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La desinformación no es un error: por qué sigue creciendo y cómo podemos frenarla

La desinformación afecta la salud, la democracia y la vida diaria. La psicología explica por qué creemos información falsa y cómo contrarrestarla

Vivimos rodeados de información, pero no toda es confiable. La desinformación, información falsa o inexacta basada en datos erróneos, no solo confunde: en muchos casos, busca engañar de forma deliberada, tergiversando los hechos para influir en decisiones personales y colectivas.

Su impacto es real. La desinformación ha debilitado la respuesta frente a crisis de salud pública, el cambio climático y la estabilidad democrática. Comprender por qué las personas creen y comparten información falsa es clave para frenar su avance. En este punto, hay herramientas concretas para reducir sus efectos.

Por qué creemos la desinformación

Las personas no comparten información falsa solo por desconocimiento. A menudo, la desinformación coincide con creencias previas, refuerza identidades sociales o resulta emocionalmente atractiva. Además, el cerebro tiende a aceptar como verdadera una afirmación que se repite muchas veces, incluso si es incorrecta.

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La mayor parte de la desinformación es difundida por pocos usuarios muy activos.

La mayor parte de la desinformación es difundida por pocos usuarios muy activos.

Frente a este escenario, la investigación científica propone ocho recomendaciones claras para reducir el impacto de la desinformación en la salud, el bienestar y la vida cívica.

Ocho formas eficaces de contrarrestar la desinformación

1. No repetir información falsa sin corregirla

Repetir una falsedad aumenta la probabilidad de creerla. Si se menciona, debe hacerse solo para corregirla y destacando más la información correcta que el error.

2. Trabajar con las redes sociales

La mayor parte de la desinformación es difundida por pocos usuarios muy activos. Entender estas dinámicas y colaborar con las plataformas es clave para frenar su alcance.

3. Combinar correcciones con cambios de comportamiento

Corregir datos erróneos es necesario, pero no suficiente. Para lograr cambios reales, se deben sumar estrategias como incentivos, normas sociales y formación en habilidades.

4. Usar fuentes confiables

Las correcciones funcionan mejor cuando provienen de figuras creíbles: líderes comunitarios, profesionales de la salud o referentes sociales.

5. Desmentir de forma repetida y visible

Las correcciones deben ser claras, explicar por qué algo es falso y repetirse en el tiempo, ya que su efecto se desvanece.

6. Prevenir antes de que la desinformación circule

El “prebunking” enseña a identificar técnicas de manipulación antes de exponerse a ellas. Estas herramientas fortalecen la resiliencia cognitiva, especialmente desde edades tempranas.

7. Exigir transparencia y acceso a datos

La falta de acceso a datos limita la investigación. Para entender el impacto real de la desinformación, es necesario conocer cómo operan los algoritmos y qué ve cada usuario.

8. Financiar más investigación científica

No todas las estrategias funcionan igual para todos los temas. Se necesitan estudios a gran escala que evalúen qué intervenciones son más eficaces según el contexto.

La desinformación no se combate solo con más información, sino con mejores decisiones.

Fuente: https://www.apa.org/topics/journalism-facts/misinformation-recommendations

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