Sin embargo, la ciencia ha dado pasos agigantados en este campo, logrando avances significativos en la manipulación de la memoria, incluso si por ahora se limitan a experimentos con animales.
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La ciencia ha logrado avances notables en la manipulación de los recuerdos, incluyendo la capacidad de borrarlos o modificarlos.
Uno de los experimentos clave fue realizado por científicos que utilizaron la optogenética, una técnica que combina ingeniería genética y óptica para controlar células específicas del cerebro.
En este caso, lograron "implantar" de forma artificial recuerdos en ratones, haciéndoles reaccionar con miedo a una situación que nunca habían experimentado. Al identificar las células cerebrales que almacenan recuerdos y manipularlas, los investigadores pudieron añadir evocaciones positivas y "apagar" las negativas.
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Implicaciones éticas
Más allá de estos experimentos en animales, los científicos también han explorado otras técnicas para modificar los recuerdos en seres humanos, como el Decoded Neurofeedback (DecNef).
Esta metodología utiliza escaneos cerebrales por resonancia magnética y algoritmos de inteligencia artificial para permitir que las personas controlen el impacto de los recuerdos negativos, estresantes y dolorosos, haciendo que el cerebro repita el ejercicio hasta aprender.
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Este poder también conlleva importantes responsabilidades éticas, ya que los recuerdos son fundamentales para la identidad y el bienestar de las personas.
Si bien estos avances científicos son prometedores, especialmente para el tratamiento de trastornos como el estrés postraumático o la depresión, también plantean importantes consideraciones éticas. Los recuerdos son parte esencial de la identidad de cada persona, por lo que cualquier manipulación de la memoria debe estar sujeta a un escrutinio cuidadoso.