Traductor en mano, intento unirme a la ronda de locales que se refugian en una media sombra comunitaria hecha de vides. Lo primero es el intercambio cultural, pero también quiero averiguar qué es lo que mantiene a estas personas en un sitio donde no hay ni kioscos ni cafeterías, ni farmacias ni diversión moderna. Los únicos atractivos aquí son una diminuta plaza, un teléfono público, una iglesia y un cementerio; el resto es vasto campo árido y verde.
¿Por qué este pueblo sigue eligiendo al diario de papel, pudiendo informarse del mundo a través de Internet? Así se percibe la vida en un poblado donde la tecnología aún no ha transformado las relaciones humanas:
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Viajes en el tiempo. El teléfono público de Vale de Madeira es uno de los únicos atractivos que sobresalen entre las casas y el campo.
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Vale de Madeira: cómo es la vida en un pueblo intacto frente al avance de la tecnología
A pesar de su notable familiaridad, los locales me miran con gran sospecha. Al parecer, no disfrutan la visita de extranjeros. Se niegan a responder preguntas o entablar relación con gente de afuera. “Es un pueblo chico, hay mucha desconfianza ante cualquier persona que no sea de acá, creen que van a robarles o hacerles daño.” Así me lo explica Alexandra, la única mujer que toma el mando de la palabra y decide responder en nombre de Vale de Madeira. Ella trabaja en el Centro Rewilding, un espacio que recibe a visitantes extranjeros constantemente.
Alexandra nació en el pueblo, en 1974, y vivió la mayor parte de su vida aquí. Aunque a los 14 se fue a vivir a Francia, cuatro años fueron suficientes para darse cuenta que su lugar en el mundo estaba en Vale de Madeira.
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La mirada transparente de los habitantes de Vale de Madeira se expresa en sintonía con la naturaleza.
- Viviste un buen tiempo en la ciudad, en Francia, también conociste ciudades grandes como Lisboa ¿Qué te trajo de vuelta acá?
- La ciudad tiene mucho ruido, mucho alboroto, mucha confusión. Entre trenes, subtes, autobuses, señales de tránsito… Acá tenemos nuestro carro y manejamos por el campo y por el pueblo sin problemas. Creo que la gente está acostumbrada a la ciudad, pero yo no me pude acostumbrar. Aun así, todos necesitan un tiempo de tranquilidad y silencio de vez en cuando. Incluso viví un tiempo en Pinhel, una ciudad con 3500 habitantes que está a 20 minutos en auto de aquí. Pero también me pareció un lugar ruidoso, muchos autos circulando y tiendas. Por eso volví acá, tengo mis cosas, mi familia, mis animales. Vale de Madeira tiene un silencio y una tranquilidad que son únicos.
Y sí que es cierto. Ni música, ni autos, ni gritos. El silencio más puro reina en este pequeño pueblo que, aunque se traduce como Valle de Madera, está más bien hecho de piedra. Durante el día, solo se escucha la campana de la iglesia local que suena cada una hora y el cantar de los gallos madrugadores, previo a esporádicos sonidos de cencerros de cabras movilizadas por su pastor. Por la noche, solo los grillos y las estrellas conversan en un ambiente que podría parecerle tenebroso a alguien acostumbrado al barullo de la ciudad.
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La única escuela que había en Vale de Madeira cerró hace 18 años, cuando ya no quedaron niños en el pueblo.
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Todas las casas tienen sus reposeras a mano, listas para salir a la vereda a conversar.
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Las campanas de la iglesia suenan a cada 1 hora en el pueblo.
- Sin duda la diversión de la ciudad no es la misma que viven acá ¿A veces te aburrís?
El rostro sorprendido y risueño de Alexandra anticipa un rotundo no.
- Nunca. Es imposible aburrirse acá. Tengo mi trabajo en Vale de Madeira y a veces trabajo en una zapatería de Pinhel. En los ratos libres cuido a mis animales y juego con ellos. Acá la vida es así, la gente vive de la agricultura, cuando no está trabajando la tierra, está cuidando a sus vacas, ovejas, caballos, perros… y en los ratos libres conversamos, vemos tele, leemos el diario. Si queremos ir a un café hay algunos cerca en Pinhel, pero no es lo más común. La gente está bien acá.
- ¿Qué me contas del diario papel? En muchos lugares ya ni siquiera existe, ¿ustedes leen diarios digitales?
- El diario impreso que llega es de Guarda, y nos trae las novedades de todo el municipio, una vez al mes. La mayoría de la gente acá no tiene Internet, son casos excepcionales los que sí. No tenemos esa necesidad de saber a cada rato lo qué pasa en el mundo o estar prendidos todo el rato al celular. Para informarnos vemos la televisión y de vez en cuando leemos el diario. Pero no, nada de diario digital, como te digo casi nadie tiene internet acá.
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Los recreos en Vale de Madeira tienen lugar en el frente de las casas, bajo el amparo de las plantas.
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Alexandra es una de las pocas personas nativas de Vale de Madeira que aún viven aquí.
- ¿Por qué ustedes, los 40 habitantes de hoy, eligieron quedarse en Vale de Madeira cuando todos los demás se fueron?
- El silencio y la tranquilidad que tenemos son un tesoro. Nacimos acá y vivimos bien. Disfrutamos del campo, los animales y la vida diaria en sí. Si nos vamos por un tiempo, siempre queremos volver.
Alexandra debe irse, me despido agradeciéndole por haberse abierto a conversar un rato conmigo. Se va a su casa, a una cuadra de aquí. “Cualquier otra pregunta avísame que me vengo” Claro, todo está mucho más cerca aquí que en la ciudad: las casas, la gente, las miradas.