Derribando prejuicios

Rocío, la mendocina que se puso al frente de un taller de motos líder en el país

Rocío Rodríguez aprendió el oficio que legó de su marido fallecido en un accidente en moto. Hoy la ubica a ella y su taller entre los más reconocidos del país

Su amor por las motocicletas se fue dando con el tiempo, a través de su marido que hace 12 años montó un taller de motos. Luego, él eligió otros rumbos y le transmitió el oficio. Ella decidió quedarse al frente de la Clínica de Motos y hoy, a siete años de haber tomado el desafío, es una referente nacional para los motociclistas de aquí y del exterior.

Todas las mañanas, la mendocina Rocío Rodríguez calza su mameluco de jean –que ella misma diseña y vende, entre otras ropas para motociclistas-. Se prepara unos mates y abre las puertas de un ordenado taller mecánico, repleto de herramientas, repuestos y –por supuesto- motos, varias motos estacionadas a distancia. Recibe a sus dos “manos derechas” que son sus empleados Maximiliano Agüero y Diego “Harry” Zerbos, quienes están con ella desde el minuto cero de este emprendimiento.

Y empieza la labor que puede estirarse hasta la noche, entre pistones, carburadores y escapes, bajo las chapas de un galpón casi impoluto que tiene una glorieta con parral de antesala. La misión es encontrar el diagnóstico del problema y dar una solución al cliente. “Son amigos, no clientes”, aclara efusiva Rocío. Es que la red de motociclistas y mecánicos forman una verdadera comunidad.

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Rocío Rodríguez ampliará su cartera de clientes ofreciendo también reparaciones en motos de agua y de enduro.

Rocío Rodríguez ampliará su cartera de clientes ofreciendo también reparaciones en motos de agua y de enduro.

Rocío es especialista en motos de alta cilindrada y japonesas. Se anima a decir que es la única de todo el país en alquilar motos Harley Davidson a turistas. Y ahora ampliará su mercado asociándose a Bruno Vegas, electricista en motos, con quien podrá reparar también motos de agua y jet sky y de enduro.

Reconoce que el mundo del motociclismo está copado por varones, que al principio debió esforzarse por mostrar que ella sabía a la par de cualquiera, derribando el mito de que las mujeres no pueden entender nada de mecánica, menos de motos. No obstante, encontró aquí una segunda familia, una camaradería que se consolidó con los años y que hacen que hoy la recomienden desde todas partes del país, así como de Chile.

De cero relación con las motos, a una pasión que supera tragedias

A sus 40 años, mamá de dos adolescentes, sostén de familia y diseñadora de ropas, Rocío Rodríguez parece darle a fondo si de pasiones se trata. Su larga cabellera negra juega entre las cadenas y los cilindros, sus manos hacen equilibrio entre los elementos para ajustar o desajustar esa pieza que está dañada.

“Esta clínica de motos surgió porque mi marido –ahora soy viuda, hace dos años ya- sabía mucho de motos, su pasión eran las motos. Arma el taller hace 12 años y empezamos a crecer. Yo empecé a meterme, a indagar sobre repuestos y atender clientes. Él quiso estudiar Ciencias Políticas y entonces me dejó el taller de motos a mí. Gracias a él es que pude armar todo lo que ves”, relata la mecánica y de aquí en más nombrará a su marido Horacio “Indian” Renda como si estuviera presente, y a su partida física en un accidente en moto como “el destino de la vida”.

La reacción ante una pérdida de estas características no la hizo bajar las persianas ni mucho menos encerrarse en el dolor. Transmite fortaleza en sus palabras y esperanzas con su mirada, como si la búsqueda de la felicidad sea el máximo objetivo. “Acá soy feliz, las motos me hacen feliz, esta gente, mis amigos, mis hijos… ¿de qué me puedo quejar? De nada”, confirma.

Y ante la consulta de su relación con las motocicletas, responde sin vueltas: “Yo, cero, no tenía relación con el mundo de las motos, sólo por él”. Admite que “cuando él se puso a estudiar Ciencias Políticas no queríamos cerrarlo porque teníamos una cartera de clientes grande, teníamos empleados, el taller armado, era nuestra fuente de ingresos”.

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Las motos de alta cilindrada y las japonesas son especialidad de Rocío Rodríguez.

Las motos de alta cilindrada y las japonesas son especialidad de Rocío Rodríguez.

Ok, nos decimos por dentro, pero cómo se hace para continuar sola, más siendo mujer, al frente de un taller de motos. Rocío explica: “Sí, mi marido me enseñó todo y mucho aprendí leyendo también”. Es que, para animar a quien desee tomar el desafío, Rodríguez esboza: “Se estudian los manuales, porque si bien hay cosas básicas, cada moto tiene su maña. Para comprar repuestos tenés que saber para qué los vas a usar. Me fui armando de conocimientos, aprendiendo sobre la marcha, a la vieja escuela me metí en el taller”.

Y comparte una apreciación suya: “La gente cree que los que suben a una moto son todos malos y rudos, y es todo lo contrario. Es gente que encuentra su escape, su pasión. El viento en la cara todo lo cura”.

La mujer gana terreno

Rocío Rodríguez admite que en sus inicios “la reacción de lo clientes costó, porque veían extraño a una mujer adentro de un taller de motos”. Y cuenta que su marido “era la cara visible, pero nos conocían mucho a los dos en todo el país, hemos viajado mucho”. Esos contactos, esa relación con la comunidad motociclística de la Argentina, la llevó a superar los miedos, derribar prejuicios y apretar el acelerador de su taller.

Relativiza las piedras que tuvo que atravesar en el camino por ser mujer. “Hay cosas que se pueden solucionar fácilmente, aunque crean que como sos mujer no sabés nada, sólo hay que tener ganas de ensuciarse un poco las manos”. Por eso ella se ocupa también de enseñar, aconsejar o asesorar a mujeres motociclistas; y reconoce que tiene muchas mujeres que se acercan a su Clínica de Motos porque “al ser mujer confían más en mí que en un varón mecánico”.

“A lo que más me estoy acercando últimamente es a las mujeres que andan en moto porque no saben mucho, les doy cuatro o cinco tips, las guío, las ayudo y me tienen como referencia, más allá de que no me traigan la moto a mi taller”, dice Rocío. Y lo hace porque “las motociclistas confían más en mí, es difícil ser mujer en un ambiente de hombres”.

Claro está, Rocío Rodríguez es habitué de los encuentros de motos de alta gama, como los de Harley Davidson. Y sobre el ambiente que distingue a los mal llamados “motoqueros”, considera: “Parece un ambiente muy cuco pero no, es bastante inclusivo; y hoy hay muchas mujeres dedicadas al mercado de las motos”.

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Rocío tiene tres Harley Davidson que las alquila a turistas para que hagan los caminos del vino.

Rocío tiene tres Harley Davidson que las alquila a turistas para que hagan los caminos del vino.

De hecho, nos informa que existe un programa nacional de YPF que ofrece clínicas de motos para mujeres, y lo hacen en distintas ciudades del país. “Les enseñan a maniobrar motos de las cilindradas más chicas hasta las más grandes”, avisa. Y reflexiona: “Amplían el mercado porque ven que cada vez son más mujeres las amantes de las motos”.

Ella con su equipo del taller quieren que ese programa de YPF llegue a Mendoza, “hace falta para que las mujeres que andan en moto aprendan cómo arreglarlas en desperfectos comunes que te pueden ocurrir andando en el medio de la montaña, en el medio de la nada”, aporta.

Más que un taller, un refugio abierto también al turismo

La Clínica de Motos de Rocío Rodríguez, ubicada en la Ciudad de Mendoza, es un “refugio” para quienes llevan sus vehículos. “Si vienen de Chile o de donde sea y tienen un problema, saben que pueden venir acá”, expresa quien ve a Mendoza como un lugar estratégico para fortalecer la comunidad/negocio de los motociclistas. “Al ser un lugar de paso y turístico a la vez, y al estar en medio de la Ruta 40, los viajeros conocen Mendoza y ya saben que cuentan conmigo, con mi equipo, con mi taller y mi casa”, sostiene, mientras en su patio se observa una churrasquera y un tablón dispuestos a recibir gente cuando sea necesario.

De hecho, Rocío tiene clientes de afuera, chilenos, y de distintas partes del país, como Santiago del Estero, San Juan, Jujuy o Buenos Aires. “Es más, en Buenos Aires tenemos una red de mecánicos para motos de alta gama, nos vamos ayudando, prestando manuales, asesorando en repuestos o arreglos especiales”, completa.

En este contexto, instalada en una provincia turística por excelencia y que recibe miles de visitantes, la chica anuncia: “Soy quizás la única persona del país que alquila motos Harley para turistas en Mendoza, para que recorran los caminos del vino. Tengo tres motos para alquilar y les ofrezco esta alternativa que es espectacular para quienes visitan Mendoza y son amantes de las motos”.

Entre la cantidad de anécdotas que le han regalado las rutas y los días de mecánica, Rocío recuerda una en particular para reflejar esa comunidad que genera el mundo del motociclismo: “Un día aparece un grupo de personas bien mayores de Estados Unidos, uno era un diseñador de hadware para Microsoft; estaban haciendo un tour por la Ruta 40 en motos importadas, cayeron acá referenciados porque se les había explotado un piñón de una Ural rusa, y terminamos charlando, comiendo juntos, sacándonos fotos, hasta nos incluyeron en su trip virtual de Moto Tour Latinoamérica que ellos tienen. Este lugar, este oficio alimenta la hermandad, el sentido de comunidad”.

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El patio de su casa es antesala a la Clínica de Motos. Allí comparte asados y mates con sus clientes.

El patio de su casa es antesala a la Clínica de Motos. Allí comparte asados y mates con sus clientes.

Es por ello que Rocío no trata a quien llega a su taller como un cliente, sino “como un amigo que tuvo un problema; no importa si tenés una moto de 50 mil dólares o una moto de 50 centímetros cúbicos”.

Y sobre la movida motociclística de la provincia, asegura que “acá la moto se usa mucho, hay más motos de lo que uno puede pensar; hay gente que tiene seis o siete motos guardadas en su casa, hay muchos coleccionistas, mucho mercado, para todos los gustos”.

La odisea de los repuestos y la falta de especialización

Como en tantos otros rubros de la economía argentina, la Clínica de Motos de Rocío Rodríguez también debe lidiar e ingeniárselas para conseguir repuestos.

“Tengo un montón de problemas con los repuestos, no se consiguen, todos son importados. Ni siquiera hay repuestos de los más simples, y cada vez que sube la nafta, suben los precios. Tenemos que andar inventando o fabricando algunos nosotros, creando piezas, confiando en nuestro tornero para solucionar el problema a la moto”, comenta la mecánica de motos acerca de este padecer que hace desandar la imaginación suya y de su equipo para darle solución a los desperfectos de las motos que reciben.

Otra problemática que Rocío ve en el sector es la falta de especialización para los talleres. “Los cursos de mecánica no superan las motos de más de 300 centímetros cúbicos. Hay coleccionistas con motos japonesas y no existen mecánicos que sepan arreglarlas. Nosotros llevamos siete años armando equipos de especialistas y por eso nos referencian. Pero deberían dictarse capacitaciones”, pide. De ahí que propuestas como las de YPF la incentiven a replicarlas en Mendoza.

Ese recuerdo de sus “15” y la vida que nunca soñó

Rocío dice que seguramente a los 20 años, si le contaban su vida actual rodeada de motos para arreglar, no lo hubiera ni imaginado. Pero sin embargo recuerda que cuando tenía 15 e iba caminando al colegio, vio pasar una caravana de Harley Davidson y “flasheó” con estar ahí.

“Se ve que se lo pedí fuerte al universo porque sentí muchas ganas de estar en esa caravana y no en el colegio. Ahora estoy adentro de la caravana y soy una de las referentes de la Argentina”, revela.

Y acerca de su oficio, describe: “La gente quiere que cuides a su moto como a un hijo, esa moto es para esa persona su psicólogo, su amante, su cable a tierra. Entonces hay que tratarlo así, con amor, la moto no es sólo un fierro, es un amor”.

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Rocío posa junto a su equipo de mecánicos: Maximiliano Agüero, Bruno Vegas y Diego

Rocío posa junto a su equipo de mecánicos: Maximiliano Agüero, Bruno Vegas y Diego "Harry" Zerbos.

Para alcanzar lo que hoy es y ser reconocida en su ámbito, Rocío transmite su secreto: “De estar viviendo en un garaje a tener todo lo que tenemos es a base de mucho esfuerzo, no hay otra. Así como respetar al cliente, tratarlo como un amigo”.

El viaje más largo que recuerda haber hecho en moto fue “de Mendoza a Jujuy y de vuelta pasamos por Córdoba; estuvimos con mi marido como dos semanas rodando”. Y concluye que la montaña con sus siluetas es el mejor camino para recorrerlo en dos ruedas, “las curvas o contra curvas son lo más para disfrutarlas en moto, y que el viento pegue en tus mejillas”.