Cuando Karem Pino habla de su hijo Valentín, su voz se quiebra. Dice que siente una mezcla de amor, cansancio y fe. Tiene 30 años, vive en Mendoza, y desde hace casi 4 años su vida gira en torno a su pequeño guerrero, un niño de ojos brillantes y sonrisa inmensa que, contra todos los pronósticos médicos, sigue dando batalla cada día. Después de un trasplante, sufrió una mala praxis -según denunció la mujer- que lo llevó a una parálisis cerebral.
Karem sueña con un tratamiento innovador en México para mejorar la vida de su hijo Valentín
Una mamá busca reunir 28 mil dólares para que su pequeño, que quedó con parálisis cerebral tras una mala praxis, para poder viajar a Monterrey
Valentín tiene apenas 4 años y ya conoce el dolor en su forma más dura. Nació con una enfermedad congénita llamada atresia de vías biliares, un trastorno poco frecuente que afecta al hígado y que, si no se trata, compromete la vida. Desde sus primeros meses, Karem supo que su hijo necesitaría un trasplante. Y cuando llegó ese momento, sin dudarlo, fue ella misma quien decidió ser su donante.
"Llevamos juntado el 40% de lo que necesitamos. Todo aporte ayuda muchísimo", dice Karem, que tiene a su hijo con internación domiciliaria.
El 9 de mayo de 2023, ambos ingresaron al quirófano del Hospital Garrahan. Dos cirugías simultáneas: madre e hijo, conectados por un lazo invisible y eterno. “Mientras a él lo estaban operando, a mí también. A Valu lo vi recién más de una semana después”, recuerda Karem.
Pero lo que debía ser el inicio de una nueva vida se convirtió en una pesadilla. Durante la intervención, Valentín sufrió una hipoxia y una isquemia cerebral, una falta de oxígeno y de flujo sanguíneo que dejó secuelas irreversibles. Desde entonces, su diagnóstico es de parálisis cerebral.
“Cuando fui a verlo, lo noté distinto. No era el mismo. Pregunté muchas veces y hasta que me hicieron una reunión con los médicos, me explicaron lo que había pasado”, cuenta. Y desde ese día, su vida cambió para siempre.
Un niño con parálisis cerebral que desafía a la ciencia
A Valentín los médicos lo desahuciaron varias veces. “Hasta hace tres semanas nos decían que Valu no salía, que se nos iba”, relata su mamá. Pero él sigue aquí. Resistiendo.
En su casa, la rutina está marcada por cuidados permanentes. Valu respira por traqueotomía y se alimenta a través de un botón gástrico. Karem lo asiste todo el día, y aunque las noches suelen ser cortas y el cansancio se acumula, no baja los brazos. “Siempre estoy buscando alternativas, algo que le dé una mejor calidad de vida”, dice.
Así fue como una película cambió el rumbo de su historia. Una noche de noviembre, durante una de las internaciones de su hijo, Karem vio Los dos hemisferios de Luca, basada en un caso real de un niño cordobés que mejoró notablemente gracias a un tratamiento innovador en México. “Me quedé impactada y empecé a investigar. Quería saber todo sobre ese tratamiento”, cuenta.
Después de días de búsqueda, encontró la clínica Neurosistónix, en Monterrey, donde aplican una terapia llamada Cytodron.
Llenó formularios, envió informes médicos, intercambió correos y, finalmente, tuvo una videollamada con el equipo. “Me explicaron cómo funcionaba y me dijeron que no todos los niños son aceptados, que había una lista muy larga de espera”, recuerda.
Dos semanas después, llegó el correo que le cambió la vida: Valentín fue aceptado para el protocolo.
Un viaje a contrarreloj para que Valu pueda viajar a México
El tratamiento consta de 28 días consecutivos de sesiones. Cada día, Valentín deberá ingresar durante una hora a una máquina similar a una tomografía, donde un campo electromagnético estimula las neuronas dormidas o dañadas, buscando reactivar conexiones cerebrales y mejorar funciones motoras, cognitivas, visuales y respiratorias.
Los resultados en otros niños han sido esperanzadores. Y para Karem, esta es la oportunidad más grande de su vida. Pero el costo es altísimo: 35 mil dólares solo el tratamiento, más pasajes, estadía y seguro médico. En total, unos 45 mil dólares. Ya reunió 17 mil, por lo que sigue luchando para lograr los 28 mil restantes.
“Tenemos que viajar el 4 de enero y pagar todo antes del 9 de diciembre. Ya perdimos una fecha en noviembre porque no llegamos con el dinero, y si perdemos esta, recién podríamos acceder dentro de un año y medio. No podemos esperar tanto. Valu necesita hacerlo ya”, dice.
Por suerte, los pasajes aéreos están cubiertos, pero aún resta reunir el dinero del tratamiento y la estadía. Y el tiempo corre.
Karem no está sola en esta cruzada: su hija mayor, Lucía, de nueve años, la acompaña en cada paso. “Ella sufrió mucho cuando estuve internada con Valu. Es muy sensible y necesita estar cerca, por eso decidimos que viaje también”, explica.
El equipo médico de Monterrey exige además que viajen dos acompañantes por el delicado cuadro del niño, que requiere atención constante.
Una comunidad que se une para ayudar
Desde que inició la campaña, Karem se convirtió en una verdadera gestora solidaria. Bingos, rifas, clases de zumba, ferias, donaciones y urnas distribuidas en comercios locales. Cada actividad es una oportunidad para acercarse un poco más al sueño de ver a su hijo progresar.
“Ya juntamos el 40% del total. Hemos hecho de todo, pero todavía falta mucho. No queremos solo pedir donaciones, por eso hacemos eventos donde la gente reciba algo a cambio. Queremos que todos sientan que forman parte de este milagro”, cuenta.
Las redes sociales fueron aliadas, pero también un límite. “Llegar a más gente no es fácil. Difundir se hace complicado. Por eso cada nota, cada publicación, cada historia compartida nos da esperanza”, señala.
A pesar de todo lo vivido, Karem no guarda rencor. La mala praxis que cambió para siempre el destino de su hijo podría haberla llenado de odio. Pero eligió otro camino: el de la resiliencia. “Yo no puedo quedarme en el enojo. Mi hijo necesita amor, no rencor. Y si algo aprendí de Valu, es que el amor mueve montañas.”
El valor de la esperanza y un único objetivo: Valentín
Cada día, Karem sueña con verlo dar un paso, pronunciar una palabra, mirar con atención. Sueña con un pequeño movimiento, un gesto nuevo, una señal de que el tratamiento funciona. “Valu me enseña que todo es posible. Ya desafió a los médicos tantas veces, ¿por qué no podría hacerlo una vez más?”, dice.
El tratamiento en México podría mejorar su motricidad, su respiración, su deglución y su respuesta cognitiva. “Es una posibilidad concreta de que tenga una vida más digna, más plena. Y eso vale todo”, agrega.
Valentín debe viajar a México a someterse a un tratamiento innovador. Necesita el aporte de la comunidad.
A medida que el calendario avanza, la cuenta regresiva se vuelve más intensa. Cada peso, cada aporte, cada gesto suma. “Estamos vendiendo cosas, haciendo ferias, lo que sea. No hay día que no pensemos en cómo seguir. Pero no vamos a rendirnos. Llegaremos. Lo sé.”
Karem es ama de casa, pero su vida es mucho más que eso: es enfermera, gestora, cocinera, mamá y donante de vida. “Vendo cosas dulces, vendo accesorios, hago lo que puedo. Valu demanda mucho tiempo y tiene internación domiciliaria las 24 horas, pero siempre encuentro una manera de seguir.”
El amor de una madre por su hijo no tiene medida. Y cuando la medicina parece no alcanzar, la esperanza se convierte en el mejor remedio.
Valentín ya demostró que es capaz de sobrevivir a lo imposible. Ahora solo necesita una nueva oportunidad. Y Karem, como siempre, está dispuesta a dársela.
Quienes deseen ayudar pueden hacerlo a través del alias: supervalu1 (billetera virtual Personal Pay), a nombre de Karem Elizabeth Pino. Contacto: 2612455139.







