Este último nos dejó paisajes como el de la Laguna del Diamante, congelada y con una acumulación de casi dos metros de nieve.
Aventura y "milagro" en la Laguna del Diamante hace más de 90 años
El reconocido piloto de la aviación francesa Henri Guillaumet fue protagonista en 1930 de una historia que año tras año se recuerda en Mendoza.
El 13 de junio de aquel año, mientras realizaba vuelos para la empresa de correo Aeropostale, un temporal de nieve lo obligó a cambiar la ruta de vuelo y acabó boca abajo con su avión enterrado en una nevada Laguna del Diamante.
Sobrevivió al accidente pero su nave quedó destrozada. Sin saber dónde estaba, al pie del volcán Maipo, comenzó a caminar para intentar salvar su vida en medio del hostil frío a 3.000 metros de altura.
Fue su amigo Antoine de Saint-Exupéry, autor de El Principito, unos de los que contó la historia. El escritor, también aventurero, llegó a Mendoza para buscar al entonces desaparecido. Lo encontró casi siete días después del accidente, vivo, rescatado por un jovencito de 15 años en el puesto Cerro Negro.
Guillaumet tenía las extremidades entumecidas y la cara quemada por el frío. Se había empeñado en buscar algo de civilización porque, según la historia que luego contaría Saint-Exupéry, si moría era necesario que su cuerpo fuera encontrado rápidamente para que su mujer pudiera cobrar el seguro que había firmado con la empresa.
Claro, es que si no, para cobrarlo en casos de desaparición había que esperar cuatro años, lo que para su familia sería más catastrófico que su muerte.
Aquel muchacho que lo halló era Juan Gualberto García. Cuenta la historia que dos tazones de leche de cabra y caña le devolvieron la vida al aviador bajo el puesto. Desde allí fue trasladado hasta la capital de Mendoza por un equipo de la empresa francesa aeropostal y fue en el hotel Plaza, por entonces casi a estrenar, que se encontró con su amigo Saint-Exupéry.
El autor de El Principito - como tantos otros- contaría la aventura sancarlina en su novela Tierra de hombres.