Al confirmar que el artefacto fue robado o se perdió de Italia, los académicos contactaron al Equipo de Crímenes de Arte del FBI. Esta unidad, especializada en la repatriación del patrimonio cultural saqueado, tomó la custodia de la lápida para garantizar su protección. El objetivo ahora es devolverla formalmente a su país de origen, resolviendo un misterio que se extendió por décadas.
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Daniella Santoro y Aaron Lorenz, los sorprendidos dueños de la propiedad en la que se realizó el descubrimiento.
La tumba originalmente se encontraba cerca de Civitavecchia, un importante puerto imperial al noroeste de Roma conocido en la antigüedad como Centumcellae. Durante la Segunda Guerra Mundial, la zona sufrió bombardeos intensos que destruyeron gran parte del museo de la ciudad. En medio de ese caos, muchos artefactos desaparecieron, incluida esta lápida.
Los registros históricos de la propiedad en Nueva Orleans muestran que perteneció a la misma familia durante gran parte del siglo XX. Aunque inicialmente se sospechó de un vecino que sirvió en la Marina de los EE. UU. durante la guerra, sus registros de servicio demostraron que solo estuvo en el Pacífico. La teoría más fuerte apunta a que un soldado estadounidense la tomó como recuerdo, una práctica común en esa época.
Un regreso a casa muy esperado
tumba romana
La lápida que viajó miles de kilómetros hasta llegar a Estados Unidos.
La lápida se encuentra actualmente bajo custodia del FBI y pronto emprenderá su viaje de regreso al Museo de la Ciudad de Civitavecchia. Los curadores del museo ya planean celebrar su retorno. Consideran que este caso es un raro ejemplo en el que la curiosidad local conduce a la recuperación de un artefacto antiguo.
El personal del museo en Italia se prepara para recibir la piedra después de casi 80 años de ausencia. Describen el descubrimiento como "un triunfo de la colaboración entre académicos, ciudadanos y las fuerzas del orden". La pieza volverá a ocupar su lugar, cerrando un capítulo inesperado de su larga historia.
Para la ciudad de Nueva Orleans, este evento recordó a sus habitantes que, incluso en un lugar con siglos de su propia historia, a veces relatos globales yacen justo debajo de la superficie. En ocasiones, como en este caso, literalmente en el patio trasero de una casa.