En las alturas donde el aire se vuelve delgado y la luz cae sobre el agua como un espejo sagrado, el lago Titicaca guarda secretos que preceden a los imperios. Es el lago navegable más alto del planeta Tierra, hogar de historias aimaras y quechuas, de islas flotantes y rituales ancestrales. Pero también, desde hace años, un territorio en resistencia.
En el centro de esa resistencia, hay mujeres. Agricultoras, tejedoras, pescadoras, madres y lideresas que se autodenominan “las guardianas del lago”. Ellas acaban de lograr una victoria que vuelve a encender la esperanza.
Las guardianas del lago navegable más alto del planeta Tierra logran una victoria inédita
Durante décadas, el lago Titicaca, ubicado entre Bolivia y Perú, sufrió descargas de aguas residuales, basura, desechos mineros y una presión turística mal regulada. Las orillas se llenaron de totorales secos y peces muertos, mientras las comunidades denunciaban un deterioro que avanzaba más rápido que cualquier intervención estatal.
Pero fueron las mujeres, muchas de ellas organizadas en colectivas indígenas, quienes mantuvieron viva la lucha por este recurso esencial del planeta Tierra. Caminaban con trenzas al viento por los despachos de La Paz y Puno, levantaban cartele, ddenunciaban, hacían vigilia. Y, sobre todo, recordaban algo esencial: el lago no es un recurso, es un ser vivo.
La victoria de las guardianas del lago
Según el portal especializado El País, estas mujeres lograron conseguir que el Consejo Regional de Puno reconozca al Lago Titicaca como "sujeto de derechos" mediante una ordenanza regional, otorgándole personalidad jurídica para protegerlo de la contaminación.
La victoria por este lago llegó después de años de insistencia. Los gobiernos locales y nacionales aprobaron finalmente un plan integral de saneamiento que incluye plantas de tratamiento, monitoreo ambiental independiente y un fondo especial administrado con participación directa de las comunidades.
Por primera vez, las decisiones sobre el futuro del lago no quedan solo en manos de autoridades sino también de quienes han vivido junto a sus aguas por generaciones.
En Juli, Chucuito, Huatajata y las comunidades urus, la noticia se festejó con ofrendas de coca, flores y pequeñas balsas de totora. El lago Titicaca no se recuperará en un día. Pero esta victoria marca un punto de inflexión. Las guardianas lograron que el Estado reconozca que el agua, como la memoria, necesita cuidado constante.






