Una de las razones por los cuales los sabores se intensifican con el tiempo es el proceso de marinado natural que ocurre después de la cocción de esos alimentos. Cuando los ingredientes se combinan y se enfrían, los sabores tienen la oportunidad de fusionarse y penetrar más profundamente en cada componente del plato. Por ejemplo, un estofado o una lasaña tienden a desarrollar un perfil de sabor más rico y complejo después de un día en el refrigerador.
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La química de los alimentos también juega un papel fundamental. A medida que la comida se enfría, los compuestos aromáticos y los aceites esenciales continúan interactuando, lo que resulta en una redistribución de sabores. Según un chef, este proceso puede ser especialmente notable en platos con ingredientes ácidos o fermentados, como los curries o los guisos, donde la acidez se suaviza y se equilibra con el tiempo.
La textura de ciertos platos también puede mejorar al día siguiente. En comidas como las sopas, los ingredientes suelen ablandarse y absorber más sabor, lo que proporciona una experiencia más jugosa y satisfactoria. La humedad adicional que los alimentos adquieren durante la refrigeración puede realzar la sensación en boca, haciendo que cada bocado sea más placentero.
El frío del refrigerador no solo ayuda a conservar los alimentos, sino que también permite que los sabores se asienten y se desarrollen. A temperaturas más bajas, los sabores son más sutiles y menos invasivos, lo que a menudo permite una apreciación más completa de la complejidad del plato. Esta es una de las grandes razones, según el chef.