Nazis, resistencia y arte

La aventura de Tachuela, un escultor mendocino que siguió el rastro de la música que lo conmovía

Lo llaman Tachuela y esculpe en piedra. Nació en Entre Ríos, pero vive en Mendoza desde hace décadas. Este año un amigo le pasó una sinfonía que lo sacudió hasta el fondo de su ser. Y lo que sigue es el recuento de la búsqueda que hizo el artista para dar con el origen de esa obra, que lo terminaría conectando con luces y sombras de la Segunda Guerra Mundial

A veces parece que las artes, la historia y lo cotidiano pertenecieran a ámbitos diferentes. Pero en el fondo de lo humano, donde se guardan las cuerdas que han salvado a la especie y la volverán a salvar, esa materia vibra interconectada. Ahí está como ejemplo lo que le pasó a José Delía, más conocido como Tachuela, escultor de Mendoza que un día oyó una canción que lo catapultó a lo inesperado.

Zakopane (Polonia), 1944. Helena Wanda Blazusiakowna tiene 18 años. No es judía, pero la detuvieron por formar parte de los grupos partisanos que resisten a la invasión nazi. La muchacha es trasladada al "Palacio", un edificio construido en los 30' que hace tiempo ocupa la Gestapo, la policía política de Hitler.

Desde que comenzó la guerra los alemanes usan esas instalaciones como escuela de tortura y asesinato para aquellos que aspiran a integrarse a sus filas, y Helena es objeto de esas prácticas como si fuese un objeto más.

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Una celda del

Una celda del "Palacio" de Zakopane. En una de ellas estuvo Helena y escribió sobre la pared usando uno de los dientes que le habían arrancado a golpes.

Sola de toda soledad, con la única compañía de la fe, la chica toma en sus manos uno de los dientes que le han arrancado durante los tormentos y raspa letras sobre la pared de la celda número 3: “Mamá, no llores", escribe sobre la roca.

Y debajo anota una oración a la Virgen: "inmaculada Reina de los Cielos/apóyame siempre/Ave María, llena eres de gracia".

A continuación pone su nombre y una fecha: 25 de septiembre de 1944. Algunas fuentes dicen que es la última prueba de vida que se tiene de la muchacha; otras indican que sobrevivirá a la guerra. En todo caso, su rastro se pierde en un mar de posibilidades.

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Helena Wanda Blazusiakowna tenía 18 años cuando fue detenida por los nazis, acusada de colaborar con la resistencia polaca.

Helena Wanda Blazusiakowna tenía 18 años cuando fue detenida por los nazis, acusada de colaborar con la resistencia polaca.

Montes Cárpatos (frontera entre Polonia y Eslovaquia), 1971. El compositor Henryk Górecki viaja por algunos de los picos más altos de Europa oriental.

Conoce esa tierra -reside en Katowice- y desde chico siente que al pisarla está poniendo los pies sobre restos humanos, porque sabe que los nazis usaban las cenizas de sus víctimas como abono para los cultivos.

El suelo, las piedras, las plantas tienen el aura de los que murieron.

En uno de esos trayectos, Górecki encuentra un libro que habla sobre lo que pasó en el "Palacio" que ocupó la Gestapo en Zakopane. Y entre las hojas ve una nota al pie: esa línea minúscula, casi insignificante, se refiere a una muchacha, Helena, que tres décadas antes usó uno de sus dientes para escribir sobre el muro de una celda.

"Mamá, no llores", lee Górecki al final de esa página, y lo azota la certeza de que en esas palabras hay música.

Así compuso la Tercera Sinfonía, llamada "De las lamentaciones", cuyo segundo movimiento usa como base aquel grabado de la prisionera donde lejos de manifestar odio sólo pide que haya un poco menos de pena.

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Górecki no tuvo buena relación con el gobierno comunista polaco.

Górecki no tuvo buena relación con el gobierno comunista polaco. "Me borraron de la cultura de mi país", diría en una entrevista que le hicieron luego de la caída del bloque soviético.

Mendoza, mayo de 2022. Se llama José, pero todo el mundo lo conoce como Tachuela. Nació en Paraná (Entre Ríos), a los 13 años dejó la escuela y se dedicó a trabajar sobre distintos materiales.

A los 14 llegó a Cuyo y se asombró con la cordillera: miró las piedras y sintió que se abría dentro de él como un camino. A su ritmo, se hizo escultor.

Hace días que Tachuela (44) no puede sacarse de la cabeza la música que le recomendó un amigo. La Tercera Sinfonía de Górecki suena mientras está en su taller, cuando en el auto él lleva a su hija adolescente a la escuela, cuando se reúne con amigos.

"Así entraron en mi vida esta música y esta historia. Estaba como loco, y a la vez sabía que tenía que ir a trabajar a Düsseldorf (Alemania) este año, así que empecé a pensar en tomarme un tren desde ahí y hacer los 1.100 kilómetros que hay hasta Zakopane, un lugar exotiquísimo al que no va mucha gente", recordará Tachuela más tarde, en diálogo con UNO.

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Una réplica del Museo Palace de Zakopane.

Una réplica del Museo Palace de Zakopane.

Un tren hacia otro tiempo

Han pasado algunas semanas. Tachuela está en viaje desde Alemania hacia Zakopane, en Polonia. En el camino encuentra los jirones de las atrocidades que marcaron la Segunda Guerra.

Pasa por los excampos de concentración de Auschwitz I y Auschwitz-Birkenau y llega a Cracovia, a poco más de 100 kilómetros del sitio donde estuvieron la joven Helena y luego el compositor Górecki.

Tachuela lo contará así: "Todo esto sucede en un marco de lluvia, con frío. Paso dos noches en Zakopane, donde estaban estas escuelas de tortura y asesinato de la Gestapo y se me ocurre llevarme unas piedras de ahí para tallarlas en mi taller de Düsseldorf".

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Uno de los valles cercanos a Zakopane, en Polonia.

Uno de los valles cercanos a Zakopane, en Polonia.

Hablar del Holocausto en Polonia tiene su complejidad, porque desde 2018 existe una ley que castiga con hasta 3 años de cárcel a quien asocie a ese país con las actividades de los nazis.

Así, el Estado considera un delito decir que existieron “campos de concentración polacos” en referencia a los lugares de exterminio donde se calcula que fueron asesinados 3 de los 6 millones de judíos que murieron en aquella época, junto a otros dos millones de civiles no judíos.

En consecuencia, Tachuela sabe que tendrá que andar con cuidado si no quiere problemas. Las acciones de la Gestapo tuvieron apoyo de una parte de la población local, y la puesta en relieve de ese incómodo dato histórico podía complicarlo ante las autoridades.

-Fueron semanas de sumergirme en frecuencias muy bajas y tristes de la humanidad. A tal punto que un día por primera vez me metí a Netflix a ver una película boluda- dirá Tachuela antes de continuar: "Tenía cagazo por esto de la ley polaca, pero logré convencer a un taxista para que fuéramos a buscar piedras".

Avancemos. Ahora las piedras ya están en el baúl del taxi, pero ninguna empresa quiere enviarlas de Zakopane a Düsseldorf. Tachuela resuelve que el proyecto está acabado y se vuelve a Alemania. "No tendré una muestra armada pero al menos me llevo una historia", se repite.

Hace dos semanas que el artista está en Europa. Faltan 8 días para inaugurar la muestra que tiene programada. Y aún no sabe qué va a hacer.

El muro

El escultor argentino llega a Düsseldorf un jueves. El viernes sale a andar en bici para ver si se le aclaran las ideas. A la vuelta de su estudio se encuentra un carrito de supermercado tirado. Se lo lleva.

En eso, cerca del mediodía, Tachuela ve a un hombre que vende cosas. Al lado hay una pared. Es un muro tallado en bloques de granito: "Le pregunto al tipo si me vende la pared y el tipo me dice que sí. Divido el material en bloques de 50 kilos y me los voy cargando en el carrito".

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El carrito de supermercado con el que Tachuela trasladaría los pedazos de muro.

El carrito de supermercado con el que Tachuela trasladaría los pedazos de muro.

"Entonces me doy cuenta de que sobre la piedra puedo escribir lo mismo que había escrito esta niña en polaco: 'Mamá, no llores' y la oración posterior. Y lo hago, pero en braille. Tengo a mano una lamparita de luz tenue, unas sillas de la cocina y pongo todo ahí en el taller de Düsseldorf, junto a la música de Górecki. Es el clima lúgubre de aquellos lugares, una conexión con lo que había vivido Helena", repasa Tachuela.

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Tachuela con su carrito salvador en Alemania.

Tachuela con su carrito salvador en Alemania.

El día de la inauguración

Una de las grandes incógnitas era si los alemanes iban a sintonizar con algo que hablaba -otra vez- de ellos y del rol que tuvo su país en el siglo XX.

"El día de la inauguración, invité a la gente a pasar. Recuerdo que había personas de (la súper prestigiosa academia de arte) Kunstakademie. Cerré la puerta y les conté la historia de la niña de Zakopane y de su escrito en la pared. Y les pedí que pensaran en la historia de Helena como un acto de empatía, mientras escuchábamos la sinfonía de Górecki", repasa el escultor.

Su meta era demostrar el poder que todavía tiene el arte para conectar. Conectar con Helena, con la partitura de Górecki, con la sensibilidad de ese sudamericano que les mostraba a los alemanes y polacos un espejo de su propio pasado.

Además el texto estaba en braille, como si el artista se preguntara ante qué futuros y qué pasados son ciegos los habitantes del presente.

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Imagen de la pared de 500 kg realizada en Hehrweg 271. Düsseldorf, 30/09/22 . PH: Anton Snt.

Imagen de la pared de 500 kg realizada en Hehrweg 271. Düsseldorf, 30/09/22 . PH: Anton Snt.

-Se les voló la peluca- sintetiza el escultor. Yo pensé que iban a conocer esta historia y resulta que no era así. Al final me invitaron a volver por 3 meses más dentro de un año y medio o dos.

Final con montañas

La última escena transcurre en Mendoza. Hace unos días, Tachuela recibió un email desde el "Palacio" de Zakopane, que en breve se convertirá en un museo. "Me agradecieron porque yo les había escrito previamente y me aseguraron que ellos están deseosos de que lo que pasó ahí se conozca", dice él.

Mientras, la guerra tiende sus tentáculos una vez más en distintos puntos del planeta. Niñas y jóvenes sin rostro pierden dientes o escriben en las paredes mensajes desesperados que se deshacen en el aire, como la música.

Da a la impresión de que no pudiera hacerse nada contra eso por fuera de las armas o de los diversos mandarinazgos que propone la diplomacia. Pero ahí está -como un amor olvidado pero todavía en llamas- el arte.

Cada tanto, ese recurso universal vuelve para centrar a los seres humanos y colocarlos en eje.

"¿Para qué sirve el arte?", le preguntaron una vez al escritor Alberto Laiseca. "Es simple -respondió él-. El arte sirve para que funcione todo lo demás".

* Para que se concretara la obra de Tachuela colaboraron las empresas internacionales Makita y Fischer, que aportaron en la logística y los materiales.

* La Tercera Sinfonía de Henryk Górecki puede escucharse en Spotify y Youtube. Una de las mejores versiones es la que cuenta con la participación de Beth Gibbons, la cantante de Portishead, junto a la Orquesta Sinfónica de la Radio Nacional de Polonia, registro que tiene subtítulos en castellano.

Gorecki – Symphonia No 3, Beth Gibbons & Polish National Radio Symphony con subt

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