses. ¿En cuál de los círculos del infierno que imaginó Dante en La Divina Comedia podemos ubicar a los vándalos del aerosol?

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Calle Montevideo casi Chile. Cómo tomaría usted, lector, levantarse a la mañana y encontrarse con este regalito

Calle Montevideo casi Chile. Cómo tomaría usted, lector, levantarse a la mañana y encontrarse con este regalito "artístico".

Cada vez más seguido, el Centro mendocino es el objetivo de delincuentes que rompen vidrieras y saquean. El caso de la calle Espejo es sintomático. Pareciera que ha sido tomada para el churrete. La zona está llena de cámaras por todos lados. ¿Para qué sirven? se preguntan los vecinos y los comerciantes. Los que enchastran paredes y vandalizan bienes públicos parecen ser los reyes de la noche.

Es imperioso retornar a un mejor trabajo desde la política para frenar y desalentar esta continua degradación del Centro.

La propia Ciudad tiene en su haber varios aciertos en la forma de enfrentar estos problemas.¿Quién no recuerda en los ´80 y ´90 a los manteros instalados en las veredas de las avenidas San Martín y Las Heras, que constituían una flagrante competencia desleal a los comerciantes que pagaban tasas, impuestos y servicios? "Es imposible sacarlos", advertían algunos como diciendo que era poco menos que una fatalidad.

En su momento el intendente Fayad hizo un trabajo minucioso. Porque no se trata de dar palos. Se trata de hacer cumplir la ley y a la vez generar soluciones de fondo. Es lo que se logró con la creación de los persas que agruparon a la mayoría de esos vendedores ambulantes y que los transformaron en pequeños comerciantes formales.

O lo que ocurrió luego con muchos de los cuidadores o lavadores de autos que fueron incorporados al sistema formal de tarjeteros del estacionamiento medido de la Ciudad. O que recibieron ayuda para prepararse en oficios, en muchos casos con el aporte de entidades de comerciantes y empresarios.

La política tiene que estar muy expectante porque una Ciudad es un organismo vivo, que muta, y que exige capacidad de reacción para solucionar los problemas que van brotando. Es algo que requiere de debates, de diálogo, de avances y retrocesos, de convencimiento. Todas esas cosas son la materia prima para hacer política. Por ejemplo: ¿cómo se puede frenar o desalentar a los garabateadores y denigradores de muros, paredes, o frentes de casas?

En este último caso los que están provocando problemas no son trabajadores informales que buscan ganarse el sustento. Son por lo general gente joven, de clase media, que pertenecen a tribus urbanas, y que copian lo realizado hasta el hartazgo en otras ciudades, por lo general con cero originalidad, buscando, se supone, hacerse conocidos al "inmortalizar" sus egos en tags, o firmas, o letras amontonadas, que podemos padecer visualmente en todas las persianas metálicas del Centro y que dan una horrible idea de uniformidad dictatorial.

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Menos mal que el árbol se salvó del aerosol.

Menos mal que el árbol se salvó del aerosol.

Por más que uno quiera exprimir los supuestos arrebatos artísticos de los enchastradores, de allí no sale una gota de ningún probable Banksy, el sorprendente artista urbano británico. Ni tampoco algo parecido a los buenos muralistas o grafiteros que hay en la provincia y que no te arruinan el frente de tu negocio y de tu casa. Por el contrario, el único fin del enchastrador de pura cepa es joderte la vida y, claro, "sentar presencia".

¿No siente usted, lector/a, deseos de ver y disfrutar la Ciudad que hay debajo de todos esas capas de pintura en aerosol? ¿No es acaso un desatino que las paredes del edificio que fue del Banco Hipotecario (hoy sede del Ministerio de Cultura de la Provincia), y que es una de las joyas arquitectónicas de la Provincia, tenga las paredes que dan a la calle Gutiérrez arruinadas de pintadas y tags?

¿Por qué debemos aceptar calladamente que nos taponen de garabatos la entrada al edificio o que nos ornamenten los bordes de las ventanas?

¿Por qué no vamos a decir nada si estos "artistas" se encaraman hacia los pisos primero o segundo de los inmuebles para desparramar el aerosol como diciendo "no tenemos límites"?

¿Por qué deberíamos hacernos los sotas cuando vemos que, maliciosamente, taponan de garabatos los frentes de las bibliotecas públicas (la que creó el general San Martín en la Alameda es periódicamente atacada a mansalva), o las fachadas de escuelas primarias y secundarias que acaban de ser hermoseadas por los padres de alumnos y los directivos con un gran esfuerzo?

La Ciudad, que tiene un Código de Convivencia, que en su momento fue un ejemplo para varios otros centros urbanos del país, debería, en asocio con el Gobierno provincial, que también ha propiciado legislaciones en ese sentido, darle una vuelta de tuerca a todo este fulero asunto y aceitarlo para volver a llevarle un poco de tranquilidad a los que sostienen con sus tasas e impuestos el andamiaje estatal.

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