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Patricio Pron: "Hay que leer libros y prensa de calidad porque nos entrena en la comprensión de discursos complejos"

Es doctor en Filología en una universidad alemana. Rosarino de nacimiento, ahora vive en España. Su último libro, titulado, "La naturaleza secreta de las cosas de este mundo" es quizás el más significativo de su trayectoria

Tiene razón Patricio Pron, toda la razón del mundo, cuando dice que sus libros son distintos. Poco comparables a los de la mayoría de sus colegas.

Y llega a ese resultado de manera “natural”, por imperio de su particular pericia narrativa, sin necesidad de artificios ni oscuridades ociosas ni afeites. No necesita de pirotecnias que distraigan la atención. Su literatura es potente por densidad y por masa crítica, que dejan, como remanente, más preguntas que respuestas.

Preguntas que abren inéditos e intrincados caminos a recorrer a través de la complejidad y la ambigüedad del mundo.

Nació en Rosario, Argentina, pero vive desde años en Madrid, luego de recorrer Europa y África como corresponsal. Doctor en Filología por la universidad alemana de Göttingen y con varios premios en su haber, habla de su nuevo y más significativo libro, La naturaleza secreta de las cosas de este mundo, con el programa La Conversación de Radio Nihuil.

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Patricio Pron, autor de

Patricio Pron, autor de "La naturaleza secreta de las cosas de este mundo".

-En muchos artículos que te dedican se dice que sos algo así como un escritor de escritores. ¿Cómo te cae eso, Patricio?

-Supongo que es una forma de reconocimiento y de decir que los libros míos superan la prueba de ser leídos por gente que es experta. Eso es bonito y me gusta, me satisface. Supongo que también habla de esta especie de elogio envenenado.

-¿Por qué envenenado?

-Por el hecho de que algunos lectores no hayan accedido nunca a mi trabajo. Pero, desde luego, no es algo que me preocupe. Yo escribo mis libros, no los vendo. Los venden otros.

-A propósito de esto, ¿qué tipo de lector promedio pensás que es el tuyo?

-Por lo general pienso siempre en lectores y lectoras que son mucho más inteligentes que yo o menos tontos. Personas que no tienen ningún deseo de perder el tiempo leyendo algo que ya leyeron anteriormente, escrito por mí o escrito por otros autores, y que desean aceptar el pequeño desafío que supone abrir un libro que va a contarte una historia que, tal vez, no te seduce inicialmente, pero que, con el tiempo, va a pasar a ser parte de ti, de tu memoria como lector y quién sabe sino, acaso, como algunas de las mejores experiencias literarias que has tenido.

-Hay una relación muy entrañable con ellos, por lo visto.

-Pienso en ellos como lectores que tienen la enorme generosidad y la enorme cantidad de tiempo para dedicar mis libros, pero, sobre todo, como interlocutores, como pares míos. Nunca aspiré a tener lectores… ¡vamos! Mis libros no están en los aeropuertos, no va a haber series de Netflix con ellos. Están hechos para hacer otras cosas, producir otros efectos y otro tipo de diálogos.

-Está claro que tu producción no es apta para Netflix, pero sí, tal vez, para algún director especial tipo Tarkovsky. ¿A quién te imaginás llevando un libro tuyo al cine?

-(Ríe) ¡No demos ideas! Algunos de ellos podrían hacerlo, pero no estoy muy seguro de que tuviese yo mucho interés en que lo hicieran. Desde luego, hay varias propuestas dando vueltas para hacer filmes sobre libros míos.

-¿Por ejemplo?

-Hay una propuesta importante en Estados Unidos, en Hollywood, en este momento. Pero no son cosas de las que yo me ocupe. Tienen que ver con otras personas, con otros talentos y con otras capacidades puestas en juego. Yo no tengo porqué meterme o, por decirlo así, no tengo porqué estar allí. Lo mío es escribir libros.

-Ahora bien, hagamos un esfuerzo adicional. De todos tus libros publicados, ¿cuál sería el más cinematográfico? Elección tuya, totalmente subjetiva.

-Creo que hay muchos relatos cortos que tienen una impronta cinematográfica. Después, tal vez una novela como El comienzo de la primavera, una de las primeras que yo publiqué, tiene una cosa así, muy de suspenso.

-¿Y esta última?

-La naturaleza secreta de las cosas de este mundo admitiría un tratamiento así. Pero, bromas aparte, mi propósito como escritor nunca es que esto se convierta en una buena película o en una buena serie sino más bien que, cuando los lectores y las lectoras lo lean, se sientan tan interesados o tan posiblemente, idealmente fascinados como se han sentido con otros libros que han sido importantes para ellos y ellas. Ese es el trabajo mío.

-Además de tu escritura, son muy buenas las tapas de tus libros, tanto en el diseño como en los títulos. Por ejemplo: El espíritu de mis padres sigue subiendo en la lluvia, La vida interior de las plantas de interior o Lo que está y no se usa nos fulminará. Este último, sin ir más lejos, La naturaleza secreta de las cosas de este mundo, provoca una particular fascinación. ¿Cómo haces para llegar a esto?

-(Sonríe) A veces se me imponen. No los pienso mucho y simplemente aparecen en el texto en la medida en que voy escribiendo y se acaban convirtiendo en el título de esos textos. En otras ocasiones son frases que me llaman mucho la atención y que no puedo quitarme de la cabeza. Lo que está y no se usa nos fulminará es, obviamente, una frase de Luis Alberto Spinetta.

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Tapa de

Tapa de "La naturaleza secreta de las cosas de este mundo".

-¿Por qué apelaste a esa cita del Flaco?

-Porque me parece que esa frase, en su momento, daba cuenta de buena parte del destino de los personajes de ese libro. En La naturaleza secreta de las cosas de este mundo, hasta donde yo sé, no es el título de nada en particular, excepto de esta novela.

-¿Adónde apuntaste con él?

-Como título da cuenta de dos cosas que me interesaba destacar. La primera es el carácter secreto o misterioso o enigmático que tiene esta naturaleza que los personajes persiguen y que es su propia naturaleza, la naturaleza humana. Y, por otra parte, quiero que, en general, estos títulos les digan a los lectores y lectoras que los juegos que van a jugar con mis libros son ligeramente distintos; que mis libros son algo diferentes a los libros de los autores y autoras; y que los juegos que van a jugar con ellos, porque en realidad uno juega juegos con los libros, los libros son como juegos cuyas instrucciones son el texto que estamos leyendo, el texto que contienen; que estos juegos, decía, van a ser distintos a los que juegan con otros libros cuyos títulos son, yo qué sé, Indignación o Enemigos o como quieras, no estoy dando nombres reales.

-¿De qué manera son distintos tus libros, en resumidas cuentas?

-Mis libros son ligeramente distintos a otros libros que uno puede encontrarse en librerías. Están hechos así, para que sean distintos, porque, según creo, en buena medida, al margen de la película de Harold Ramis (El día de la marmota), nadie quiere vivir una y otra vez el mismo día. Nadie. Yo no lo quiero hacer.

-Estamos en un todo de acuerdo, como lectores. Tus trabajos son distintos en muchos sentidos. Das una clave de este último libro en la página 89 cuando decís que “la indeterminación y el doblez son parte de la naturaleza secreta de las cosas de este mundo”. Y es cierto. Uno siempre aspira que el mundo sea nítido. Pero no. Todo está carcomido por una cierta ambigüedad.

-Sí, absolutamente, sí. Y, en ese sentido, la literatura tiene algo para decirnos.

-¿Qué?

-Pensemos que este es un momento histórico, cultural, en el que la mayor parte de las personas creen que la verdad es una sola, que sólo ellos están en posesión de esa verdad. Personas, cuya única capacidad demostrada ha sido la capacidad económica para comprarse un teléfono inteligente y eventualmente suscribirse a una red social, creen saber acerca de oscuras conspiraciones y de planes maestros y de cómo enderezar la economía, la política y todo lo demás; creyendo, además, que lo que ellos creen saber es lo único que hay que saber y lo único que conforma o constituye la verdad.

-¿Ante esto, qué tiene para decir la literatura?

-La literatura, en cambio, es un ámbito en el que dos cosas distintas pueden ser igualmente ciertas. Y esto se pone especialmente de manifiesto en esta novela allí donde, en la primera parte, vemos a Olivia echar la vista atrás y recordar la historial de su padre. La historia de la desaparición, voluntaria o involuntaria, de su padre. Y luego, en la segunda parte del libro, tenemos la versión de Edward, la versión del padre, por decirlo así.

-La misma historia, vista desde distintos ángulos.

-Ambas versiones, ambas interpretaciones de los hechos, son distintas, pero son igualmente correctas.

-¿Y por qué?

-Porque, en sustancia, como se dice en la novela, la naturaleza secreta a las cosas de este mundo radica en ese doblez, en la posibilidad de que las cosas sean lo que son y también su contrario.

-Formidable. Y lo fascinante, sobre todo en la primera parte, es que uno va encontrando en cada página una cosa nueva, un camino inesperado. Como, por ejemplo, cuando hablás de la verdad. Decís que “lo que llamamos verdad, ha cambiado en el transcurso de la historia”. Y es tan cierto. La verdad no tiene el mismo estatus ahora que en cualquier otro momento de la historia, ¿no?

-Sí, exactamente. Y la literatura debe averiguar qué lugar tiene en el mundo, en ese sentido. La ficción en particular tiene que navegar tiempos relativamente difíciles o más difíciles que en el pasado porque tenemos el ámbito de lo real que, más o menos, permanece inalterado desde aproximadamente el siglo XIX. Luego tenemos el ámbito de lo virtual, que no por ser virtual es menos real. Las personas pasan mucho tiempo en él y están tomando decisiones políticas y de otra índole inspirándose o basándose en lo que leen, escuchan o ven en ese ámbito de lo virtual.

-Otra vez, ¿qué pasa con la literatura?

-Pues, luego está la ficción, que es otra cosa; que no es virtual y tampoco es del todo real. Y cómo navega los tiempos, como los cuenta; cómo se ve estimulada o influida por ellos, es algo que me interesa mucho a mí como escritor.

-¿Un escritor de qué tipo?

-Naturalmente, como escritor puedes escribir lo que desees, puedes escribir cosas que no tengan nada que ver con la realidad, que no pretendan decirnos algo acerca del mundo en el que vivimos. Pero el tipo de escritor que yo soy siempre piensa sus novelas como algo que está en estrecha relación con la realidad.

-¿Qué tipo de relación con la realidad? ¿De qué manera?

-Incluso, aunque no diga esto es lo que está pasando ahora o esto es lo que tienes que ir a votar. Son cosas en las que pienso mientras estoy escribiendo las novelas y, de alguna manera, se van colando en ellas, casi como si la novela fuese una especie de objeto magnético que atrae esquirlas, restos de otras cosas.

-Siguiendo con tu apartado sobre la verdad, decís en un momento: “Tampoco sería raro que vivamos en un quinto estadio de lo que llamamos verdad, en el que las cosas que nos interesan son parte de procesos y tienen lugar en sitios a los que no tenemos acceso, que ni siquiera podemos comprender”. Es así. Estamos en un proceso. ¿Cómo metemos ahí la posverdad, las fake news?

-Ese es un fenómeno absolutamente internacional, muy extendido, visible también en Argentina, si consideramos los argumentos que se han exprimido para votar por un signo u otro en las últimas elecciones. Se llaman tecnologías disruptivas porque son efectivamente disruptivas. Rompen los consensos, las familias y las amistades. Todos hemos perdido amigos en los últimos tiempos. Y a menudo lo hemos hecho con gran perplejidad, descubriendo que las personas que nos rodean no son las personas que creíamos que eran, que su mundo no es el mismo que el nuestro.

-¿Cómo focalizamos a esas personas cercanas?

-Cuando una persona que está a tu lado disiente de ti en algo en apariencia tan banal y tan comprobado histórica, científicamente, como el hecho de que, pongamos, la Tierra es redonda; cuando alguien en quien confiabas y en quien creías te dice que la Tierra es plana, algo que sucede cada vez con más frecuencia; entonces empiezas a dudar, no solamente acerca de esa persona y de tu vínculo con ella, sino que, en la medida en que tenías un vínculo con ella, empiezas a dudar acerca de ti mismo.

-Una interferencia para entender el mundo…

-¿En qué estabas pensando cuando estabas hablando con esa persona acerca de otras cosas? Estas tecnologías, entonces, son muy, muy disruptivas y nos abocan a un momento en el que, una vez más, la verdad se compone de decenas de fragmentos de distintos discursos; pero buena parte de esos discursos no son discursos de verdad.

-¿Qué son?

-Son objeto de la manipulación a la que somos sometidos con una finalidad específica. En esos discursos manipulativos lo que opera es el poder. El poder económico, el poder político y todos los poderes que nos limitan a la manera de los condicionantes de género, raza y clase que operan sobre todos nosotros.

-¿Qué pasa en tu novela con todo esto?

-Los personajes de esta novela quieren escapar de ese condicionante, quieren ser realmente libres. Pero hay dos cosas que entienden, que tal vez los diferencien de las personas a nuestro alrededor en este momento, sobre todo en Argentina. La primera de ellas es que, para ser libres, tienen que desembarazarse de sus prejuicios, no aferrarse a ellos; ser otros y tratar de comprender a los otros.

-¿Y lo segundo?

-Lo segundo que descubren es que su libertad no es una libertad para hacer daño a otros. Esto lo descubren, si no lo sabían antes. Y se convierte tal vez en el aspecto más explícitamente político de la novela. Han decidido que van a ser libres. Y que van a ser libres para no lastimar a otros, no para lastimarlos.

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El rosarino Patricio Pron.

El rosarino Patricio Pron.

-Esta cruzada se monta sobre la deserción. Lo dice tu propio texto. Tus personajes “se las arreglan para desertar de la causa del yo y dejan atrás a los suyos”. Termina siendo una decisión radical.

-Sí, pero tal vez en este momento histórico sólo estemos rodeados de decisiones que son radicales. Quizás la única forma de continuar estando intelectual y emocionalmente vivos sea tomar decisiones que son radicales; apartarse de aquello que nos dijeron que es lo normal, lo natural o lo deseable y buscar en lo otro, cualquier cosa que esto sea, algo parecido a un sitio mejor que el sitio en el que nos encontramos.

-¿Qué papel nos toca jugar en tamaña disyuntiva?

-La literatura ofrece eso también. Es una especie de enorme repositorio de vidas posibles, de visiones acerca de quiénes somos y de proyectos en torno a quiénes podríamos ser si queremos ser distintos. Cuando tú lees un libro no estás solamente leyendo acerca de la peripecia de unos personajes, quienes quieran que sean. Estás comparando esa peripecia, esa vida de los personajes, esa historia de los personajes, con tu propia historia y calibrando o recalibrando tus ideas acerca del mundo.

-¿Con qué resultados, según vos?

-A veces el cambio es imperceptible. Pero a veces el cambio es fuerte. Lees un libro -y creo que La naturaleza secreta de las cosas de este mundo es un libro para producir ese efecto-; lees un libro y acabas haciéndote más preguntas de las que tenías antes de leer el libro.

-¿Preguntas para qué, hacia dónde?

-Esas preguntas tienen como finalidad ampliar el repertorio de posibilidades; que tú, como lector, como lectora, no te veas confinado en las viejas ideas que tienes acerca de quién eres o acerca de cuál es el mundo y que las pongas a prueba.

-¿Y?

-Eventualmente, de la prueba lo que sale es la garantía o el descubrimiento de que tú tienes razón y que el autor o la autora están equivocados. Pero a veces también se produce una ligera transformación, un ligero desplazamiento, que hace que puedas ver tu vida y el mundo que te rodea con otros ojos. Creo que todos los lectores hemos hecho esa experiencia en un momento u otro, la de leer un libro y descubrir que después de leerlo no somos los mismos que éramos antes de leerlo. Y La naturaleza secreta de las cosas de este mundo es también eso. Y el deseo de que esta novela produzca esto en sus lectores.

-Vos mismos acabás de explicar porqué tu libro es atrapante: porque, al terminarlo, uno se queda con muchísimas más preguntas que antes. Preguntas pesadas, existenciales, antes que certezas. No se trata de saber quién es el asesino, como en una novela policial. Es una lectura que moviliza.

-Bueno, muchas gracias por decirlo. Es lo que yo procuro hacer. Y el tipo de diálogos que procuro tener con los lectores es similar al que estamos teniendo aquí. Tiene que ver con la pregunta de quiénes somos, de cuál es nuestro modo de vida, que en la novela se equipara al daño. La pregunta de cómo podemos vivir una vida más justa y más buena. Para qué sirven los libros. Cómo es la relación entre las palabras y el mundo. De qué modo navegaremos tiempos en los que lo real se vuelve más y más difícil de comprobar, al tiempo que ciertas visiones de la literatura, condicionadas económica y políticamente, la convierten en algo parecido a una rama, a una hermana pobre del entretenimiento audiovisual.

-¿Cómo se le da vigor a esa rama pobre?

-En ese contexto, los libros que me interesa escribir a mí y los que me interesa leer y los que creo que les interesa leer a mis lectores y lectoras, son libros que te permiten idealmente salir de esa especie de embotamiento, de esa especie de perplejidad irritada a la que nos someten las redes sociales y las noticias y demás, para tener una experiencia que no ibas a tener de otra manera.

-Se trata de ir contra el conformismo con el que nos dejamos llevar todo el tiempo por las redes y por el flujo del mundo, sin cuestionarlos nunca, ¿no?

-Sí, exacto. Creo que la mayor parte de nuestro día adquiere más y más la forma del tagline de nuestra red social de preferencia. Son estímulos breves y muy intensos, a menudo violentos, que nos dejan aturdidos, nos dejan irritados, casi como si alguien nos gritase en el oído cuando estamos distraídos. Y es muy difícil darle orden y sentido al mundo, y tomar decisiones en ese contexto.

-Volvamos al rol de la literatura, según vos.

-La literatura supone una especie de interrupción de ese flujo continuo de estímulos violentos. Del mismo modo en que, tal vez, sea la interrupción de la interrupción, porque ese modo de vida del que estamos hablando, ese modo de vida de estímulos intensos y de reacciones inmediatas a cosas que nos gustan, pero, sobre todo, a cosas que nos disgustan, sin contexto y sin explicación; ese modo de vida es un modo de vida que favorece la interrupción más que la continuidad.

-¿Qué interrumpe la interrupción?

-Es la interrupción de las ideas, es la interrupción del diálogo, es la interrupción de la transmisión de conocimiento y de experiencia, es la interrupción de un proyecto que comenzó en torno a finales del siglo XVIII y que, en mayor o menor medida, parece haber funcionado hasta ahora, al menos como promesa. Es el proyecto de la Ilustración, aquello que Naciones Unidas resumió en la Carta de los Derechos del Hombre: más derechos para más personas para una sociedad mejor. Ir a más.

-¿Y qué pasó?

-Eso parece haberse terminado y, sin embargo, la literatura puede que constituya o contribuya a que no se termine aún. Tal vez es la última ficha para que Pac-Man tenga esta vez la posibilidad de escapar de los fantasmas y de vivir hasta la siguiente pantalla. Pero Pac-Man somos todos en este caso.

-Hablando de interrupciones y de finales, vos hablás, entre otras cosas, del “acabamiento del arte a finales de la década del 2000” cuando palabras como ‘usuario’, ‘canal’, ‘contenido’, no habían reemplazado todavía a expresiones algo más antiguas y nobles como ‘espectador’, ‘lector’, ‘librería’, ‘teatro’, ‘artista’, etcétera. ¿Es un mundo en fuga el nuestro?

-Supongo que la mayor parte de nosotros hemos pasado a ser consumidores de productos supuestamente artísticos que, en realidad, son meramente informativos o de entretenimiento. Las películas se están haciendo ahora para que puedan verse en las pequeñas pantallas de los aviones, por ejemplo, o en los teléfonos móviles. Las obras de arte ya no pueden ser adquiridas por los museos, de manera que van a manos de coleccionistas, básicamente de personas ricas que las atesoran, pero que las sustraen de la mirada de quienes amamos el arte.

-¿Y respecto de tu oficio?

-¡Vamos!, la literatura cada vez más parece una especie de mala teleserie en lugar de aquello para lo que, en principio, era o para lo que servía o sirve. En ese contexto, efectivamente, hay un gran desplazamiento, la gran transformación, que tal vez tenga que ver con ciertos cambios demográficos y con un fracaso en la transmisión de conocimientos y de experiencia de una generación a otra. Quien quiera que tenga algo de tiempo y curiosidad puede hacer la experiencia de buscar en YouTube cuáles fueron las diez canciones más escuchadas de Argentina el último año.

-¿Con qué se puede encontrar ahí?

-Lo que descubrirá es que nos encontramos ante un enorme problema, que no solamente se pone de manifiesto en las urnas, sino también en las ideas que las personas tienen acerca del mundo. Cuando descubres que la mayor parte de las canciones que las personas han estado escuchando en YouTube, básicamente se limitan a proyectar fantasías masculinas de dominación sobre las mujeres, lo que tienes es la certeza de que hemos cometido una gran cantidad de errores y de que tenemos que repararlos de alguna manera.

-¿Cómo?

-Tenemos que tender un puente con una generación nueva y explicarle a esa generación la importancia de los productos culturales y artísticos; que, además, no es una importancia solamente relacionada con eso de que tienes que leer libros porque leer es prestigioso o porque leer te hace mejor persona o alguna de las tonterías más habituales que se nos dicen.

-¿Por qué hay que leer?

-La razón por la que hay que leer, y no solamente libros, sino también prensa de calidad, es que, leyendo, nos entrenamos en la comprensión de discursos complejos. Estos discursos complejos son determinantes.

-¿En qué sentido son determinantes?

-La comprensión de esos discursos es determinante porque es lo que nos permite ser ciudadanos realmente libres, capaces de tomar decisiones políticas al margen de la manipulación a las que nos someten los medios de prensa, los medios económicos, los medios políticos, etcétera, etcétera. Es determinante para que no te timen, para que no te robe tu banco. Es determinante para que comprendas de qué te están hablando las otras personas, para que entiendas discursos de más o menos cierta complejidad necesarios para poder continuar vivo, para tener algo parecido a un trabajo, algo parecido a una profesión y algo parecido a un recorrido. Tienes que ser capaz de comprender qué te dice tu médico cuando vas a contarle un problema de salud. Tienes que ser capaz de comprender los protocolos que te rodean para, por ejemplo, obtener una partida de nacimiento.

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-Comprender todo lo comprensible, a fin de cuentas.

-Todas estas cosas pueden parecer muy tontas y banales, pero son parte de nuestro día a día. Si no estás entrenado en la comprensión de los discursos complejos, el resultado es que te encuentras completamente impotente. Y la impotencia es aquello que deberíamos evitar. Deberíamos sustraernos de las manipulaciones que nos rodean. De lo contrario, simplemente no tenemos ninguna razón para considerarnos sujetos autónomos, individuos.

-Mencionaste lo que se oye en YouTube y ahí salta otro de tus párrafos antológicos. Hablás de “la música, que estaba siendo creada por apéndices humanos de alguna inteligencia artificial para que ocupase el minúsculo espacio entre los auriculares de última generación y los oídos del oyente, nada más”. Hay como una vacuidad en todo esto, ¿no?

-Ojalá que fuese así. Posiblemente ya no sólo sea entre los oídos de la persona y los algoritmos sino también, y sobre todo, entre las personas entre sí.

-¿Qué papel cumplen, pues, las canciones?

-Quiero decir que las canciones son uno de los sitios donde aprendemos quiénes somos y cómo es el mundo que nos rodea. Si esas canciones proyectan la fantasía masculina de tener mujeres a disposición cuyos derechos y cuyos deseos no importan, porque en sustancia de lo que se trata es de que satisfagan sexualmente al hombre; si nos encontramos con esos discursos completamente machistas y misóginos, no debería sorprendernos que los encontremos también en otros ámbitos de la realidad y que sean la causa de más violencia sobre las mujeres en los próximos tiempos.

-Pero no todo es lo mismo, suponemos.

-Hay magnífica música nueva, desde luego. Esto es evidente. Incluso desde fuera de Argentina se hace muy evidente la existencia de notabilísimos músicos argentinos jóvenes, pero no son los que están siendo más escuchados en Spotify o en YouTube, de la misma manera en que sus magníficos escritores jóvenes no son los que aparecen en Babelia o en el suplemento cultural de referencia. Son otros.

-¿Qué hacemos al respecto?

-Parte de nuestro trabajo en este momento es buscarlos. No los vamos a encontrar donde aparentemente los buscábamos antes. Tenemos que buscarlos en otros lugares. Finalmente, nuestra tarea, en última instancia, y nuestra responsabilidad es el dar con ellos antes de vernos sometidos a la repetición de lo mismo una y otra vez como si este fuese el día de la marmota, ¿no?

-Teniendo vos ya una producción importante, no podemos evitar una pregunta que le hicimos también al colombiano Mario Mendoza. Si hoy alguien descubre a Patricio Pron, ¿cuál sería el libro más adecuado para iniciarse en tu literatura?

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-Uno nunca es el mejor crítico de sí mismo. Ni siquiera los que trabajamos profesionalmente como críticos somos buenos para evaluar la obra propia. Hay una especie de miopía por proximidad, si lo quieres ver así.

-¿Qué hacemos, entonces?

-Ahora bien, por lo que me cuentan los amigos y las amigas que vienen a conversar conmigo cuando presento libros o doy conferencias o entrevistas o lo que sea, muy a menudo los cuentos son una buena puerta de entrada.

-¿Por qué? ¿Qué ofrecen los cuentos, en este caso?

-Son breves, puedes prescindir de algunos si no te seducen desde las primeras líneas. Puedes ir a por otros. En sustancia, en un libro de esos tienes diez o doce cuentos, tienes diez o doce entradas, diez o doce posibilidades de entrar a la obra un escritor.

-¿Cuáles títulos tuyos, entre varios?

-Creo que La vida interior de las plantas de interior o Lo que está y no se usa nos fulminará o El mundo sin las personas que lo afean y lo arruinan son buenas entradas a mi trabajo.

-Y de todos ellos, ¿a cuál le tenés más cariño?

-Como dije, soy muy mal lector de mí mismo, honestamente. Tengo mucho más interés en lo que voy a escribir a continuación que en lo que he escrito. Y, de hecho, en este momento estoy completamente habitando el mundo de La naturaleza secreta de las cosas de este mundo.

-Se entiende. ¿Cómo es este momento actual?

-Cuando acabas de escribir un libro, durante un tiempo, al menos, no puedes despegarte de él. Y este es el libro que, en realidad, yo recomendaría porque creo que es el que mejor expresa quién soy yo ahora como escritor y el mundo en el que estamos viviendo. Luego, lo otro depende de azares, ¿sabes?

-¿En qué sentido?

-Es un poco azaroso porque, siempre, los lectores y las lectoras se encuentran con determinados libros en la librería y no con otros. O resulta que un buen amigo o una buena amiga tiene esos libros en sus estanterías y se los pides prestados. O estás esperándolo para salir y entonces sientes curiosidad por un libro mío y allí te enganchas. No hay una sola manera de acceder a ellos y no hay, afortunadamente, una única manera de hacerlo correctamente.

-¿Por qué afortunadamente?

-Porque, de lo contrario, los editores ya la habrían descubierto y estarían haciéndonos leer textos realmente infames, incluso más infames de lo que leemos habitualmente (risas). Se trata de un encuentro que nunca se produce tarde. En algún momento, los libros encuentran a sus lectores del mismo modo en que sus lectores encuentran a los libros. Y nunca, nunca es tarde. Cada vez que abres un libro, comienza todo de nuevo.

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