Si la pregunta es para qué robaron las joyas de Napoleón en el Louvre, la respuesta es casi tan directa como cruel: para romperlas en mil pedazos. No hubo deseo de exhibición ni ambición de poseer un tesoro histórico intacto.
Este robo no se trataba de coleccionismo ni de una venganza simbólica. Se trataba, simplemente, de fragmentarlas hasta que dejaran de ser lo que alguna vez fueron. Te contamos el por qué los ladrones hicieron eso.
Para qué robaron las joyas de Napoleón en el Louvre: el posible destino es romperlas en mil pedazos
El Louvre, ese museo que parece eterno y seguro, guardaba secretos que incluso sus vigilantes no podían anticipar. Joyas que habían atravesado revoluciones, exilios y guerras, y que llevaban consigo la historia de un hombre que buscó dominar Europa con su ambición y su ingenio, fueron despojadas de su esencia en cuestión de 7 minutos.
La brutalidad del acto dejó una pregunta en el aire: ¿quién hace algo así y por qué? las teorías se multiplicaron, algunas más inverosímiles que otras. Desde una venganza contra el mito de Napoleón, hasta un simple negocio de joyas fundidas que podrían ser revendidas como materia prima.
¿Por qué fragmentar las joyas que robaron?
Las joyas, en bloque, difícilmente van a circular. Su potencia económica radica más bien en su deconstrucción. El incentivo más que probable no es el coleccionismo privado convencional (también van a resultar imposibles de exhibir) sino la provisión a demanda (por ejemplo, a través de contratantes) o el despiece a granel de los tesoros sustraídos. Dicho de otra forma, romper las piezas en mil pedazos para, una vez descompuestas, venderlas sin la "marca de agua".
Los patrones recientes (los robos de Cognacq-Jay, el Muséum d’Histoire naturelle, o el de Limoges) muestran un sistema de profesionalización criminal con una logística muy parecida: irrupción rápida, extracción de las joyas, salida fugaz y, en ocasiones, encargos externos ya programados antes del robo.






