Todo en el mundo de la escritora y periodista mendocina Mercedes Fernández es exuberante: los libros publicados, la biblioteca, lo rojizo del cabello eternamente corto, los anillos, los aros, las estrellas negras que salpican el atuendo rojo, las alusiones a Borges -uno de sus tantos amores-, las mascotas, las fotos familiares dispuestas sobre un mueble, las flores del jardín e interior, un reproductor combinado de radio y bandeja giradiscos...
Mercedes Fernández relanza su obra literaria y apunta a lo audiovisual: "En casa hablábamos con la muerte"
La novelista Mercedes Fernández habla de sus proyectos para 2026, que incluyen reediciones de obras publicadas y el lanzamiento de Desde el alma, historias de mujeres
Y las mudanzas. Y los amores. Y los viajes. Y la vida periodística. Y la carrera artística y sus libros, que han motivado varias distinciones. También los recuerdos y los proyectos. Y los sueños de antes y de hoy. Si hasta 2 máquinas de escribir tiene Mercedes Fernández en su casa de Godoy Cruz, aunque una sea una irresistible cajita de música.
Hasta para hablar de la edad acude Mercedes Fernández a la exuberancia, a lo profuso. "Hace poco cumplí 125 años", bromea -como siempre que habla de la edad- hasta que cuenta, como si de un cuento se tratara, que esa cifra no es antojadiza: "El tiempo no es tiempo -dice como quien propone un juego entre filosófico y literario-. Lo aprendí hace muchos años cuando mi madre, siendo muy joven, se moría un poco cada día por un problema cardíaco. Y la muerte estaba ahí, en un rincón".
El regreso de El Jardín del Infierno, que publicó hace 33 años
La novelista Mercedes Fernández ha publicado 22 libros y está trabajando en el que más quiere: "El próximo, que llevará por título Desde el alma".
Pero esto no es todo: trabaja en el relanzamiento de El jardín del infierno, publicada en 1992 por editorial La Sopaipilla y llevada a la televisión por Canal 9 de Buenos Aires, años después.
Fueron 13 capítulos dirigidos por Teo Koffmann e interpretados y grabados en Mendoza y Buenos Aires por Arturo Bonín, Pepe Soriano, Susana Cart, Ana María Picchio, Antonio Grimau, Arnaldo André, Hugo Arana, Emilia Mazer, Osvaldo Benet, Juan Carlos Puppo y los mendocinos Gerardo Saavedra, Rubén Hernández y la entrañable Pinty Saba.
La historia es real: la frustrada fuga de presos de la cárcel de Boulogne Sur Mer a través de un larguísimo túnel. Al final de cuentas, la excusa perfecta para dar a conocer lo sórdido de la vida tras las rejas.
Insisto: todo en el mundo de Mercedes Fernández es desbordante: también cobra fuerza la posibilidad de que una productora audiovisual extranjera lleve a las pantallas la Trilogía de Toronto que la mendocina publicó entre 2015 y 2024 y donde confluyen la magia, el amor, la desolación y la esperanza, reflejos todos de la complejidad de la condición humana.
Canadá ha sido y es como su segundo hogar y en aquellas boscosas y heladas tierras transcurren las novelas Grietas en el Paraíso -premiada por la Sociedad Argentina de Escritores (SADE), La Marca y Muerte en North Park con las cuales la autora se hace fuerte en lo suyo: el policial.
Mercedes Fernández, 22 títulos publicados desde 1968
Ahora Mercedes Fernández mira a la cámara del Totti Rios. Está rodeada de libros en las repisas, sobre los muebles, en los bordes de la chimenea: "Esto que hay acá es una cuarta parte de todos los libros que tuve. Regalé todos los demás", sonríe.
- ¿Cómo va tu vida?
- ¿Mi vida? ¿Qué es mi vida? A mi vida la vivo día a día, como la he vivido toda la vida. Rodeada de libros, con proyectos, está el relanzamiento de la Trilogía de Toronto, entre otros. Y un proyecto audiovisual con la primera novela de la trilogía Grietas en el Paraíso.
- ¿Sería retornar a lo audiovisual después de que tu novela El Jardín del Infierno fuera llevada a la televisión en los '90?
- Así es. A propósito, queremos reeditar El Jardín del Infierno, libro que -más allá de las cuestiones colaterales e íntimas que causó en mi vida- causó mucho debate acerca de la libertad del hombre en contexto de encierro, de hacinamiento en la cárcel, de las necesidades y de que a la sociedad no se la debe llevar por delante, gratuitamente. Estamos tratando de reeditarla porque no tengo ejemplares, se agotaron todos.
- ¿Vas a relanzar toda tu obra literaria?
- Ahora están imprimiendo Grietas en el Paraíso: vamos a seguir con El niño roto, Los días del miedo, Las tejedoras del tiempo, Con olor a tinta y otros títulos.
- ¿Por qué?
- ¿Será porque tengo muchos amigos? -ríe a carcajadas-. Mi obra ha pegado en su momento y aún hoy. El Jardín del Infierno fue el primer libro que habló de la cárcel y desde la cárcel. Para los 13 capítulos de la serie que emitió Canal 9 de Buenos Aires nos permitieron meter -en los '90- una cámara en la cárcel de Boulogne Sur Mer. Yo trabajaba en el diario y reunimos 8 horas de imágenes que estuvieron en la serie pero ni te dabas cuenta. Recreamos la cárcel en el viejo matadero
- ¿Cuántos libros has publicado, Mercedes? ¿Cuántos títulos?
- Veintidós. El primero fue en 1968: un desastre, un libro de poesía. Bueno, en verdad, si me preguntás, no leería ninguno de mis libros.
El libro El Niño Roto de Mercedes Fernández tuvo una derivación muy particular: fue eje de la Tesis de Maestría de Alicia Duo en 2016 que puede disfrutarse en la UNCuyo.
Lo que viene: Desde el alma, historias de mujeres
- ¿Qué estás escribiendo ahora?
- Desde el alma, que son las historias de mujeres de mi familia o cercanas a mi familia. Por ejemplo, mi madrina: la mató el marido y se suicidó encima de ella. Muy fuerte. Historias muy fuertes.
- ¿Por qué Desde el alma?
- Por el vals, el de los casamientos. Ovidio Fernández, mi papá, que trabajaba como linotipista en el diario Los Andes, tocaba el bandoneón. Era excelente. Hasta música de Bach tocaba. Él interpretaba el vals Desde el alma para mi madre, que estaba muy enferma en cama. Murió muy joven. A esa historia la voy a contar desde el alma. Va a ser brava. Aviso.
- ¿Con esencia policial como es tu estilo?
- Posiblemente, pero será ominoso y bello al mismo tiempo. Siempre trato de que lo ominoso tenga belleza; persigo la belleza de lo horrendo, lo sabés. No caigo en lugares comunes ni los propongo. Tampoco golpes bajos, a pesar de contar cosas muy brutales.
- Hablemos de tu carrera de periodista...
- Trabajé en El Andino y con Antonio Di Benedetto en Los Andes. Yo era asistente social y después fui a trabajar al hospital Emilio Civit. De ahí salió uno de los libros que más quiero: Las tejedoras del tiempo. Historias del hospital, donde aprendí que el dolor tiene olor. Dulzón, diría. En la maternidad trataba con madres con embarazos de alto riesgo, con adopciones, con lactantes y hasta con quemados. También trabajé en el diario Mendoza.
- ¿Otro libro tuyo que te identifique?
- Con olor a tinta, que es una historia que tiene mucho que ver con el proceso; años muy oscuros. Pero si me decís que elija un libro elijo el que voy a escribir.
Trabajar con la pluma mayor de Mendoza
- ¿Cómo fue trabajar con Antonio Di Benedetto?
- Con Ana María Giunta éramos muy amigas de Di Benedetto, que no tenía muchos amigos. Yo había leído toda su obra y soy una absoluta admiradora de Di Benedetto. Me parece que es uno de los mejores escritores latinoamericanos, sino el mejor. Superior a García Márquez. Zama es muy superior a Cien años de soledad.
- ¿Y cómo era Di Benedetto en la redacción?
- Hubo gente que no lo quiso pero con nosotros era amable, cenábamos 2 veces por semana con él y andábamos con él de aquí para allá. Di Benedetto respetaba mucho a la gente de la literatura y de la música. Íbamos a los conciertos porque no se perdía ningún acto cultural. Yo no me tuteaba con Di Benedetto, tengo una cartita suya por ahí...
- ¿Era seductor en su persona Di Benedetto?
- Total. Era bajito y hablaba muy suavemente; tenía una voz muy preciosa y hablaba despacito. Entonces, obligaba a que una se acercara para escucharlo. Gracias a él conocí a (Jorge Luis) Borges, a (Eduardo) Falú, a (Ernesto) Sabato, a Haroldo Conti...
Mercedes Fernández cuenta que tiene el corazón partido entre Mendoza y Canadá porque acá y allá viven dos de sus tres hijos y algunos de los hijos de sus hijos. "Me queda poco hilo en el carretel así que voy a aprovechar para estar allá durante las fiestas de fin de año.
"El tiempo no es tiempo"
- Hace poco cumpliste años; contáme porqué bromeás con que ya tenés 125 años...
- Porque el tiempo no me interesa. En mi familia, mi madre se moría un poco todos los días, entonces sabíamos que en la habitación de mi madre la muerte estaba sentada en un rincón. Y con la muerte hablábamos de la muerte. Mi mamá sabía que se moría porque tenía un corazón frágil. Fue una de las primeras pacientes de la misión Crawford que no pudo hacer nada. Entonces, la idea de la muerte cotidiana quedó allí. Hablábamos de ella. Y mi abuela hablaba con su hermana muerta en la casa y eso hizo que aprendiéramos -yo por lo menos- a vivir el día a día. Nuestro día a día era una fiesta. Mi abuela cantaba todas sus zarzuelas y mi papá tocaba el bandoneón. Se escuchaba música sinfónica todo el tiempo y se leía en voz alta y a mi madre le encantaba que le leyera en voz alta.
- ¿Cómo fue aquella casa?
- Mi casa no fue una casa ominosa a pesar de vivir con la muerte. Fue como una gimnasia para saber que hay que aprovechar el día y que cuando vos podés hablar con la muerte significa que todavía estás vivo.
- ¿Escribir es como volar?
- Absolutamente. Escribir es vivir, es respirar, es volar.
- ¿Qué estás leyendo ahora?
- La vegetariana, de la coreana Han Kang -Premio Nobel de Literatura 2024-. Me han dicho que es una novela fantástica. También estoy releyendo. Me gusta mucho releer y estoy con La Divina Comedia y la estoy descubriendo; la tengo toda marcada. El año pasado releímos El Quijote con un grupo de profesoras de filosofía. Y hemos encontrado un Quijote totalmente distinto. Hay que volver, como dijo Italo Calvino, siempre hay que volver a los clásicos porque los clásicos lo dijeron todo. Ya no hay escritores como aquéllos.
- Hace poco te distinguieron en el Senado provincial por tu carrera...
- Y lo agradezco. También he recibido premios aunque, para mí, el verdadero premio es el lector y la devolución del lector. Que me diga qué le gustó y qué no. Que dediquen parte de su tiempo a mi obra es lo más importante.
La Comunidad de la Palabra
Mercedes Fernández también ha sido y es maestra de escritores que alguna vez quisieron aprender a escribir.
Fundó El Taller de la Palabra, que publicó diversas obras colectivas y que pasó a denominarse La Comunidad de la Palabra, que se reúne cada semana en Godoy Cruz para leer y escribir. (Para volar)
La palabra. Siempre. Leída. Escrita. En papel o con tinta digital. Pulida siempre. Que sea la palabra justa y no otra. Y el nombre que funda. La expresión ante todo. Sin convenciones. Generosa, desbordante. Exuberante. Como Mercedes Fernández.